Capítulo 1: La desaparición de Naomi.
—¡Naomi! ¡Naomi, contesta el teléfono, por Dios! —gritó Marcela Rivas, con el celular temblando entre los dedos.
La habitación era un caos. Ropa tirada, maletas abiertas, y el vestido de novia colgado intacto, como una burla. Noelia, de pie en el marco de la puerta, apenas respiraba.
—Mamá… han pasado más de doce horas.
—No me digas eso. ¡Tu hermana no puede haber desaparecido así! —Marcela lanzó el teléfono al sofá y se llevó las manos a la cabeza—. ¡La boda es mañana! ¡Mañana!
—¿Y si… no quiere casarse? —sugirió Noelia con voz temblorosa.
Marcela se giró como una fiera.
—¡Cállate! ¡Naomi no haría eso! ¡Tú no entiendes nada!
Claro que entendía. Entendía demasiado. Naomi llevaba semanas actuando extraña, con llamadas ocultas, salidas nocturnas y secretos que Noelia fingía no notar. Pero ahora… ahora ya no había forma de fingir.
—Quizás se fue con alguien —dijo Noelia.
—¡O quizás le pasó algo! —Marcela gritó—. ¡Y tú aquí parada sin hacer nada!
Noelia bajó la cabeza. ¿Qué podía hacer ella? Naomi era una tormenta. Imposible de atrapar.
Marcela caminó de un lado a otro, en bata y pantuflas, murmurando cosas inentendibles. Hasta que se detuvo de golpe. Su mirada se volvió fría. Y entonces lo dijo:
—Te casarás tú.
Noelia parpadeó.
—¿Qué?
—Eres su hermana. Son idénticas. Nadie notará la diferencia si te maquillo, te peino, te pones el vestido.
—¿Estás loca?
—Escúchame bien, Noelia. Si esta boda se cancela, perdemos todo. Nicolás Callavari no es cualquier hombre. Es nuestra salvación.
—No, mamá. Yo no puedo hacer eso. ¡Es una locura!
—¿Quieres que venda la casa? ¿Qué quedemos en la ruina? ¿Sabes cuánto dinero le dio Nicolás a tu hermana para pagar las deudas de tu padre? ¿Crees que lo va a perdonar si se entera que Naomi desapareció como una cobarde?
Noelia sintió una presión en el pecho.
—No puedo mentirle así a alguien.
—¡Claro que puedes! —Marcela se acercó a ella con furia—. Además… no es un sacrificio para ti.
—¿Qué?
—Tú siempre estuviste enamorada de Nicolás.
El silencio fue brutal.
—Eso, no tiene nada que ver.
—Claro que sí. Siempre lo miraste con esos ojos de cordero. Desde que eras una niña. Te rompía el corazón verlo con Naomi, pero nunca dijiste nada.
Era verdad. Noelia lo había admirado desde pequeña. Cuando él pasaba por la casa a ver a su padre, eran socios hace años con el de ella. Noelia se asomaba a escondidas desde las escaleras, solo para verlo hablar. Tenía diez años, y ya soñaba con él. Con su sonrisa, su voz, sus ojos grises.
Con los años, su amor creció en silencio. Nicolás era inalcanzable. Un hombre hecho y derecho, mientras ella apenas dejaba la adolescencia. Cuando Naomi puso los ojos en él, Noelia supo que no tenía ninguna oportunidad.
—Ahora puedes tenerlo —insistió Marcela—. Puedes ser tú la que se acueste con él, la que use su anillo, la que entre a su casa. ¿De verdad vas a decir que no?
Noelia apretó los puños, sintiendo que el mundo se le caía encima.
—Esto no está bien.
—Nada lo está, Noelia. Pero tienes una oportunidad de cambiar tu vida. Y de salvar la mía.
Noelia miró hacia el pasillo. Ahí colgaba el vestido de novia. Perfecto. Imponente. Ajenamente blanco.
Y entonces, tragando el orgullo, enterrando su dignidad, pensó en él, en Nicolás, en salvarlo de la verguenza de verlo humillado el día siguiente cuando todos se dieran cuenta que lo habían dejado plantado, no pensó en el dinero, ni en Naomi, no le importó sacrificarse por el amor que sentía por él, suspiró profundo:
—Está bien —respondió.
Marcela suspiró aliviada.
—Perfecto, solo no vayas a cometer una locura, porque te vas a arrepentir.
Noelia cerró la puerta de su habitación con el corazón latiendo como un tambor. Caminó hasta el espejo y se miró.
—Vas a casarte con Nicolás Callavari —susurró, como si decirlo en voz alta le ayudara a creerlo—. Pero no porque te ama —se recordó a sí misma—. Lo hace por Naomi.
La realidad era un golpe seco. Nicolás no sabía que ella existía más allá del parecido físico. No conocía sus gestos, sus gustos. Y si se daba cuenta, si notaba una sola diferencia…
Noelia tragó saliva. Caminó hasta el vestidor donde estaba el vestido de novia. Lo tocó apenas. Luego abrió el cajón donde Naomi guardaba su maquillaje. Sacó los labiales, los delineadores, el perfume que tanto le gustaba a su hermana.
Se sentó frente al espejo.
—Tienes que practicar —se dijo—. Tienes que convertirte en ella.
Entonces empezó. Repasó la forma en que Naomi hablaba, cómo entornaba los ojos cuando quería algo, cómo sonreía sin que se notara si mentía o no. Caminó por la habitación con los tacones más altos. Se detuvo frente al espejo, imitando esa forma sensual de posar que su hermana dominaba desde los diecisiete.
Y ahí, por un segundo, el reflejo en el espejo ya no era Noelia Rivas.
Era Naomi.
—Mañana… serás su esposa —murmuró con voz firme.
Y una lágrima le cayó por la mejilla.
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A kilómetros de allí, en la terraza privada del Sky Tower Club, el lugar más exclusivo de la ciudad, Nicolás Callavari sostenía una copa de whisky añejo mientras sus amigos celebraban su despedida de soltero.
La vista de la ciudad era espectacular. Brillaba como si todo ese lujo le perteneciera. Y en parte, era cierto. Nicolás no solo era rico. Era el heredero más codiciado de toda la costa este, el CEO más joven en dirigir un consorcio y el futuro esposo de la mujer más deseada del país.
—Hermano —dijo Enzo, su mejor amigo y socio—, no sé cómo lo lograste, pero casarte con Naomi Rivas es como atrapar una estrella. Todos te envidian.
—Una estrella no —dijo otro—. ¡Es una diosa!
—Y tú, maldito, te la vas a llevar a la cama mañana —agregó alguien más con una carcajada.
Nicolás sonrió, satisfecho, pero sin presumir demasiado. Le gustaba que hablaran así de ella. De su Naomi. Le gustaba que todos la desearan, porque al final del día, era suya.
—Cuando la vi entrar a aquella gala con ese vestido rojo —dijo él, con voz grave—, supe que no iba a descansar hasta que llevara mi apellido. Hasta ese momento era solo una chiquilla, la veía solo como la hija del socio de mi padre. Pero ese vestido me hizo decidir que esa mujer llevaría mi apellido.
—¡Y qué apellido, Callavari! —rió otro—. ¿Y qué pasará con la gemela? ¿Noelia? ¿No se la van a rifar? Tienes dos iguales, si la una no quiere hoy en la noche vas con la otra. —Carcajeó bromeando otro.
Las risas estallaron.
—Son idénticas, pero, no hay color. Noelia es un reflejo pálido. Callada. Sin chispa. Como si le hubieran robado el alma, ni así sea el reflejo de Naomi, yo me acostaría con una mujer tan simple —aseguró Nicolás—, sí es una buena mujer, una chica buena, demasiado buena para mi gusto.
—Naomi, en cambio… —agregó Enzo— camina como si el mundo fuera suyo. Es fuego. Y tú, Nico, estás por incendiarte.
—Y que arda todo —sentenció Nicolás, alzando su copa—. Porque mañana, por fin será mía.
Y bebió.
Sin saber que la mujer que besaría en el altar, no sería Naomi Rivas.
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Los personajes de esta historia, como en toda ficción, pueden cometer errores, tomar decisiones cuestionables o atravesar situaciones moralmente complejas. Eso no significa que la autora promueva esas conductas, sino que forma parte del conflicto emocional que toda trama requiere.
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