La casa de campo que Andrea le había prestado era hermosa, rodeada de colinas verdes, con el canto de los pájaros despertándola cada mañana. Pero ese día, el silencio le pesaba más que nunca. Noelia se paseó por el salón principal con los brazos cruzados sobre su pecho. Llevaba un vestido ligero, cómodo, de esos que había comprado con Nicolás en el pueblo cercano. Cada rincón de la casa le recordaba esos días felices y cada minuto que pasaba, se preguntaba qué estaría haciendo él en ese momento. ¿Estaría Naomi ya instalada en la mansión? ¿Estaría compartiendo su cama? ¿Le estaría mintiendo como tantas veces antes? Noelia negó con la cabeza. No quería pensar en eso. No podía. Acarició su vientre aún plano con una ternura casi instintiva. Cinco semanas apenas. Nadie lo notaría aún. Pero

