Capítulo 2

1355 Words
Leo me llama con una ligera y reconfortante voz, su llamado me hace despertar; abro lentamente los ojos, me siento sobre la cama y de inmediato recuerdo lo de la noche anterior; estoy desnuda, tomo la sabana y la enredo en mi cuerpo. —Linda, voy a salir a comprar comida. —Es riesgoso que salgas —le recuerdo. —Lo sé, pero no puedo dejar que nos muéranos de hambre. No te preocupes, compraré todo lo necesario para no salir constantemente. Con una gran sonrisa se acerca a mí, besa mi frente y después besa mis labios. —Ve a bañarte. —Cuídate. —Tranquila, seré cuidadoso —sonríe. Toma el arma y la mete entre su chaqueta. Observo a mi apuesto novio y me pregunto de dónde saco esa vestimenta que trae puesta. —Te dejé ropa limpia, está sobre el sillón —dice y me señala el lugar con la ropa.   Sale de la habitación dejándome sola. Me levanto, tomo la ropa que me dejó en el sillón y entro al baño, me despojo de la sabana y abro la regadera dejando caer el agua. Al sentir el agua tibia me meto debajo del agua relajándome al instante, logro ver un jabón de barra; sé que este lugar no tiene lujos, lo agarro y lo unto por mi cabello y después por mi cuerpo. Enjabonada, enjuago mi cuerpo y al terminar cierro las llaves y salgo en busca de una toalla. Tomo al primero que encuentro y comienzo a secarme, después me visto con la ropa que dejo Leo. Mientras llega tomo la iniciativa de acomodar la cama y limpiar un poco el lugar. Terminando, me dejo caer sobre la cama, agarro mi celular y reviso si me ha llegado un mensaje de mis padres. Hace unos días antes de mi boda les mande un mensaje para saber si vendrían a la boda, pero no me contestaron, como siempre. Desde que empecé a salir con Leo mis padres no lo aceptaron, me decían que era un huérfano sin educación y vándalo, él no es así, él es trabajador y me cuida mucho. Mis padres se opusieron a la idea de que saliera con él, incluso me encerraban para no salir de casa o me vigilaban, solo era ir de la escuela a la casa y de casa a la escuela; me prohibían salir con mis amigos, según ellos por mi seguridad, soy su única hija. Para ver a Leo tenía que salir a recolectar las frutas del pequeño terreno de mis padres donde sembraban sus propias legumbres, con esa excusa lo veía a escondidas. El día que cumplí veintidós años Leo me propuso vivir juntos, acepte, no podría seguir viviendo encerrada con mis padres; me escape con él a su departamento, luego de dos años compro una casa en la cual vivimos. Leo y yo tenemos cuatro años viviendo juntos, en total de años de noviazgo son seis años. Desde ese entonces mis padres no me hablan, no sé nada de ellos, trate de ir a casa, pero no me abrieron nunca la puerta. Les mando mensajes de que estoy bien, sé que los leen o bueno creo que lo hacen. El sonido de la puerta ser abierta me hace ponerme de pie, veo a Leo cargar un par de bolsas y me acerco a ayudarle. —¿Todo bien? —pregunto. —Todo bien. Compre lo necesario para unos días. Reviso las bolsas y veo cosas compradas de un supermercado, incluso compro una pequeña parrilla y unos cuantos trastos. En una bolsa hay comida comprada, así que la sirvo en los trastos que compro. Mientras comemos el celular de Leo suena, deja la cuchara en la pequeña mesa y contesta. Puedo escuchar ligeramente la voz de un hombre, dice que nuestra casa ha sido saqueada. —Gracias por informarme —termina la llamada y revisa el mensaje que le llego. —Leo, ¿Qué pasa? —pregunto intrigada. —Unos matones se metieron a nuestra casa —es lo único de dice. —¿Qué? Me extiende el celular; veo las fotos, son fotos tomadas que muestran nuestra casa en los peores términos. Antes era de color blanco ahora esta pintureada con pintura de colores y algunas amenazas de muerte, la siguiente imagen es el interior de la casa donde los muebles están destrozados, las ventanas con el cristal roto y sus paredes igual están pintadas. Todo está hecho trizas. Del coraje Leo golpea la mesa haciéndome sobre saltar en mi lugar. Dejo de poner atención al celular y lo miro a él, está muy rojo del coraje. —¿Cómo son capaces de hacer esto? —Es nuestra casa, linda. ¡Nuestra casa! —grita con coraje. —Cálmate o te va hacer daño. —Esos mal nacidos me la pagarán. —No hables así, mejor termina de comer. No hay nada que podamos hacer. —Se me fue el hambre, cómelo tu. Se levanta del banco y se acuesta en la cama, está muy furioso. Termino de comer, levanto los trastos y los lavo. Terminando miro a Leo, se ha quedado dormido, agarro el otro lado de la cama las sabanas y lo acobijo. Durmiendo se ve tranquilo, lo dejo dormir, me acuesto a un lado de él y sin darme cuenta me quedo dormida también. El ruido brusco que proviene de afuera me hace levantarme repentinamente, incluso Leo se pone en alerta y toma su arma. Se acerca a la puerta y la abre un poco, se queda afuera unos segundos y en seguida se mete rápidamente. —Vámonos —dice alterado. —¿Son ellos? —de nuevo la adrenalina invade mi cuerpo. —Nos encontraron. Leo sujeta de mi mano, recoge la mochila con el dinero y salimos de la habitación. Bajamos cuidadosamente las escaleras hasta llegar al primer piso, pero nos detenemos; afuera sobre nuestro auto están dos hombres de n***o. Leo maldice susurrando, aprieta más fuerte mi mano y salimos por la salida de emergencia, pero de nuevo nos detenemos, hay más hombres de n***o a fuera. Leo no tiene otra opción y nos mete al cubículo del conserje. —Linda, necesito que escapes. «¿Qué? ¡No! No quiero que me deje sola.» —¿Estás loco? No quiero sepárame de ti. —Linda, nos tienen rodeados, no puedo dejar que te vean conmigo. Saldré, pero tú debes de escapar. —No, no te dejare —me niego. —Entiende, si te ven conmigo te matarán y no quiero eso. Por favor hazme caso y vete. —¿A dónde voy? —Escóndete bien. Abre la mochila y me entrega tres fajos de billetes. —Esto te ayudará. Tengo miedo, mucho miedo. No sé cómo escapar ni a donde ir. —Saldré yo primero, los alejare de aquí y luego sales tu —explica el plan. Me mira a los ojos y sin dudarlo besa mis labios con posesividad. Lo siento como un amargo beso de despedida. —Te amo —dice. —Y yo a ti. —Prométeme que te refugiaras. Sus hermosos ojos me demuestran miedo, preocupación; no me queda de otra que aceptar escapar. —Tu promete que saldrás bien de esto —haré lo que sea para estar bien, pero necesito que él me diga que también se cuidará. —Te buscare después. Solo cuídate. Asiento, toma mi rostro y besa de nuevo mis labios, tengo miedo de que algo le pase. Deja de besarme y pega su frente con la mía. —Perdón por hacerte pasar por esto. —Tranquilo —trato de hablar con seguridad, pero en estos momentos no me siento de esa manera. —Te amo linda, prometo buscarte, lo prometo. —Te estaré esperando. Por última vez me besa y sale del cubículo dejándome sola. Unas lágrimas resbalan por mis mejillas por el temor que tengo en este momento. —Te esperaré —susurró. Atemorizada, me dejo caer al suelo tapándome los oídos con las manos al escuchar varios disparos afuera, aprieto los ojos dejando salir las lágrimas. «Tengo mucho miedo, mucho miedo.»
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