Menos real

1431 Words
Teodore a mí simplemente me encanta. Me encanta como amigo, como pretendiente, pero odio estar en ese limbo en la relación. Estoy en ese punto en el que, si no me lo pide, ni siquiera voy a disgustarme pidiéndoselo yo, sino yéndome de una vez por todas. Me arreglo para ir a una sesión del consejo. Mi mamá me pregunta por la cantidad de labial que me acabo de aplicar y mi papá nos apura a ambas. Teodore me manda un video de lo que ha estado haciendo. Está viajando por Venecia, un viaje que ha planeado su madre para pasar un tiempo con sus hermanos. Todos se ven sonrientes en la foto y yo me pongo los audífonos para escuchar todo lo que tiene que decir en ese video. Suena a que ha estado disfrutando con su familia y me encanta verlo sonreír. Me derrito cuando dice: “¿Sabes? Tenemos que repetir el paseo, pero tú y yo solos. Seré tu guía. ¿Has venido, Leonor? No importa, será una experiencia única.” Yo me enfoco en atender mis propios asuntos; si mi madre ha volado a una sesión del consejo es porque algo no va muy bien. La gente aquí le tiene mucho miedo al cambio, incluso si eso significa abandonar costumbres que empobrecen y aíslan a nuestros ciudadanos. Todos atacan y atacan los proyectos, y siento que, por alguna parte, tienen razón: sí, usar dinero propio con instauración de nuestra propia cultura… sin embargo, el capital externo trae cultura laboral externa, responsabilidades y educación internacional. Cuando ven que no están logrando torcer el brazo de los reyes, nos atacan, y qué mejor arma que la hija que no ha hecho su servicio militar. —Pronto se publicará la fecha de inicio de Leonor en el servicio militar —responde mi madre con tranquilidad. Mi papá la ve, luego a mí, en pánico, pero logra moderar su rostro. Yo me muestro indiferente al respecto y ellos están por dar cierre a la sesión cuando a alguien se le ocurre proponer discutir mi futuro. —El futuro como reina de Leonor es indiscutible —señala mi padre, molesto. Ya el puente de la calma y la fingida indiferencia han sido cruzados—. En el momento en el que consideremos que esté lista, o en cuanto cumpla los treinta años, Leonor será coronada como reina. Todos asienten, porque es algo sabido. Pero este señor señala que todo rey tiene una reina, y que se ha hablado muchísimo en la prensa internacional de mi vida amorosa, siempre con hombres lejanos a nuestro círculo social, habiendo tantos buenos candidatos que comparten nuestros valores. —No somos partidarios de los matrimonios arreglados, pero supuesto que políticamente tiene sus beneficios. Y hemos hablado con Leonor de lo importante y significativo que sería un matrimonio entre ella y alguno de los miembros del linaje real de Ramil. Sin embargo, no la forzaremos a nada cuando el momento llegue. Este país no se mantiene de sentimientos e intenciones, sino de decisiones acertadas en el momento oportuno. Así se consideró la unión entre ustedes dos, majestades, y el país en algunos aspectos ha levantado. Pero eso no podrá ser mientras la princesa esté casada con un liberal, un demócrata o un dictador de un país extraño. Peor: alguien que no entienda la responsabilidad que requiere asumir el reino. La princesa Leonor no es cualquier persona y no debería vivir fantasías basadas en la excusa del amor, sino la realidad de un matrimonio bien seleccionado. —No es un tema en agenda. No es un tema político. No voy a discutirlo —asegura mi padre con firmeza. Se pone en pie, toma la mano de mi madre para ayudarla y luego la mía. Los tres caminamos en silencio hacia la salida. Ninguno dice nada en el camino, pero se van a reunirse el uno con el otro de inmediato. Su padre es un empresario grande de transportes internacionales y Teodore, desde pequeño, ha sabido que quiere ser un hombre de negocios. Y sí que sabe cerrar uno. Teodore: Leonor, voy para tu país la próxima semana. He sacado tiempo exclusivamente para ti. ¿Es posible, de alguna manera, que podamos explorar esta amistad que tenemos cibernética pero, ya sabes… en persona? Uno a uno. Leonor: Qué interesante. ¿Qué proponés? Teodore: ¿Sos de sorpresa o de itinerario? Leonor: Si gustás seguir siendo mi amigo, entonces mandá el itinerario. Si creés que me estás cortejando, te invito a sorprenderme. Teodore: Leonor, no me desvelo para hablar con una mujer. Por supuesto estoy pretendiéndote y cortejándote. ¿Te mando un comunicado o tengo que enviar una solicitud? Leonor: Solicitud recibida. Tenés que pasarle tu itinerario a mi equipo de seguridad para que nos despejen el día, pero no quiero saber. Te envío el contacto; dirigite a ellos para sugerencias de gemas y regalos y cualquier plan que quieras compartir conmigo. Teodore: Mis planes con vos son infinitos. Teodore preparó un día de campo en el desierto, con flores, con película, carpa, ventilación, buena comida, datos de nuestras vidas… incluso se tomó la molestia de recopilar fotos de su infancia y la mía para reproducirlas como una película y que las expusiéramos los dos, así conocernos un poco más. A mí, la verdad, muy pocas cosas me impresionan; he tenido todo siempre. Pero lo que más valoro en la gente es la protección y la atención. Ya sabés: la real. Cuando estás hablando con alguien y no tiene el teléfono ni siquiera en la mano, mejor fuera de la habitación. Eso simplemente me encanta. La atención genuina y el apoyo incondicional para mí son sexys, y creo que fueron el enganche de nuestra relación. Honestamente, yo le di las llaves. Como quien compra casa nueva y la pone a nombre de otra persona, entregándole el mecanismo de entrada y salida. La confianza sí rompe el saco, y entre más tiempo pasaba, más enamorada estaba yo de él y más feliz con la idea de nosotros. —Leonor —me llama mi madre—. ¿Qué estás haciendo tú con ese muchacho, el de los supermercados? —Es mi novio, mamá —respondí, y ella elevó las cejas. —¿No deberíamos conocerlo? —pregunta Leonel, y mis papás niegan con la cabeza. —Si no lo conocemos, es menos real. —Sí, claro… la negación como método clave de la vida —responde mi papá, irónico, y yo trato de contener la risa. Él aclara que sí quiere saber todo: quién es, qué hace, cuántos años tiene, si estudia o trabaja. —Ay, papá, mejor te invito a tomar café en el palacio con él. —Vale, pero vamos a saberlo todo. —Se llama Teodore Pratt. Es hijo de un empresario de transporte de insumos. Es dueño de una cadena de supermercados que heredó de la familia de su madre; en realidad, él los dirige y están a nombre de su madre. Muy educado, recién graduado de una Ivy League en Estados Unidos, bastante mayor para mí: veintiocho años. Juega tenis todos los días, es zurdo, aprendió a hablar árabe para poder hacer negocios aquí y su nuevo reto en la vida es conquistar a Leonor —recita mi padre. —Bueno… tiene novias diferentes por semana, se le investigó durante sus años de universidad por organizar mesas de póker clandestinas. Leonor, es un vividor, y a mí me encantaría que lo dejés, por favor. —Se le encontró inocente. Celebró una jugada de póker con sus amigos; alguien perdió mucho dinero y se montó un escándalo para perjudicarlo. No lo conocés, por favor, no te cerrés. —Leonor, nadie es la casa de una jugada de póker sin ser la casa. —Bueno, mamá, no voy a dejar a una persona por un error del pasado porque todos hemos cometido errores, y todos tenemos pasados desagradables. Como papá… papá y vos: mirate, eras la primera reina divorciada de un país. —¿No has notado que cada vez que hacés lo que se te viene en gana te va fatal? Andá a tomar tu año de entrenamiento militar y dejate de novios un rato. Descansá eso, Leonor. Y cuando te toque buscar marido, tomá en cuenta que uno debe ser cuidadoso con el carácter de la persona con la que planea casarse. —Mamá, no lo voy a terminar digan lo que digan. Ya tenemos ocho meses juntos. Me encantaría que le dieran una oportunidad o que se abstengan de dictar órdenes sobre mi vida amorosa.
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