Desperté con un dolor de cabeza que me taladraba las sienes. La habitación olía a perfume, a jabón y a algo más… a él. No entendía bien por qué, ni cómo, pero el aroma de Cris estaba impregnado en mis sábanas, como si la noche anterior él hubiera estado aquí.
Me giré lentamente, y el cuerpo me pesaba. Tenía puesta mi pijama rosa, la que uso cuando quiero sentirme bonita aunque nadie me vea. Todo era confuso. Tenía la mente llena de imágenes borrosas: luces, música, risas… un vaso en mi mano… y luego el rostro de Cris.
Me dolía recordar.
Sentía la garganta seca, la piel fría, y un vacío raro en el pecho.
Intenté juntar los pedazos de memoria como quien arma un rompecabezas roto: uno de los muchachos acercándome un trago, mi risa tonta, sus ojos mirándome desde lejos con ese gesto entre
