DOS

2119 Words
Llevo desde que era un niño preparándome para ser quién soy hoy. Aunque supongo que las decepciones me han hecho ser alguien frío. Las decepciones y que me di cuenta de que todo el mundo vela por sus intereses y no puedes ser un pececillo en un mundo de tiburones. Por eso me convertí en uno. Papá siempre me ha dicho que deje mi corazón y mis sentimientos a un lado, que siempre juegan malas pasadas. Que me centre, que siga creando riqueza y no cometa el fallo de enamorarme, pero él lo hizo, ¿no? Él construyó un imperio con mi madre al lado, ¿por qué yo no podía hacer lo mismo? La chica italiana de la que estaba enamorado no me quería por mi dinero como él y mamá decían, ella era diferente, yo lo sabía y por eso quise darle el mundo. Pero no salió bien. Luché por ella contra viento y marea. Me jugué ocupar el cargo de mi padre por ella y... — Espero que pase una buena estancia —la chica de recepción me sonríe y asiento. Ha sido un vuelo largo y lo que necesito es dormir, pero no puedo evitar mirar hacia todos lados por si la veo, aunque imagino que no se paseará por el lujoso hall del hotel si limpia habitaciones. Me subo en el ascensor con más gente y espero pacientemente para bajarme en mi planta. Paso la tarjeta por el scanner y la puerta se abre. Mi maleta ya está allí y paseo por la gran suite hasta llegar a la cama y tirarme. — j***r —murmuro pasando una mano por mi rostro y suspiro pesadamente. En realidad tengo mucho trabajo que hacer y por eso he traído mi portátil. Llamo a Nikolay cuando me quito la camisa y la tiro al suelo y mi amigo no tarda en cogerme el teléfono. — Tenemos contrato con la UEFA —me informa. — Sabía que lo conseguirías. — Tu padre se está subiendo por las paredes y creo que va a ir a Marbella a matarte. — Por mí puede hacerlo —cojo el portátil y lo abro encima de la pequeña mesa que se encuentra frente al sofá—. ¿Cómo van las negociaciones con Venezuela? — Mal, van mal —suspira—. Te has ido en un momento complicado. — Estaré ahí en un par de días, de todos modos hace tiempo que no me tomo vacaciones. — Ya ya, pero hombre, ahora no era el momento —suspira con pesadez y abro mi e-mail— ¿La has visto ya? — No estaría llamándote. — Sabes que pienso que esto es una mala idea, la chica se fue, deberías haber pasado de página. — Me robó dinero, Niko, no me jodas. Creo que iré personalmente a la India a ver qué podemos hacer allí, no podemos perderlos como Venezuela. — Dinero que has recuperado. Vamos, ella está limpiando hoteles. ¿Cuánto te robo? ¿Mil euros? ¿Dos mil? — Cien mil. Mi amigo suelta una carcajada pero a mí, no me hace gracia. Llegar a casa y verme la caja fuerte vacía no era lo que me esperaba, y eso porque no sabía la combinación de la que tenía en el despacho. — ¿Y qué hace limpiando? ¿Ya se ha quedado sin dinero? —Se ríe— Habrá vivido a lo grande hasta que se ha quedado sin él. Fiestas, drogas, alcohol... Marbella. — Tengo que dejarte, voy a darme una ducha. — Dice tu hermano que deberías hablar con tu padre, está muy enfadado. — Quizás lo llame después. Nada de prostitutas en mi oficina —le digo antes de colgar el teléfono. Respondo a varios emails y cuando llegó al cuarto de baño, me quedo desnudo frente al espejo. Mi físico ha mejorado durante este año ya que me tomé el gimnasio en serio. Era eso o liarme a hostias con todo el mundo, claro. Mi espalda está más ancha, mis abdominales marcados y mis bíceps no están nada mal. Me corté el pelo y me dejé barba. La justa para parecer más serio e interesante o al menos eso decía ella cada vez que pasaba un par de días sin afeitarme. “Chiara pasa sus dedos por mi barba incipiente y sonrío un poco. — Me gustas más con barba —dice. Estamos en la cama y la alarma ha sonado un par de veces pero no quiero levantarme. Pronto la empresa sería mía y sabía que estos momentos atrasando el despertador se acabarían. — Pensé que te pinchaba —paso mis dedos por mi barbilla. — Bueno, ahí abajo me hace un poco de cosquillas, tengo que admitirlo. Suelto una carcajada y ella apoya su cabeza en mi pecho. La aprieto contra mí y beso su coronilla cuando el despertador vuelve a sonar. — No quiero que te vayas —susurra—. Estoy un poco sola aquí. Suspiro pesadamente. — Lo sé, volveré pronto hoy y haremos lo que quieras, ¿vale? — ¿Me lo prometes? —Levanta la cabeza de mi pecho y me mira. — Te lo prometto, amore mio. Ella sonríe porque le encanta que hable en italiano. Puedo manejarme en su idioma, pero no lo suficiente, al menos ella ha intentado enseñarme algo y yo del ruso, aunque le está costando bastante trabajo adaptarse. — Tuviste suerte que hablara inglés —da con su dedo en mi nariz y sonrío. Me levanto cuando ella se separa de mí y da en mi trasero antes de que me aleje de la cama. — Tienes mejor culo que yo, tenía que hacerlo —se excusa. — Mi culo es tuyo, nena, nunca lo olvides”. Dejo que el agua fría de la ducha caiga por todo mi cuerpo e intento relajarme un poco, pero no lo consigo. Saber que ella está aquí hace que mi corazón bombee deprisa. Tengo un vago recuerdo del sonido de su risa y, a pesar de todo lo que me ha hecho, estoy deseando escucharla de nuevo. Aunque primero tiene que devolverme el dinero, claro. Para eso quería buscarla, ¿no? Quizás debería haber echado a la policía tras ella y que la hubieran juzgado por ladrona o quizás debí salir detrás de ella cuando empezó a caminar hacia la salida, pero Mark Ivanov no corre detrás de nadie. Pero ahora estás en Marbella detrás de ella. Gruño y me salgo de la ducha. Rodeo una toalla alrededor de mi cintura y salgo del baño. Voy hacia la maleta que he dejado encima de la cama. Me pongo ropa cómoda. Una camisa blanca de mangas cortas y unos pantalones por la rodilla. Algo fresco para intentar no morir en este infierno de ciudad. Bajo a recepción y espero que la chica pueda ayudarme, pero cuando le pregunto por una de sus empleadas, se niega a darme la información que pido. — No puedo dar información sobre los trabajadores —dice—. Mucho menos su horario, lo siento, señor. — ¿Sabe quién soy? —Me señalo con las gafas de sol. — No, no sé quién es, pero es política de privacidad de la empresa. — Quiero hablar con su superior. Ella me observa con los ojos entrecerrados y levanta el teléfono. Le dice en español que hay un señor que desea y verle y, cuando cuelga, con una sonrisa que indica que soy estúpido, me dice que me aparte un poco y me espere. Hago lo que me pide y miro hacia mis lados realmente esperando verla y no tener que hablar con el director del hotel. En los archivos sale que vive aquí, así que, muy lejos no tiene que estar, pero dudo que me digan en qué parte del hotel viven los empleados. Me siento en uno de los butacones cuando veo que la espera va para largo y cojo mi teléfono para responder a los mensajes. Las llamadas perdidas de mi padre no tardan en aparecerme y decido que es mejor que me eche de menos un poco. Hace tiempo que no me ausento del trabajo, que no me pillo unas vacaciones. No he vuelto a tener vacaciones desde que estuve con Chiara en Las Bahamas. “Su pelo castaño largo y ondulado está recogido en una trenza y lleva un sombrero de paja. Un bikini celeste hace que medio hotel mire a mi chica y me doy cuenta la suerte que tengo porque ella es mía. — ¿Quieres un mojito? —Le pregunto poniendo uno cerca suya. Ella se quita las gafas de sol y se sienta en la tumbona. Su piel está blanca porque en Rusia no nos suele dar mucho el sol y como echaba de menos el calor y la playa, aquí estamos, disfrutando de unas merecidas vacaciones antes de que tome el control de la empresa. — Sí, gracias —se sienta en la tumbona y coge el vaso. Pone la pajita en sus labios y sorbe—. Echaba de menos el sol quemando mi piel. — Tu piel también lo echaba de menos, estás roja. — Como una gamba —se ríe—. Tú también está rojo. — Eso es porque no me cuidas lo suficiente, no me has echado protección —dejo el mojito en la pequeña mesa que tenemos al lado de las tumbonas. — ¿No sabes echarte protección tu solo? —Alza su ceja y vuelve a beber. — Creo que no, necesito unas manos expertas para no quemarme. Ella sonríe de lado y deja el mojito junto al mío. De su bolsa de mimbre, saca un bote de protector solar y me tumbo para que ella pase sus manos por mi cuerpo extendiendo la crema. — A ver… El liquido cae en mi pecho y sus pequeñas y finas manos pasan por él, extendiendo la crema blanca. — Me llevaría todo el día tocando tus abdominales, señor Ivanov. Me hace reír y niego con la cabeza mientras ella sigue pasando sus manos por mis abdominales. Es pervertida, mucho. Tiene una mirada pícara que me encanta y sabe como seducirme… j***r, me tiene en la palma de su mano. — ¿Ya estás animado? Compórtate. Date la vuelta, voy a echarte en la espalda. Hago lo que me pide y cierro los ojos al sentir sus manos en mi espalda. — Creo que vamos a tener que ir a la habitación, Chiara. — Aún no nos hemos terminado los mojitos. — Podríamos pedir otros cuando terminemos. — ¿Cuándo terminemos el qué? —Da una palmada en mi trasero. — No juegues, preciosa.” Un hombre de unos cincuenta años, casi canoso y bajito se encuentra frente a mí. El traje de chaqueta azul le queda un poco grande y me pregunto si no gana dinero para hacerse uno a medida. — ¿Señor Ivanov? — Sí —me levanto. — Soy Adam Jones —estrecha mi mano— el director del hotel, ¿puede acompañarme a mi despacho? — Claro. Lo sigo hasta llegar a un pasillo y nos metemos en una de las puertas, que nos lleva a otro pasillo. El hotel es grande, pero no tardo en estar en su gran despacho donde me siento en la silla frente a su escritorio. — Bien, señor Ivanov, me han comunicado que desea saber el horario de una de nuestras limpiadoras, ¿cierto? — Sí. Probablemente me haya buscado en Google o quizás tiene mundo para saber quién demonios soy. — Nuestra política de privacidad no permite dar a conocer los horarios de los empleados o cualquier información relacionada con ellos. — Es mi prometida. — De todos modos… — De todos modos creo que debería recomendar otro hotel a mis accionistas para la próxima —me levanto. — Señor Ivanov, creo que… Podemos arreglar esto. — ¿Qué puede ofrecerme? Él suspira pesadamente y abre su portátil, espero pacientemente a que me diga algo. No tengo paciencia, en serio que no la tengo. Quiero encontrarme con ella, quiero verla. Quiero ver su nuevo aspecto porque ha cambiado, lo he visto en las fotos. Quiero pedirle explicaciones y que me cuente que cojones ha hecho con mi puto dinero. — La señorita Bianco limpiará su habitación mañana. — Perfecto, muchas gracias, señor Jones. Me levanto y salgo de allí derecho al restaurante porque necesito una copa urgente. Normalmente soy alguien que mantiene la calma, pero no en esta situación, no cuando llevo un año buscándola. Lo que tengo que hacer es jugar mis cartas muy bien para que no se vaya huyendo de la habitación.
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