#AyudaAUnPolicía

3063 Words
Es el cumpleaños de Patrick y para mi sorpresa, no  va a celebrarlo, pero lo invito al bar de su padre a tomar alguna que otra cerveza. — Me parece vergonzoso que tengamos que celebrarlo un jueves porque tu novia no es capaz de compartirte —hago una mueca y él sonríe. — Solo quiere pasar tiempo conmigo. — ¿Sabe que has quedado conmigo? — No, no lo sabe, y me gustaría que siguiera así. — Es como si tuvieras algo que ocultar cuando no estamos haciendo nada malo. — Es mejor así. Miro alrededor del local y mi mirada se cruza con la de Jason, que me sonríe y levanta su cerveza. Lo saludo con la mano y Jared está a su lado, me mira y vuelve a girar su cabeza. — Tenemos nuevos amigos —le cuento a Patrick. — ¿Los chicos de esa discoteca? — Sí, ¿te he hablado de ellos? — Me mencionaste que las chicas te hicieron una encerrona en Disney World y Sarah en el gimnasio. — Bueno pues, dos de ellos están en la barra, y creo que le caigo mal al chico que está tatuado entero —Patrick mira hacia atrás y le doy una patada. — ¡Sé más disimulado! Él se ríe, con el barullo que hay nadie puede enterarse de nuestra conversación. — ¿Por qué crees que le caes mal? — Porque me mira muy mal —hago una mueca—, aunque creo que mira mal a todo el mundo. — Parece peligroso. — Sí que lo parece. Me río porque es cierto. Alguien golpea mi hombro y giro mi rostro para ver quién es. Cierro los ojos porque siento un líquido recorrer mi rostro y llegar a mi camiseta. Es mi propia cerveza. La novia de amigo se encuentra allí mirándonos con odio y sigo sin entender por qué no le caigo bien. Patrick se baja de su taburete cuando su novia me tira la cerveza a la cara. — ¡Deja en paz a mi chico! ¡No quiero verte cerca de él! Patrick le grita algo que no entiendo porque estoy intentando procesar lo que ha pasado. Todo el mundo está mirando y quiero tener el poder de desaparecer para que nadie me mire. — Grace —Jason se pone frente a mí—, ¿estás bien? Las manos tatuadas de Jared pasan una servilleta por mi rostro intentando secar la cerveza, también por mi chaleco. — ¿Tienes un paño? —Le pregunta Jason a alguien. — Vamos al baño a lavarte la cara. Jared coge mi brazo y me guía al baño entre toda esa gente que ha visto el espectáculo. Se mete en el de hombres conmigo y abre el grifo. Me agacho y lavo mi cara haciendo que mi maquillaje se corra. — Me encanta —mascullo mirando el rímel por mis mejillas. — Vaya, hubiera sido mejor tener la cara pringosa por la cerveza. — No me animas, Jared. — No estaba haciéndolo. — Me han dado una toalla —escucho la voz de Jason y consigo quitarme el resto de maquillaje con agua, jabón y la toalla. Nadie me presta mucha atención cuando salimos, Jared me da la chaqueta y me la pongo. Cojo mi bolso, que lo sostiene Jason y para mi sorpresa, ellos me siguen. — ¿Dónde vais? — Vamos a acompañarte al coche como buenos amigos —responde Jason. — ¿Dónde lo tienes? —Pregunta Jared. Señalo hacia la derecha y empiezo a caminar abrazada a mí misma porque tengo frío y el chaleco mojado no ayuda. — ¿Podemos saber por qué esa chica te ha tirado una cerveza a la cara? —Pregunta Jason. — Me acosté con su novio hace tiempo, es mi amigo. Ella no me puede ver, piensa que voy a quitárselo o algo por el estilo, no me interesa de esa manera. — Si lo piensa es porque te tiene envidia. Quizás piensa que le puedes dar al chico algo que ella no —dice Jared. Niego con la cabeza y las lágrimas descienden por mis mejillas. — Hey, ¿por qué lloras? —Jared me para poniendo la mano en mi hombro. — Nada, es que he pagado una cerveza que no me he bebido —sorbo mi nariz—. Mi coche está allí —lo señalo—, gracias por acompañarme. Empiezo a caminar sola y rápido hasta llegar al coche y montarme. La llorera se me pasa mientras voy a casa, y cuando llego estoy tan enfadada que cierro la puerta con fuerza y tiro el bolso al suelo. — ¡La odio! — ¿A quién odias? —Sarah está en el sofá junto a Adam, los dos tapados con una manta viendo una película que yo he interrumpido. — Amelia. — ¿Qué ha pasado? — ¡Estaba tomándome una cerveza y me la ha tirado encima! —Señalo mi pelo mojado y mi camiseta. — ¿No le has pegado? — ¡No he reaccionado! ¡Quiero estrangularla! —Hago el movimiento con mis manos. La puerta se abre y me giro. Giselle entra y detrás de ella, Patrick. — ¿Estás bien? —Me pregunta el pelirrojo. — ¡¿Bien?! ¡Tú que crees! No tengo por qué soportar eso. — Lo sé, no sé qué le ha pasado. — ¿Qué no lo sabes? ¡Es una puta loca! ¡Tiene un gran problema! — Escucha, Grace, de verdad que lo siento —levanta sus manos para ponerlas en mis brazos. — ¡No me toques! —Levanto mis manos—. No quiero ser tu amiga mientras tengas a esa loca como novia. — ¿Esa es tu decisión? — Sí, he tenido suficiente, avísame cuando abras los ojos —me cruzo de brazos. Él se gira y sale de casa, enfadado y decepcionado. Doy un largo suspiro mientras sigo echando fuego, sigo enfadada, también decepcionada, como él. No tardo en estar dentro de la ducha e intento relajarme. Si me hubiera enfrentando a ella, hubiera quedado peor. Tranquila, Grace, tranquila. Adam se queda a cenar con nosotras esa noche y nos cuenta anécdotas que le han pasado de servicio. Giselle y yo los dejamos solos cuando recogemos todo y me voy a la habitación de Giselle para tenderme en su cama. — ¿Qué pasó cuando Adam se llevó a Sarah en Halloween? —Me pregunta mientras saca la ropa para el día siguiente. — Iba muy borracha, así que, la trajo en brazos a la cama y me ayudó a ponerle el pijama, después se quedó con ella hasta que se durmió. — Oh, es muy tierno —suspira. — Lo es —le digo—, le dije que no le hiciera daño a Sarah y me dijo que no lo haría. Creo que les irá bien. — Eso espero —Giselle se sienta en la cama—. ¿Qué tal con el chico que iba disfrazado de obrero? — Bien —me encojo de hombros—, hemos estado hablando por mensaje. — Qué suerte tienes —sonríe—, es un bombón. Me pregunto si Adam tiene más amigos así. — Creo que todos sus amigos son así, irán todos al mismo gimnasio —bostezo haciendo que ella sonría. — Puede, me tendré que apuntar con vosotras. — ¿Y Jared? Te veo pegada a él. — Me cae bien —se encoge de hombros. — ¿Qué te cae bien? Debes de ser la única, y bueno, a sus amigos. ¿Has visto que mal mira? — A mí no me mira mal —ella se ríe. — Pues a mí sí, creo que le caigo mal. — No seas absurda. ¿Estás mejor respecto a lo de Patrick? Junto mis labios en una fina línea y miro hacia el techo. — Es mi amigo, lo quiero. — Lo sé, es el único amigo del sexo masculino que tienes. — Ajam.  — Espero que algún día deje a la novia. — Y yo. — ¿Te gusta? — No, es mi amigo. — De acuerdo. Duerme hoy conmigo —me sonríe—. Podemos ver alguna serie, ¿qué te parece? — Vale —murmuro y me meto entre las mantas.     Ese fin de semana no trabajo porque están de obras en el club y aprovecho para ir a cenar con Ryan. Hemos estado hablando y él ha insistido en vernos. Estoy probándome modelitos en el salón mientras Giselle me da el visto bueno o no. Me pruebo pantalones con camisetas, vestidos y faldas. Estoy poniéndome un vestido n***o cuando escuchamos la puerta de entrada. — Hola —escucho la voz de Sarah y sigo a lo mío—. ¡No paséis, Grace está cambiándose! Miro hacia atrás y bajo el vestido por mis caderas, acomodándolo. — ¿Traes invitados? —Pregunta Giselle. — Traen pizza y cerveza. Y entonces, entran Jenna, Jason, Adam y Jared. — ¿Practicando el exhibicionismo, Grace? —pregunta Jason dejando las cajas de pizza en la mesa. — Lo intento. Él ríe y quito la ropa del sofá para ponerla en la silla. Giselle sigue sorprendida porque lleva un moño en su cabeza, una sudadera y sus gafas de pasta negra. — ¿Qué haces? —Pregunta Sarah mirando mi vestido n***o ajustado y mis calcetines de nubes. — He quedado y estoy probándome ropa. — ¿Con quién? — Ryan. Adam sonríe, ya lo sabía, pero Sarah abre su boca y mira a Adam como si haber hecho de cupido le hubiera funcionado. — Es una cena, no me va a pedir matrimonio —informo. — Bueno pero algo es algo. — ¿Por qué insistís en emparejarme con alguien? —Pongo mis manos en mis caderas y miro a mis amigas. — Es divertido —dice Giselle cogiendo un trozo de pizza de una de las cajas. — No creo que ir marcando pezón sea indicado para una primera cita, Grace —Jared me sorprende con lo que ha dicho y miro como se me notan en ese vestido. Frunzo el ceño. — ¿No? —Toco mis pechos sin sujetador— ¿Tú crees? — A no ser que quieras que él no te mire a la cara. — Podría ahorrarme el maquillaje entonces —respondo. Sarah se ríe y Giselle mira la situación mordiendo un trozo de pizza. — Voy a darle la razón a Jared esta vez —dice Jason. — Bueno, está bien. Entonces voy a cambiarme para no sexualizar más el asunto y que dejéis de mirarme el pecho. Cojo toda la ropa para irme a la habitación. Al final acabo poniéndome unos pantalones de cuero y una camisa blanca abierta que deja ver un poco el sujetador n***o de encaje que llevo. Me maquillo en el baño y me pongo las botas de tacón. Cojo la cartera negra y salgo de la habitación para ir a por mí abrigo al perchero. — ¿A qué hora llegarás? —Pregunta Giselle. — No lo sé —me acerco a las cajas de pizza y cojo una porción. — ¿Te recoge? — Voy en mi coche al sitio. — Qué desconsiderado —Sarah hace una mueca. — Lo prefiero, así puedo salir huyendo cuando quiera. — No lo trates mal, Grace, pero ten cuidado —me dice Adam. — ¿Hay algo que deba saber? —Le pregunto con la boca llena. — No le gustan los cuentos de hadas. — A mí tampoco. Una vez que llego al sitio acordado con Ryan, él no me está esperando allí, por lo que espero a que llegue al lado de la puerta del restaurante. La fachada está vieja y el letrero blanco y rojo parece que se va a caer en cualquier momento. Yo pensé que era impuntual, hasta que Ryan me demostró que no lo era. — Siento llegar tarde —escucho su voz y me giro. No va vestido de obrero esta vez, sino con unos pantalones vaqueros y un jersey que le queda muy bien, bastante bien. — No pasa nada. — Venga, entremos. Pone una mano en mi espalda y me guía dentro del local. Es pequeño y sus paredes son de madera. Las mesas y sillas son blancas y el mantel de cuadros rojo y blanco. Digno de un restaurante típico italiano. — ¿El sueldo de policía no te da para más? —Me burlo observando el lugar, la verdad es que me daba igual donde ir. Incluso me hubiera conformado con comer una hamburguesa en algún puesto. — ¿Quién ha dicho que te iba a invitar? —Contraataca y lo miro, tiene una sonrisa pícara en sus labios. — Touché. Nos sentamos en una mesa donde hay una pequeña vela en medio y me quito el abrigo dejándolo en el respaldar de mi silla. La camarera no tarda en llegar y me siento como en una película. Ella no me mira en ningún momento, solo a él. — ¿Qué quieres de beber? —Me pregunta Ryan. — Vino —digo. — Trae una botella de vino blanco —le dice. La camarera le sonríe y él vuelve su vista a mí. — ¿Te pasa mucho eso? — ¿El qué? —Coge la carta y juega con ella. — No te quitaba los ojos de encima, parece que las vuelves a todas locas. — ¿A todas? ¿Estás incluida? —Alza sus cejas. — No —le quito la carta y la abro mientras él ríe entre dientes. — De acuerdo, no estás loca por mí, ¿qué haces aquí entonces? — No ganas mucho como policía me he dado cuenta, estoy haciendo una buena acción al invitarte a cenar. Voy a crear un Hashtag en twitter que sea: Ayuda a un policía. — ¿Me vas a invitar? —Pregunta divertido. — Eso es, bienvenido al siglo XXI. — ¿Puedo pedir lo que quiera entonces? —Me quita la carta. — No te pases —lo señalo con el dedo y él sonríe. La camarera no tarda en llegar con la botella cuando ya hemos decidido qué vamos a cenar. Ella lo mira a él, esperando que hable, sin embargo, Ryan me mira a mí. — Ella invita, pide ella —me señala con su cabeza y los ojos verdes de la chica se posan en mí. Seguramente se estará preguntando qué hace una chica como yo con alguien como él, y es que, me veo una niña a su lado. Soy una niña. Ryan tiene treinta años, más o menos la edad de la camarera, y seguramente, ella se imaginará aquí sentada cenando con él. No puedo culparla, yo también lo haría y después criticaría con mis compañeras. Pido una lasaña de carne para los dos y le doy la carta a la camarera. — Eres una chica ruda. — Lo intento, a veces es agotador. — ¿No has pensado en ser policía? Impondrías mucho. — No doy la altura —chasqueo la lengua—, a no ser que pueda llevar tacones de quince centímetros. — No —niega con una sonrisa—, no puedes. — Una pena. Después de cenar, vamos a tomar algo y vuelvo a ir en mi coche por si tengo que salir corriendo, aunque lo dudo. ¿Lo malo? Encontrar aparcamiento. Ryan encuentra uno y deja que yo aparque mientras él busca otro. Voy a la puerta del pub y vuelvo a esperarlo. Para mi suerte, él llega pronto y no tardamos en estar dentro, sentados en unos taburetes frente a la barra. Nuestras rodillas chocan y no puedo evitar en fijarme como él me sonríe, me habla y como mira disimuladamente mi escote. No me importa, me he puesto escote por un motivo. Ryan tiene una hermana mayor que él, que está casada y con dos hijos. Se metió a policía porque quería hacer cumplir la ley y su última relación no fue bien porque él no quería muchas ataduras. Ahora tampoco las quiere, claro, por eso está aquí conmigo. — ¿La pintura? —Pregunta sorprendido. — Sí, antes dibujaba cuando tenía algún tiempo libre. — ¿Y ya no lo haces? — No, lo tuve que dejar por la Universidad. Se comía todo mi tiempo y dibujar no era tan importante, aunque me ayudaba a despejarme. ¿Por qué? ¿Quieres que te retrate? — Podría ser. ¿Te gustan los uniformes? —Pregunta bebiendo de su red Bull, yo me he pedido otro para poder conducir después. — Sobre todo cuando lo rellenáis. La verdad es que debería de haber más policías como vosotros para alegrarnos la vista. — Me gusta alegrarte la vista —alza sus cejas y sonrío. Pongo mi mano en su pierna y me acerco un poco a él. — La verdad es que no has alegrado mi vista porque no te he visto en uniforme. — Me verás de otra manera como sigas subiendo la mano. Veo mi mano y lo miro. Muerdo mi labio y la subo un poco haciendo que él observe su recorrido. — ¿Te gusta jugar con fuego? — Sí —separo mi mano—, que pena que no seas bombero —me pongo bien en el asiento. — ¿Queréis algo más? —Escucho la voz del barman y miro a mi acompañante, que no me quita la vista de encima. — ¿Vamos a tomar algo más? —Le pregunto. — No —él se levanta. — ¿No? Casi acabamos de llegar. Paga los red Bulls y miro al barman, que tiene una sonrisilla en su rostro. No me queda más remedio que levantarme y colgarme el bolso mientras sigo a Ryan hasta la salida. Él se pone a mi lado y su mano se pone en mi trasero. — Te acompaño al coche —dice. — ¿Ya nos vamos? —Pregunto—. Estás tocando algo que no debes, no tienes permiso —me giro y empiezo a caminar hacia atrás esperando no matarme. — Ah, ¿no? Niego con la cabeza y él coge mi mano, me acerca a él y sonrío cuando sus labios se ponen sobre los míos. Sigo su beso y pongo mis manos en sus mejillas. Pone sus manos en la parte baja de mi espalda y empieza a caminar hacia delante, haciendo que camine hacia atrás. Mi lengua está jugando con la suya y nuestras bocas se separan cuando mi cuerpo ha avanzado pero mis pies no. Nos reímos y Ryan me ayuda a ponerme sobre mis pies de nuevo. — Te espero para que me sigas —susurro en sus labios. Es la primera vez que hago esto. Llevar a casa a un chico que apenas conozco de nada para acostarnos, pero Ryan es sexy y simpático y a mí me gusta, ¿por qué no hacerlo? Hace tiempo que no me acuesto con nadie y la calentura me está saliendo por los poros. Sobre todo cuando vamos en el ascensor hasta el octavo y él no deja de pasar sus manos por mi cuerpo y besar mi cuello. — No vivo sola —le digo en medio de un jadeo. — Lo sé. Lo sabe, pero mi casa está más cerca que la suya y ninguno quiere esperar demasiado. Entro en casa con cuidado y cuando veo que están todas las luces apagadas, lo hago entrar. No me imagino entrar paseando a Ryan hasta mi habitación. Entramos en mi habitación y enciendo la luz para después quitarme los zapatos y la chaqueta. Tiro todo al suelo y él se quita el jersey haciendo que recorra sus sexys abdominales con mis ojos. — ¿Nunca has visto a un chico sexy? —Pregunta avanzando hacia mí. — En la televisión, supongo, o quizás es porque no me he rodeado de la gente que debería —retrocedo y mis piernas dan con el colchón. Sus dedos se ponen en la cremallera de mi falda y me mira. Mis labios llegan a los suyos y baja la cremallera para deshacerse de la falda. Sus manos se ponen en mi trasero y me alza. — ¿Lo que hagamos aquí se queda aquí? —Le pregunto cerca de sus labios. — Por supuesto.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD