Capítulo 2

1918 Words
—Necesito que bajen las cortinas del supermercado —Les digo a mis compañeros que están expectantes, mientras el señor Brown continúa siendo atendido por los paramédicos.  Gary corre a bajar las cortinas, ayudado de Simon.  —Terminemos de atender a los clientes que siguen dentro del supermercado y nos iremos a acompañar a nuestro jefe, que nos necesita más que nunca en estos momentos —ordeno y todos los que lograron escucharme, asienten. Drew está petrificado desde su pasillo, por lo que le doy una mirada asesina. —Tú también, osito, muévete —Chasqueo los dedos y lo veo que reacciona, poniéndome mala cara y frunciendo el ceño, pero le vuelvo a dar una mirada de pocos amigos y se vuelve a su pasillo, para terminar lo antes posible de sacar a la gente del supermercado. —Señorita, nosotros nos vamos —dice el mismo paramédico al que le pregunte antes. —Sí, gracias… en el hospital estará la señora Brown, nosotros iremos de inmediato —menciono y me hace un asentimiento de cabeza. Veo cómo se llevan al señor Brown en la camilla, y siento que el corazón se me va a salir del pecho, por lo que corro hasta mi puesto y veo gente esperando por pesar sus frutas y verduras, por lo que hago mi trabajo lo más rápido posible. Comienzan a acercarse los que ya han terminado con sus labores y ayudan a los demás. Por lo que sonrío satisfecha, al ver la hermandad que tenemos como equipo, sin contar a mi archirrival Drew, por supuesto. (…) Llegamos en grupo al hospital. Me adelanto y corro hacia la sala de espera de urgencias, donde me encuentro a la señora Brown, sentada con sus ojos hinchados y rezando el rosario. Me siento a su lado y tomo su mano libre, sin interrumpirla, por lo que me sonríe de medio lado y continúa su oración. Una vez termina, me voltea a ver. —Gracias por avisarme, Zoe, preciosa —dice con la voz rota, pero llena de gratitud. —Es lo menos que podía hacer, señora Brown —contesto, dándole un apretón a su mano, acunándola con mi otra mano—. ¿Cómo está? —pregunto y suspira. —Le volvió a dar otro microinfarto, apenas entró al hospital —menciona y sus ojos se cristalizan. Le paso una botella con agua, que saco de mi mochila y unos pañuelos. También le traje algo para comer, pero creo que en este momento, lo que menos tiene, es apetito. Alzo la vista y veo a mis compañeros, tomando asiento y mirándonos. Niego, para que comprendan que la cosa no está nada bien, por lo que algunos hacen muecas tristes y otros simplemente bajan la mirada. —Me quedaré con usted, lo que sea necesario, señora Brown —comento y ella me sonríe. —Volveré a rezar, creo que me sirve para no pensar demás —me dice, tomando una vez más el rosario con su otra mano, mientras sigo con su mano entre las mías. **Flashback** El señor Brown hace la llamada al refugio. «Espero que la Madre superiora no se enoje», pienso. Miro la oficina en detalle y veo que hay un montón de fotografías antiguas, con otro hombre de su misma edad y un joven como de la mía, supongo que será su hijo. Además de muchas otras fotografías con su esposa. Vuelvo a poner atención con el señor Brown, ya que se ríe a carcajadas y eso me hace sonreír. —Sí, ya me di cuenta de eso, hermana María —contesta sonriente. Me levanta ambos pulgares, lo que me hace sonreír—. Desde luego, hermana —agrega—. Está bien, yo le diré —Me guiña un ojo—. No es nada, lo hago con gusto —menciona—. Que esté muy bien, adiós —Cuelga el teléfono y me da una gran sonrisa. —¿Y qué pasó? —pregunto, con curiosidad. —Primero que nada, que por qué te alejaste tanto del radio donde está el refugio —enumera—. Segundo, que tienes permiso para trabajar aquí por las tardes —continúa—. Tercero, que, a la primera queja mía, te tocará hacer el doble de quehaceres en el refugio —Una respuesta muy de la hermana María—. Cuarto, que el dinero que ganes, sea completamente para ti —Me sonríe—. Y, por último, que le mande contigo la forma que debe llenar y tu me la traes mañana por la tarde, cuando comiences a trabajar —Me guiña una vez más el ojo y no puedo de la alegría. «¡Mi primer trabajo!». Lo primero que pienso es en mi ángel de la guarda, que espero, se sienta orgulloso de esto. —Claro que sí, señor Brown, ¿Lo puedo abrazar? —pregunto entusiasmada y asiente, por lo que rodeo el escritorio y le doy un abrazo, mientras se ríe a carcajadas—. Me gusta su risa, señor Brown, nunca deje de reír —Le digo y me da una palmada en la espalda, cortando el abrazo. —Me caes bien, Zoe, creo que seremos amigos —dice, dándose la vuelta y buscando algo en un mueble detrás de él.  Saca del mueble una bolsa transparente, con una camiseta de cuello polo, de color roja y un mandil n***o. —Este será tu uniforme, Zoe —Me entrega la camiseta, la que saco de la bolsa y tiene bordado el logo de OfferMarket en ella, lo mismo que el mandil—. Puedes usarlo con jeans o pantalón n***o, como tu desees —agrega y asiento. —No sabe lo contenta que estoy, muchísimas gracias, señor Brown —digo con una sonrisa de oreja a oreja—. Gracias por esta gran oportunidad —Le hago un asentimiento de cabeza, en agradecimiento. —Nos vemos mañana por la tarde, Zoe —Me estira la mano, en señal de despedida y me pasa la forma que debe llenar la hermana María. —Desde luego que sí. Hasta mañana, señor Brown —Tomo las cosas y me devuelvo, dejándole un sonoro beso en la mejilla, lo que lo hace reír.  Salgo de la oficina y me devuelvo por donde mismo llegamos. Observo una última vez OfferMarket desde las alturas, intentando memorizar los pasillos y las ubicaciones, para estar más preparada para mañana.  Cuando llego a la entrada, con las cosas en la mano, la señora Brown me sonríe. —Veo que te fue bien —dice amable, con unas sonrisa—. Te presentaré con las cajeras y los chicos de empaque —menciona y asiento, siguiéndola hacia el lugar. **Fin del flashback**  La señora Brown remueve su mano de la mía, y me doy cuenta que me había quedado pegada en mis recuerdos, por lo que la miro con preocupación. —Ha tardado bastante, ¿verdad? —pregunto y asiente—. Iré a preguntar si se sabe algo —menciono. —Gracias, Zoe —contesta y me pongo de pie, para ir rápidamente al mesón de informaciones. Cuando voy llegando al mesón choco de frente con un hombre alto y guapo, que por poco me tira al suelo. —Hey, ten cuidado —reclamo, pero me ignora y sigue su camino a gran velocidad—. ¡Estúpido! —exclamo en voz baja, sobándome el hombro. Me acerco a la señorita de informaciones y pregunto por el señor Brown, justo en el momento en que un médico se asoma por la entrada de emergencias, así que volteo a mirar. “Familia de Albert Brown”. Dejo a la señorita hablando sola y corro hacia el doctor, pero la señora Brown junto con un muro de hombre, me tapan la visual del médico, así que sólo me dedico a escuchar. —El señor Brown ya está estable dentro de su gravedad, pero se encuentra delicado de salud, después del infarto y el microinfarto que le dio llegando al hospital. Está en observación por esta noche e iremos evaluando si necesita mantenerse aquí por un tiempo o si tendrá que hacer reposo en casa. Eso lo iremos evaluando a medida que progrese —explica el doctor. —¿Lo podré ver? —pregunta la señora Brown. —Me temo que por esta noche no, señora Brown, pero según como pase la noche, podrá verlo por la mañana —Le asegura el doctor, por lo que la escucho sollozar y el gran hombre que me tapa la visual, la abraza por los hombros y le dice algo en voz baja que no logro oír. —Gracias, doctor, es muy amable —dice el hombre, con una mezcla de acento inglés británico y americano, bastante peculiar. —Señora Brown, le aconsejo que vaya a casa y descanse —dice el doctor—. Buenas noches —Se despide. El doctor desaparece por la puerta y otro sollozo de la señora Brown llama mi atención, apretándome el corazón. Intento acercarme a ella, pero el hombre a su lado no la suelta hasta dejarla sentada donde mismo estábamos al principio. Me acerco a ella en cuclillas, a su altura, cuando el hombre se aleja. —Tranquila, señora Brown, ya verá que todo saldrá bien —La consuelo, dándole palmaditas en su mano. —Gracias, hija, de verdad te agradezco que estés aquí —murmura, con la voz quebrada. —No podría estar en otro lugar, señora Brown —contesto sincera—. Usted y el señor Brown son mi familia y estaré siempre agradecida de ustedes —Le sonrío y la señora Margaret intenta devolverme la sonrisa, pero termina haciendo una mueca. Me siento a su lado y veo al hombre hablando con mis compañeros de trabajo, o intentando reunirlos a todos, por lo que le pido permiso a la señora Brown y me acerco con curiosidad. Me pongo a un lado del hombre, que se aclara la voz. —Buenas tardes a todos —Saluda—. Soy el nuevo administrador de OfferMarket, el señor Singh —comunica, por lo que debo tener la mandíbula en el suelo, al igual que Drew, que lo mira con el ceño fruncido—. Estaré a cargo, mientras el señor Brown se recupera de sus afecciones, así que espero nos llevemos bien —Me cruzo de brazos, y volteo a mirar a la señora Brown, que me hace un asentimiento de cabeza, confirmando lo que sea que haya dicho el nuevo administrador, el señor Singh. —¿Debemos volver a nuestras labores ahora, señor Singh? —pregunta Alexis, con las mejillas completamente sonrojadas, por lo que la miro extrañada, pero veo que no es la única, ya que Nikki, Juanita y Janet están igual de sonrojadas.  Frunzo el ceño e intento mirar con mayor detalle a este misterioso hombre que apareció de la nada, y resulta que ahora es mi jefe. —No, por hoy puede irse a sus hogares, pero nos veremos mañana temprano, como todos los días —menciona y comienzo a ver cómo algunos de mis compañeros cuchichean y se van poniendo de pie, para irse a sus casas—, ¿Quién es el encargado momentáneo? —pregunta y todos me apuntan a mí, por lo que siento un escalofríos recorrer mi espalda.  El misterioso señor Singh se voltea para mirarme y me quedo petrificada ante su mirada profunda. Mi corazón late desbocado y no sé hacia donde correr.
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