Capítulo 1

2005 Words
“Se necesita limpieza en el pasillo número seis. Artículos de aseo”. La inconfundible voz de Alexis, se oye en todo el lugar. Termino de acomodar las rojas manzanas en los estantes, pasándoles un paño, para que se vean más apetitosas. Me alejo un par de pasos atrás, divisando cómo se ve mi área a cargo en el supermercado. —Cada día te superas más, Zoe —dice el señor Brown, al pasar por mi lado. —Gracias, señor Brown, ya sabe que no puedo sentirme más orgullosa por mi área —Limpio otra manzana y se la paso. Me sonríe y asiente en mi dirección. —Cómo me conoces, chiquilla —Se ríe, con su usual carcajada, que llama la atención de todos los que estén a su alrededor—. Bien merecido tu lugar —murmura y le sonrío. Sigue paseando por el supermercado, controlando que todo esté impecable, para cuando comiencen a llegar en masa los clientes, ya que se acerca la hora del almuerzo. De lejos, veo a Drew mirarme con recelo, así que le hago un gesto diciéndole “te tengo entre ceja y ceja”, por lo que me mira desafiante y le mueve el rabo al señor Brown, cuando se acerca al sector de los lácteos. Drew y yo, nos odiamos y nos amamos. Fuera del supermercado, es la persona más graciosa que he conocido, pero aquí dentro, tenemos una guerra fría por mantener nuestros puestos y seguir avanzando en la pirámide de cargos. Además, Drew carece de algo que yo si tengo, ganas de trabajar, prefiere andar detrás del señor Brown moviéndole el rabo, en vez hacer bien su trabajo y mantener el pasillo de los lácteos impecables, y se aprovecha de la buena voluntad de Simon y Juanita, para que hagan el trabajo que le corresponde hacer a él, y es por eso que nos llevamos mal. Al ser unos años mayor que yo, Drew piensa que tiene más posibilidades de escalar más, pero no sabe que estoy dispuesta a luchar contra quien sea, para surgir y ser alguien más, como me lo aconsejó mi ángel de la guarda, hace casi trece años atrás, cuando tan solo era una niña de once años. (…) La gente comienza a llegar, como de costumbre por lo que me pongo tras el módulo donde está la balanza, para comenzar a atender. —Buenos días, linda Zoe —Saluda la señora Stevens. —Buenos días, señora Stevens —contesto cordial—. ¿Qué llevará el día de hoy? —pregunto, ya que la señora pasa sola casi todo el día y a veces viene a conversar conmigo. —Vendrán unas amigas para el almuerzo, así que llevaré unos espárragos, tomates y algunos hongos —menciona, mientras toma unos tomates algunas cebollas, por lo que sonrío. Tomo los hongos y los espárragos, para ayudarle con su pedido. Voy pesando las cosas que me deja sobre la balanza, más las cosas que le he ayudado a elegir y las dejo en su carro. —Creo que están en oferta las pastas y las legumbres, por si le interesa —le comento y hace un asentimiento. —Es una buena idea, mi niña —Me sonríe—. Iré a mirar —Se aleja y me hace adiós con la mano. —¡Que le vaya bien con sus amigas! —exclamo y me levanta los pulgares. —Oye, que este no es el mercado, para que grites así —dice Drew, desde la esquina de su pasillo. —Tu no te metas en mi área y yo no me meteré en la tuya, “compañero” —hago las comillas al llamarlo así, ya que más que compañeros, somos rivales. —Olvidaba lo sensible que eras, niñata —bufa—. No tienes pasta más que para atender en las frutas y verduras —Se ríe con sorna. —Quédate en tu polo, osito —Le hago un gesto con la mano, para que vuelva a su lugar, mientras se acerca Nikki, con su traje apretado, haciéndole promoción a un jugo de naranjas. —Ignóralo, Zoe, no tiene vida propia e intenta meterse en la de los demás —cuchichea. —Lo sé, Nikki, no caigo en sus juegos inmaduros —Nikki se ríe. Un grito nos hace entrar en alerta a todos, por lo que se escucha gente corriendo y salgo de mi puesto para ir a ver qué sucedió. Cuando veo al señor Brown tirado en el suelo, inconsciente, mi pecho se aprieta de la angustia, ya que me moriría si le sucede algo. Corro hacia el lugar y me abro paso entre la gente que no hace nada más que mirar y quitarle oxígeno. —¡Hagan espacio que le quitan oxigeno, y por favor que alguien llame una ambulancia, en vez de quedarse mirando! —exclamo, dando órdenes, por lo que la gente abre espacio. —Ya llamé, vienen en camino —dice Nikki, acercándose a nosotros. Desabotono la camisa del señor Brown, y me acerco a escuchar si respira. Su respiración es muy lenta, pero suelto el aire contenido, al darme cuenta que si lo hace. Los minutos se me hacen eternos hasta que llega la ambulancia. Tomo mi teléfono, mientras sigo arrodillada a un lado del señor Brown, marco el número de la señora Margaret, su esposa. —¿Aló? —contesta. —Señora Brown, soy Zoe… —Suspiro y trato de controlar los nervios. —Hola, hija, ¿cuéntame? —dice con su tono tan maternal. —Necesito que esté tranquila, para lo que le voy a decir —advierto y la señora Margaret me hace un sonido afirmativo, pero lleno de preocupación—. Es el señor Brown, se desmayó en el supermercado, ahora mismo está llegando la ambulancia —comento y la escucho sollozar. —Aa-lbert… —No logra decir más, ya que se rompe a llorar. —Señora Brown, por favor, respire conmigo —Le pido, mientras escucho que vienen corriendo los paramédicos, así que me pongo de pie, sin dejar de prestar atención a lo que le hacen al señor Brown—. Ya están aquí los paramédicos atendiéndolo, les preguntaré a qué hospital lo llevaran y la veré allá, ¿de acuerdo? —pregunto y solo me contesta con un sonido afirmativo—. Por favor, esté tranquila, le diré enseguida dónde lo llevarán… Alejo el teléfono de mi oreja y le pregunto a uno de los paramédicos, dónde lo trasladarán. Le doy los datos a la señora Brown y corto la llamada, mientras los paramédicos le prestan los primeros auxilios y cuando escucho a uno de ellos decir “infarto”, mi mundo se cae en pedacitos. «¿Qué haría, sin el señor Brown?». **Flashback** Salía del refugio, donde me dejó un día mi ángel de la guarda, para dar una vuelta, ya que había ayudado a las hermanas a realizar los quehaceres, como lo hacía a diario como forma de agradecimiento por tenerme con ellas, por tantos años. Camino por un par de cuadras y al dar la vuelta a la manzana, cruzo la calle para continuar mi paseo por una cuadra a la que no había venido antes. Miro hacia todos lados, para memorizar el lugar y no perderme. Hay casas muy bonitas en los alrededores, además de apartamentos de cuatro o cinco pisos, como es lo común en el sector. Paso por fuera de un supermercado, donde hay un aviso de empleo, por lo que, por curiosidad, me acerco a mirar. “Se busca empaquetador, para cubrir el turno de la tarde. Sueldo base más propinas” leo la letra pequeña que aparece más abajo, “si eres menor de edad, necesitas el consentimiento de tus padres”. Bufo y miro hacia el interior. Se ve que es un lugar pequeño, pero acogedor. La mercadería está apilada con algunas formas extrañas y los empleados lucen felices, por lo que sonrío. —No pierdo nada, de intentarlo —Me animo. Así que camino hacia la entrada. —Bienvenida, adelante… —Me recibe una mujer, de melena ondulada y rubia, muy amable. —Gracias, la verdad venía por el aviso que está fuera —contesto amable y la mujer me sonríe. —Oh, claro… avisaré enseguida —dice con una sonrisa. Camina hacia donde está el guardia que está un poco más adentro de la entrada y le dice algo. Veo al hombre tomar su walkie talkie y decir algo a través del aparato. —Ya viene el señor Brown, el dueño —dice amable, guiñándome un ojo. Le sonrío y cruzo mis brazos por detrás de la espalda, mientras paso mi peso de un pie al otro, observando el lugar. Al ver que no me muevo de la entrada, algunas cajeras me miran con curiosidad, al igual que un par de chicos, que deben tener mi edad y están detrás del mesón para empaquetar las cosas, cuchichean entre sí. —Hola, bienvenida, ven conmigo —dice un hombre con cara de buena persona. El cabello completamente blanco, mejillas regordetas y sonrojadas, casi que me recuerda a Santa. —Si, hola —saludo y lo sigo. Llegamos al final del pasillo y abre una puerta, que da hacia unas escaleras, las cuales comenzamos a subir. Hay un pasillo con baranda, el cual da hacia el supermercado, donde se puede ver todo el interior. Está por encima de la entrada, por lo que la gente solo lo vería, cuando se va del supermercado, así que es genial. —Cuéntame, chiquilla… —dice amable. —Bueno, señor Brown —recuerdo el nombre que me ha dado la amable señora, en la entrada—. Vi su anuncio y me ha llamado la atención —comento—. Pero seré franca con usted —El hombre me mira con curiosidad. —Adelante —dice, con las cejas alzadas. —Si. Lo que pasa, es que yo no vivo con mis padres, por lo que me será imposible pedirles el consentimiento —comento y el señor Brown me mira de arriba abajo—. Verá… Vivo en el refugio Santa Clara —menciono y él abre sus ojos como platos. —Con la hermana María… —dice, mientras asiente—. Todos los meses, hacemos una colaboración al refugio —comenta sonriente. —Vaya, y se lo agradezco en nombre del refugio —contesto sonriente—. Resulta que vivo con las hermanas, desde los once años, y por las mañanas me dedico a ayudarles después de las clases, pero por las tardes quedo desocupada y me aburro —menciono y el hombre me sonríe. —Cualquier otro chiquillo de tu edad, preferiría quedarse haciendo nada… —dice, divertido. —Creo que no soy como cualquier chico de mi edad —respondo, encogiéndome de hombros. —¿Qué edad tienes y cual es tu nombre? —Suelta una carcajada que me hace reír—. Disculpa si no te pregunté antes, pero soy un poco distraído —dice entre risas—. No le vayas a decir a mi esposa, la hermosa rubia que te atendió en la entrada —Me guiña un ojo y vuelvo a sonreír. —Me llamo Zoe Anderson, y si, su esposa es hermosa —contesto sonriente—. Tengo 17 años, señor Brown —menciono. —Me encanta que seas tan educada, Zoe, te irá muy bien en la vida si sigues así —Me halaga y es algo que no me esperaba para nada. —Oh, gracias, señor Brown… nunca me lo habían dicho —Siento mis mejillas sonrojarse. —Llamaré a la hermana María y confirmaré con ella. ¿Te parece? —Asiento, ya que no tengo problema con eso, aunque no le había mencionado a la superiora, que quería trabajar. **Fin del flashback** Observo cómo lo suben con cuidado a la camilla, mientras trazo un plan en mi cabeza, ya que veo que nadie hace nada.
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