bc

Mi maldito hermanastro

book_age18+
389
FOLLOW
2.8K
READ
forbidden
family
HE
badboy
tragedy
sweet
serious
kicking
campus
city
childhood crush
like
intro-logo
Blurb

Cuando mi vida parecía perfectamente ordenada, todo se fue al carajo en un instante. Mi padre, Hernesto Piamonte, regresó de un viaje con una noticia que me voló la cabeza: se había casado con Tamara, la directora de su empresa… y ahora debía convivir con su hijo, Cristóbal Lombardi "Cris".

Cris no es cualquier chico. Arrogante, descarado, tatuado y con una mirada que derrite, fue expulsado de su universidad en Europa por su rebeldía y su actitud de chico malo. Vive entre fiestas clandestinas, alcohol, mujeres y carreras ilegales donde el riesgo y la adrenalina son su combustible. Es un diablo envuelto en carisma, provocación y un magnetismo que me hace querer y temer cada palabra que dice.

Yo, Ámbar, siempre responsable, estudiosa y con la vida planificada al milímetro, de repente me veo atrapada en su mundo. Cada mirada, cada sonrisa pícara y cada roce accidental despiertan en mí una atracción que no puedo ni quiero controlar. Nuestra convivencia es un campo minado de tensión s****l, desafíos y juego de poder; un verano que promete romper todas mis reglas y mi corazón.

Entre carreras ilegales bajo la luna, secretos familiares, celos que arden y noches que saben a peligro y deseo, me doy cuenta de que resistirme es imposible. Cris es fuego, caos y tentación, y yo estoy a punto de quemarme.

Ideal para fans de: romance prohibido, chicos malos irresistibles, triángulos amorosos, drama familiar, pasión latina, adrenalina y peligro al límite.

chap-preview
Free preview
Capítulo 1: La noticia que cambió todo
El sol de la tarde caía sobre Los Ángeles cuando vi el primer destello del carro bajando por la entrada de la mansión. Un taxi n***o se detuvo frente a la verja, y del asiento trasero bajó un hombre que no reconocí al instante… pero no estaba solo. Una mujer elegante, alta, con una sonrisa que parecía calculada, lo acompañaba. Desde la ventana, me quedé paralizada, observando cómo el chofer abría las puertas y los empleados de la casa empezaban a sacar maletas. Mi corazón latía a mil, una mezcla de curiosidad y sospecha. —¿Quién es ella? —susurré para mí misma, arrastrando el borde de la cortina. El hombre que bajó del taxi no era otro que mi padre. Ernesto Piamonte. Y esa mujer… ni idea de quién demonios era. Los empleados subieron maletas y cajas mientras la mujer mantenía esa sonrisa de “todo bajo control”. Mi estómago se retorcía. Finalmente, Ernesto entró por la puerta principal. Lo vi quitarse la chaqueta, con esa expresión de “tranquilidad que no engaña a nadie”. Me acerqué al vestíbulo, cruzando los brazos, y no pude evitar soltarlo: —Papá… ¿quién es esta mujer? Él me miró, suspirando como si llevara semanas preparándose para esta conversación. —Ámbar… —dijo, con esa voz grave que no admitía discusión—. Necesito contarte algo importante. —¿Qué pasó? —dije, cruzando las piernas, intentando mantener la calma mientras mi mirada no se apartaba de ella—. ¿Quién es ella? —Me casé —dijo Ernesto, firme—. En Italia, en secreto. Su nombre es Tamara, y… bueno, ahora es parte de nuestra familia. Mi boca quedó abierta. El mundo pareció detenerse por un segundo. —¿¡Te casaste!? ¿¡Y no me dijiste nada!? —grité, los ojos llenos de incredulidad—. ¿Por qué diablos no me avisaste, maldita sea? Tamara se acercó, elegante, segura de sí misma, y me tendió la mano: —Ámbar, mucho gusto. Soy Tamara. Sé que esto es un shock, pero… quiero que sepas que estoy aquí para hacer que todo funcione. —¿Funcion… qué? —dije, sintiendo cómo la rabia me subía por la garganta—. ¡Maldita vaina! ¡¿Y encima traes equipaje humano a esta casa?! Ernesto intentó calmarme, levantando las manos: —Ámbar… escucha. Esto no fue planeado para hacerte daño. Solo quería… —pero yo no dejé que terminara. —¿Hacerme daño? —dije, con la voz temblando—. ¡Papá, me dejaste afuera de tu vida y de tu matrimonio! ¡¿Y esta mujer viene a quedarse aquí?! Tamara sonrió con esa calma insoportable que tenía: —Ámbar, sé que es mucho para ti. Pero también quiero que conozcas a alguien más. Mi hijo. Cristóbal Lombardi, “Cris”. Vendrá a vivir aquí. Maldita sea. Todo explotó en mi cabeza: un hombre que ni siquiera conocía, y ahora la mansión se llenaba de intrusos. —¡No puedo creerlo! —grité, bajando la voz por momentos—. ¡Esto es una maldita locura! Ernesto bajó la mirada, mientras Tamara se acomodaba con esa sonrisa de “paciencia de madre”. —Ámbar, calma —dijo Tamara—. Todo se va a acomodar. Lo prometo. Yo no quería calma. Yo quería que todo fuera como antes. Pero ya no podía. Subí corriendo a mi habitación, cerrando la puerta con un golpe que hizo eco por toda la mansión. Abajo, la casa quedó en silencio. Ernesto suspiró, consciente de que había abierto una caja de Pandora. Tamara, elegante, firme, esperaba con esa sonrisa que decía: “Aquí estoy y no pienso irme”. Subí corriendo a mi habitación, cerrando la puerta con un golpe que hizo eco por toda la mansión. Me dejé caer sobre la cama, respirando con fuerza, sintiendo que la rabia y la confusión me consumían por dentro. ¿Cómo podía ser tan irresponsable? ¿Cómo podía casarse en secreto y traer a su esposa a vivir aquí sin siquiera avisarme? Maldita sea, esto era un completo desastre. Miré por la ventana hacia el patio y vi a Tamara bajando elegantemente de las escaleras, ordenando las maletas con la ayuda de los empleados. Todo en ella era impecable: su postura, su voz, su sonrisa. Y yo estaba aquí, con la pijama arrugada, el cabello despeinado, sintiendo que el mundo se me venía encima. —¿Quién se cree que es? —susurré, apretando los puños sobre la colcha—. ¡Maldita vaina! Mi teléfono vibró sobre la mesa de noche. Era Peyton. Probablemente quería preguntarme qué pasaba. Suspiré, sabiendo que no podía ocultarle esto por mucho tiempo. Contesté. —¿Ámbar? —su voz sonó preocupada—. ¿Qué pasó? Te escuché gritar desde aquí hace un rato. —Papá… se casó —dije, dejando escapar un suspiro que casi me quiebra la voz—. En secreto. Y… y trajo a la mujer a vivir aquí. Y tiene un hijo… un tal Cristóbal “Cris” Lombardi. —¡¿Qué?! —exclamó Peyton, y por el otro lado de la línea pude escucharla dar un pequeño grito de sorpresa—. ¡Eso sí que es un golpe bajo! —Te lo digo yo —continué, pasando las manos por el rostro—. ¡Todo se fue al diablo en segundos! —Respira, Ámbar —dijo ella con su tono calmado—. Esto no es el fin del mundo. Solo… respira. Suspiré de nuevo, tratando de calmarme. Peyton tenía razón, pero ¿cómo podía calmarme cuando de pronto mi casa, mi espacio, se sentía invadido por dos personas que ni siquiera conocía? Escuché un golpe en la puerta y Tamara, con esa voz suave y controlada, preguntó: —Ámbar, ¿puedo pasar? Mi primer impulso fue decir que no, que se largara de mi vista. Pero algo dentro de mí me decía que no podía huir de esto para siempre. Abrí la puerta un poco, solo un espacio. —Mira, entiendo que esto es… mucho —dijo Tamara—. No espero que me aceptes de inmediato, pero quiero que sepas que no estoy aquí para reemplazar a nadie. Solo… para ser parte de la familia. Su mirada era sincera, pero yo seguía con el corazón encogido. —No sé si puedo hacerlo —murmuré, cruzando los brazos—. No pedí esto, ni a ti ni a tu hijo. —Lo sé —dijo Tamara, inclinando la cabeza—. Pero también sé que juntos podemos encontrar la manera de convivir. Y Cris… es un chico complicado, sí, pero tu padre quiere darle otra oportunidad aquí. Mi mente dio un salto. Cris. Su nombre resonaba en mi cabeza. Un chico que yo no conocía, que venía a instalarse en mi casa. Y según Tamara, mi padre lo veía como un proyecto… como si fuera una especie de redención. —Perfecto —dije, con un tono seco—. Así que no solo tengo que lidiar con tu presencia, sino con la de tu hijo problemático. Excelente, papá. —Solté un suspiro, más sarcástica que otra cosa—. Maldita sea, esto va a ser un caos. Tamara sonrió levemente, pero no dijo nada. Era obvio que estaba acostumbrada a este tipo de conflictos. Dio media vuelta y se marchó, dejando atrás un rastro de perfume elegante que me hizo arrugar la nariz. Me dejé caer de nuevo sobre la cama, mirando el techo. Podía oír a los empleados moviendo las maletas en el vestíbulo, los pasos de Ernesto caminando de un lado a otro, probablemente intentando organizar todo. Y yo… yo estaba atrapada en medio de esta maldita locura. Respiré profundo, tratando de calmarme, aunque sabía que no iba a ser fácil. Maldita vaina. ¿Cómo me iba a acostumbrar a esto? ¿A compartir mi casa con dos intrusos que aparecieron de la nada y que ahora eran mi familia? El sol ya se estaba escondiendo detrás de los edificios, tiñendo la habitación de tonos naranja y violeta. Y mientras miraba por la ventana, juré para mí misma que no dejaría que nadie me hiciera sentir pequeña en mi propia casa. Ni Tamara, ni Cris, ni , mi propio padre. Porque aunque todo estaba cambiando, una cosa estaba clara: yo no iba a rendirme sin pelear.

editor-pick
Dreame-Editor's pick

bc

30 Days to Freedom: Abandoned Luna is Secret Shadow King

read
311.3K
bc

Too Late for Regret

read
292.8K
bc

Just One Kiss, before divorcing me

read
1.7M
bc

Alpha's Regret: the Luna is Secret Heiress!

read
1.2M
bc

The Warrior's Broken Mate

read
138.4K
bc

The Lost Pack

read
407.9K
bc

Revenge, served in a black dress

read
148.5K

Scan code to download app

download_iosApp Store
google icon
Google Play
Facebook