—Si estás enojada dilo —soltó Ángela algo que a María le supo a una cruel burla. Ella no podía hablar, ¿cómo se quejaría de eso que la estaba matando por dentro? Pero, aunque la otra lo hubiese hecho para molestarla, ella no se enojaría, pues lo cierto era que ella debía decir lo que le molestaba, de otra manera los demás no lo sabrían. María giró el rostro, evidenciando su molestia, y Ángela suspiró sonoramente, evidenciando su cansancio. Para la rubia, ese estancamiento en el progreso de la rehabilitación de su amiga era exclusivamente culpa de María, quien había dejado de poner todo su empeño en recuperarse. No la quería culpar, pues posiblemente no lo hacía de manera consciente, pero debía sacudirla para que ella misma se diera cuenta de lo que estaba haciendo y lo solucionara;

