—Estaba pensando que —dijo María luego de dar un par de tragos a su botella de agua luego de una extenuante práctica de yoga—, aún no he ido a la tumba de Sergio... Creo que tal vez debería ir ahí. Ángela le miró, bastante sorprendida. Luego de casi dos años de que ella despertara, después de mucho odiarlo y llorar por él alternadamente, al fin hablaba abiertamente de un enfrentamiento a la dura realidad que, quizá no conscientemente, había estado evitando. Y es que es así, no porque algo salga de tu boca está consciente en tu cabeza o en tu corazón. La muerte es solo una palabra hasta que te golpea la realidad, y María, que había estado demasiado ocupada con mil cosas, posiblemente aún no se había dado el tiempo de sentir esa perdida como era debido. —¿Estás segura de que quieres ir

