Disney World

3265 Words
Giselle se había reído a carcajadas cuando Sarah le había contado mi caída. Yo también acabé riéndome a pesar de tener unos hematomas en mi espalda. Es sábado y las chicas han decidido hacer una escapada a Disney World. Nunca son suficientes las veces que visito el parque. Así que, me pongo mis deportivas blancas y me miro al espejo. Pantalones vaqueros negros altos, camiseta blanca de mangas largas y mi pequeña mochila en mi espalda. Mi pelo está liso y me he maquillado. Sarah y Giselle no tardan en estar listas y pasamos a recoger a Jenna. Giselle conduce y lo agradezco. Sarah se encarga de ir en la parte de atrás conmigo y nos hacemos fotos hasta que una de ellas le convence y la sube a **. Hay que decir que tarda en elegir el efecto unos cinco minutos. — ¿Qué tal con Adam? —Pregunto. — Muy bien. Me preguntó por ti para ver como estabas. — Ajam, seguro que después se reiría todo lo que no pudo en ese momento. — Seguro —ríe Sarah—, pero eso nunca lo sabremos. También me contó la cara que se te quedó cuando los vistes. — Me quedé sorprendida, no me lo esperaba. Antes no los había visto en mi vida y ahora no dejo de encontrármelos, hasta en el gimnasio al que mi amiga ha insistido en que nos apuntemos. — Lo siento —sonríe—, entiéndeme, es la primera vez que me gusta una persona tan rápido. Estaba buscando gimnasio y él me recomendó el suyo. No quería ir sola. — ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Pensabas que iba a decirte que no? —Ella me mira alzando una ceja— Vale, seguramente te hubiera dicho que no. — Y me hubieras llamado acosadora. — Seguramente. Ella me da un golpe en el brazo y me quejo. Giselle aparca y salgo del coche colgándome mi mochila. Ya tengo una sonrisa en mi rostro y solo estamos en el parking, pero desaparece cuando veo a un chico con sus brazos y cuello tatuado. Al lado  está Adam, Jason y un chico que no conozco. — ¿Qué es esto? —Me paro en seco antes de llegar a ellos. — Vamos, Grace, no montes un espectáculo —Giselle se gira y se quita las gafas de sol. — ¿Espectáculo? ¿Por qué no me decís que venimos con ellos? — Porque a lo mejor no quieres venir y no queremos que te quedes en casa —dice Sarah. Alzo mis cejas y abro mis brazos intentando buscarle sentido a todo esto. Vale, sí, seguramente no hubiera ido porque no me apetece estar tocando el violín mientras los demás tienen una cita, tengo cosas más importantes que hacer un sábado como… Ver la televisión, por ejemplo. Giro sobre mis talones para ir al coche y Giselle pone su mano en mi brazo. —    Grace, sé que hemos hecho mal, pero nos están esperando, y han traído a un amigo para que seamos pares. — Ah, genial. Me encanta, sois muy simpáticos todos por pensar en mí de esa manera, pero no necesito a nadie para no sentirme sola. — ¿Por qué no puedes verle el lado bueno a las cosas? —Se cruza de brazos. — ¿Qué lado bueno? Me siento completamente al margen de todo. No me avisáis nunca de que vamos a quedar con ellos y la verdad, me gustaría saber con quién vamos a quedar y cuando van a venir a casa para no aparecer desnuda algún día —me cruzo de brazos. — No estás al margen de todo, simplemente ahora tenemos nuevos amigos y debes aceptarlo —Giselle me empuja para que camine. — No me importa tener nuevos amigos, pero los tengo hasta en la sopa —me quejo. Mi cara no es la mejor del mundo y sin embargo ellos, me sonríen como si fuera su mejor amiga en el mundo. — Chicas, este es Billy —Jason lo presenta con una sonrisa. — Hola —el castaño sonríe abiertamente y ya, por la felicidad que irradia, me cae mal. Tengo que controlar mis malas pulgas porque acabaré sola acariciando un gato mientras veo los programas del corazón. — ¿Es la primera vez que vienes? —Me pregunta Billy poniéndose a mi lado cuando entramos en el parque. — No, he venido un par de veces. — Se te ve ilusionada como si fuera la primera vez. — Me encanta este sitio. ¿Y tú? — Es la primera. — ¿La primera? Jenna también es la primera vez que está aquí. Y en el tiempo que dura la cola, me cuenta que tiene veinticinco años, que es mecánico y que conoció a los chicos en el gimnasio. Aunque imagino que no lo frecuenta mucho porque su cuerpo delgado no está trabajado como el de los demás. — Estás asustando a los niños con esa cara de agrio —le digo al chico tatuado cuando estamos en la cola de una atracción. Los chicos no tardan en reírse en voz alta y él me mira sin ningún humor en su rostro. — La que llevas tú desde que te conozco —contesta. Las chicas ríen. Si pretende ofenderme, no lo está consiguiendo. — Entonces debería denunciarte por derechos de copyface. Jared me mira divertido. — ¿Copyface? Es lo más malo que he escuchado en mi vida. Giro mi cara a Billy para que continúe contándome algo sobre su familia y unas vacaciones en un lago... ¿O es un bosque? No lo sé. La verdad es que aún me duele el cuerpo por la caída y el hematoma que tengo en mi trasero no ayuda mucho cada vez que me siento en los duros asientos. Tengo que decir que Billy es muy simpático, pero muy hablador. Si pudiera hablar en la bajada de la montaña rusa, hablaría, pero yo no podría escucharlo. Jamás había echado tanto de menos el silencio. Todos van a su rollo, gastándose bromas, haciéndose fotos y Billy solo habla, habla y habla y yo me encargo de decir «ajam, ¿en serio? y sí». También me río cuando él lo hace. — ¿Me estás escuchando? —Pregunta Billy mirándome con el ceño fruncido. Alzo una de mis cejas, y, con la poca paciencia que me queda, le respondo: — ¿Escuchándote? Llevo seis horas haciéndolo. — ¿Me estás diciendo que hablo mucho? — Seguramente se inspiraron en ti para crear a asno, de Shrek —bufo—. Me largo. Billy me tiene tan saturada que solo quiero llorar porque me han encasquetado a un hablador y ni siquiera he podido disfrutar como suelo hacerlo. Salgo de esa cola que llevamos esperando veinte minutos y decido irme a uno de los bancos que hay. — Eh, espera. Tampoco es para ponerse así —escucho la voz de Jason y me giro. — Tú y tus amigos me habéis arruinado el día trayendo al señor mudito —ironizo—. No tengo nada en contra vuestra, pero no me vais a caer mejor después de esto —me cruzo de brazos. — De acuerdo, tienes razón. Billy es un pesado. — Un gran pesado. — Vale, un gran pesado, pero no lo hemos hecho con mala intención. Simplemente queríamos que fuésemos pares para las atracciones. Vaya gran mentira. Mi ceño sigue fruncido y dudo mucho que pueda quitarlo enseguida, ya que sigo enfadada. — Venga, no te enfades, te invito una cerveza en ese bar de Mickey, espero que la vendan con alcohol. Sigo a Jason y me siento en una de las mesas a esperar a que venga. Muerdo mi labio con fuerza hasta que lo veo acercarse con las cervezas. Pone una frente a mí y él se sienta. Ambos nos quedamos callados, yo mirando por el ventanal como la gente va de un lado a otro y él mirando su cerveza. — Me dijeron que te diste un buen golpe ayer en el gimnasio. Giro mi rostro para mirarlo y le doy un trago a la cerveza. — Sí, olvidé parar la cinta. — No eres la primera a la que le pasa. — ¿A qué te dedicas? — Fisioterapeuta. — Vaya, es interesante. ¿Estás trabajando de eso? — Tengo la consulta en casa, sobraba una habitación y a los chicos no les importó que la pusiera. Me han  hecho un gran favor. — ¿De qué los conoces? —Pregunto, curiosa. — Gimnasio. — ¿Los tres os conocisteis allí? — Jared y Adam ya se conocían de antes —bebe de su cerveza—. ¿Qué haces tú aparte del club? — Estaba haciendo psicología pero me quite el último año. — ¿No te gustaba lo que estabas estudiando? —Niego con la cabeza—      Oye... ¿puedo hacerte una pregunta? — Claro. — ¿Sabes si Jenna está con alguien? Me quedo tan confusa que lo único que puedo soltar es una carcajada. — No lo sé —me encojo de hombros—, la conozco desde hace poco —Jason hace una mueca y veo a Jared mirar a nuestra dirección—. Mira, ahí viene tu amigo el simpático. Jason sonríe abiertamente y observo a Jared entrar. Él hace su camino hacia nosotros bajo mi atenta mirada. Es jodidamente potente el tío y él lo sabe. — ¿Bebiendo en Disney World? —Pregunta sentándose al lado de Jason. — Siempre. Voy al baño. Jason se levanta y quiero gritar que no me deje aquí sola con él. Lo veo irse y Jared coge la cerveza de Jason para beber de ella, ya que ni siquiera la ha tocado. — No deberías haber hablado así —dice. Alzo una ceja. — Y vosotros no deberíais haberme traído a alguien para que me hiciese "compañía" —hago las comillas con mis dedos—. Sé tocar el violín o sujetar una vela. Para mi sorpresa, Jared se ríe un poco, pero solo un poco. — De acuerdo, ¿te hubiera gustado entonces tocar el violín? — Sí. — ¿Y qué violín ibas a tocar? No hemos salido en parejas —se apoya en el respaldo de la silla. Lamo mis labios y le doy un sorbo a mi cerveza porque su mirada hace que me sienta muy incómoda. — Sarah está colada por Adam y espero que él también lo esté por ella. Jason acaba de preguntarme si Jenna tiene novio y tú —lo señalo—, estás muy unido a Giselle. — ¿Unido a Giselle? Todos somos amigos, algo que no eres capaz de ver. No sueles relacionarte mucho con hombres, ¿no? Me quedo callada porque no voy a entrar en su juego y bebo de nuevo de mi cerveza haciendo que él sonría y se anote un punto .Jason aparece y se queja porque Jared se está bebiendo su cerveza. — No deberías  haberla dejado entera —se encoge de hombros. — ¿Y tú dejas que se beba la cerveza? —me mira. — No era mía —me encojo de hombros. Jared ríe y Jason se sienta de nuevo. — Tenemos que buscar ahora a los demás. — Se iban a yonosédonde —dijo Jared. — Qué información más útil, has ayudado mucho —respondo. — Por lo menos no dejo de correr mientras la cinta está encendida, ¿qué tal el hematoma en tu culo? — Bien, está perfecto, ¿quieres verlo? —Alzo mis cejas esperando su respuesta. ¿Quién se lo ha dicho? — No me importaría. — Debería haber visto eso —dice Jason haciendo que deje de mirar a su amigo por lo que ha dicho. — Su cuerpo salió disparado hacia las máquinas de detrás —Jared hace un movimiento con su mano—. Fue un show, todo el gimnasio pensó que se había matado. Jason ríe y niega con la cabeza. No me río, porque no me hace gracia, o por lo menos que él lo cuente. — ¿Quién tiene ahora cara de agria? — Estás molestando a alguien mucho más pequeño que tú. ¿No te da vergüenza con la edad que tienes? Jason suelta una carcajada y palmea el hombro de Jared. Me bebo lo que me queda de cerveza de un trago y cuando quiero sacar la cartera para pagarle la cerveza a Jason, él habla: — Ni se te ocurra, ya me invitarás la próxima —me sonríe—. j***r, ¿qué digo? Jared dame el dinero de mi cerveza. Esta vez soy yo la que se ríe y me levanto de la silla. — Vamos a buscarlos. Salimos del bar de Mickey, está atardeciendo y el cielo tiene colores naranjas y rosas en él. Me giro para ver a los chicos esperándome ya que me he parado. Los sigo e intento no perderlos de vista. — ¡Vamos a montarnos aquí! —Tiro de la camiseta de esos dos chicos para que paren. Ellos miran la atracción y Jason hace una mueca. — Me dan miedo las alturas —responde. Miro a Jared esperando que él me diga que sí, no quiero montarme sola y tampoco hacerlos esperar. — No. — ¿Por qué? — ¿Quieres que me monte contigo después de ser tan borde? — Eso no es ser borde, aún no he sido borde contigo. — No —dice Jared. — Vale, vámonos entonces. Empiezo a caminar y una mano se pone alrededor de mi brazo. — Venga, vamos —escucho la voz de Jared. Sonrío y le dejo mi mochila a Jason para ir a la cola, que por suerte, no hay mucha, pero el silencio entre nosotros es tan incómodo que seguramente se me hará eterno. — ¿Seguro que puedes montarte aquí? —Me pregunta—. ¿No hay altura mínima? — Claro que puedo —me ofendo—. Doy la altura. — Quién lo diría... — ¿Quién es el borde ahora? — No estoy siendo borde. — Me estás llamando bajita. — ¿Es que acaso no lo eres? — Sí, pero mido más de un metro y veintidós centímetros —me cruzo de brazos. — Oh, lo siento —sonríe. — ¿A qué te dedicas? — Asesor fiscal. Lo miro sorprendida. — ¿Asesor fiscal? Pensé que eras el jefe de una banda peligrosa de motoristas. Jared, para mi sorpresa, se ríe. — ¿Una banda peligrosa de motoristas? —Se cruza de brazos y me fijo en sus músculos. — Sí. ¿Te dejan llevar todos esos piercings y tatuajes? — Sí. — Sorprendente. Nos quedamos unos minutos en silencio, yo escuchando la conversación que tienen los de delante sobre la comida basura y Jared... bueno, Jared no sé en lo que está pensando. Los asientos son de dos y lamo mis labios cuando nos montamos. Estamos en el primer vagón y odio completamente ser la primera. — No me gusta estar la primera —digo mientras subimos. — ¿No? Es lo mejor, así ves la caída. — No me gusta ver la caída —me agarro con fuerza al asiento. — ¿Te da miedo? Pensé que te gustaba. — Y me gusta. Junto mis labios en una fina línea cuando estamos llegando al final y cierro los ojos con fuerza cuando siento el corazón en la garganta debido a la gran caída y velocidad. Cuando salimos, intento ponerme bien el pelo y corro a ver la foto. ¿Por qué Jared sale tan jodidamente bien y mi cara es....? ¿Qué me ha pasado en la cara? — Me voy de la vida, debería cambiarme de cara —murmuro. Jared está a mi lado, apoyado en el mostrador, su mano está en su boca y está sonriendo. Quiere reírse. — Puedes reírte, te dejo. — No —se pone serio—. Vamos. ¿Cómo lo ha hecho? Su capacidad para cambiar de estado de ánimo es completamente asombrosa. Lo sigo y Jared para en seco. — Me he dejado el móvil en el mostrador, ahora vengo. Sigo caminando para encontrarme con Jason y Jared vuelve. Todos están allí esperándonos y veo a Sarah con unas orejas de Minnie en la cabeza. — ¡Qué guay! ¡Yo quiero unas! —las admiro. Ella saca de su mochila unas y no tardo en ponérmelas. — Te quiero. Jason me da mi maleta y lamo mis labios para ver a Billy, que está con su móvil. Sarah me da un empujón para que vaya a disculparme y no me queda más remedio que ir. — Siento lo de antes —le digo. Él levanta la vista de su móvil. — No te preocupes, no eres la primera persona que me lo dice. Tengo que controlarme —se encoge de hombros.     Aparco frente a la casa donde he crecido y me bajo del coche. Papá no tarda en salir y mira con el ceño fruncido mi viejo coche de segunda mano. Él luce como siempre, ni siquiera veo una arruga más en su rostro cuando me acerco a abrazarlo. Siempre he pensado que ha tenido que hacer un pacto con el diablo para siempre lucir igual, incluso su bigote sigue igual que siempre. — Deja de buscar arrugas nuevas en mi cara —dice—. Solo tengo cincuenta años. — ¿Estabas mirando por la ventana? — El ruido del coche me ha hecho saber que estabas aquí, cada vez suena peor. Él se acerca a mi coche y sé que se llevará todo el día con él hasta que le encuentre el fallo. Abre el capó y mira el agua y el aceite asegurándose que cumplo con los cuidados del coche. — ¿Hilda no está? —Le pregunto. — En su casa. — ¿Cómo te va con ella? — Solo somos amigos. — Claro —murmuro—. Deja el coche, ya lo miraras después. Está viejo, es normal que se escuche tan mal. Mi padre cierra el capó y me dirijo a casa. Todo está como mamá lo tenía aunque él ha cambiado algunas cosas que no le gustaban. — ¿Cómo está tu madre? — Está bien —lo sigo a la cocina. — ¿Sigue odiando a los hombres? —Saca la leche del frigorífico y sirve el café en tazas. — Con todo su corazón. ¿Cómo te sientes al ser el responsable de ese odio? Él se encoge de hombros. — Pienso que tiene muchas tonterías, no le hice nada para que me odiara. Sigue siendo una inmadura. — Y tú un friki —veo el calendario de Stars Wars que tiene en la cocina. Es nuevo, porque nunca antes lo he visto. O quizás es que ya llevo tiempo sin venir. — Lo dice la chica que empapeló la habitación con posters de los Jonas Brothers. — Tenía trece años. — Es lo mismo. — Rotundamente no. Cojo mi taza de café y vamos al salón, donde la televisión está puesta a un volumen bajo. Me siento y papá remueve su café. — ¿Qué tal el trabajo? —pregunto. — Bien, va bien. ¿Y a ti? — Bien —me encojo de hombros. — ¿No piensas volver a la Universidad? — Acaba de empezar el año, ni siquiera llevo dos meses fuera de ella. Ya veré lo que hago. — De acuerdo, de acuerdo. Solo quiero un futuro para ti. — Lo sé, pero tener una carrera ya no me asegura tener ningún futuro. — ¿Estás bien? ¿No te ha pasado nada para que quieras dejarlo? Suspiro por la cantidad de veces que hemos tenido esta conversación. — No, papá, ya te lo he dicho. Mi relación con papá es... Rara porque nunca sé que hablar con él. Intento sacarle tema de conversación pero a veces me da la impresión de que no me escucha. Y bueno, no es una impresión, es que no lo hace, es como hablar con la pared. Él siempre había querido tener un hijo, y el único hijo que había conseguido tener era una niña. Mi madre se fue de casa cuando yo estaba en plena adolescencia rebelde y mi padre tuvo que poner mano dura. Ambos nos quedamos en el umbral viendo como ella se iba en un taxi y con una sola maleta para empezar de nuevo. Ella jamás me dejó de lado y me llama todos los días, también vuelve a verme y nos quedamos en un hotel para compartir cosas de madre e hija como ir de compras o hablar de chicos, cosas que con mi padre no puedo hacer aunque lo intente.  No hay tema de conversación más allá de lo que hemos hablado. Nos dedicamos a mirar la televisión, el canal de deporte y él me comenta algo sobre la NFL que verdaderamente no me importa. Creo que hay gente que no sabe ser padre, y él, es una de esas personas. Mamá nos dejó porque su futuro no estaba al lado de papa, y lo entiendo, la entiendo, pero dejarme aquí fue un golpe bajo, sobre todo en plena adolescencia donde la necesitaba más que nunca. No le tengo rencor, ella lo hizo por algún motivo y lo respeto, al fin y al cabo, es su vida y si dejarme con mi padre fue su decisión, sería por algo. O eso quiero pensar.
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