Y yo a veces siento que soy una hija única, o por lo menos una hija a la que sus papás le dan mucha atención. En realidad, yo soy la hija de en medio si sumas a todos mis hermanos, pero en el caso de mi papá soy su primera hija biológica y su primera hija; luego adoptaron y tuvieron a mis hermanos. Y en el caso de mi mamá también soy su primera hija, pero tengo un puesto evidentemente especial. Así que mis papás volaron a mis hermanos a un país en el que no somos nada ni nadie, y decidieron darme las mejores vacaciones preuniversidad con mis mejores amigas y mi familia por su puesto. Luego, como a los niños chiquitos en kinder garden, me llevaron a la universidad en contra de mi voluntad. Los dos estaban súper ansiosos, a pesar de que elegimos en conjunto (más Alice y yo que ellos y yo) un programa internacional muy bonito que me va a permitir conocer gente de todo el mundo, amigos, ya saben, fiestear… y al reino le asegurará y confirmará mi capacidad cerebral y neuronal a pesar de no tener un pene.
—Mamá, tú y el feng shui.
—Déjame, quiero las mejores vibras para ti.
—En el refri hay comida, cielo —me dice Selene y sonríe.
—Gracias, mamá, qué monas de verdad.
—Alice, lo que hay en el refri es para ti también; lo que necesiten solo llaman, ¿vale? Y se portan bien.
—Y si se portan mal nos invitan —comenta Consuelo, la mamá de mis mejores amigas.
Mi papá niega con la cabeza.
—No se porten mal, al rey eso le quita el sueño —mi papá asiente.
—Qué cool esto de venirse a vivir solo uno.
—¿Qué vas a ser tú de mayor?
—Reina de concursos de belleza.
—Mi casa no tiene pies ni cabeza —se queja mi madre—. La reina no quiere reinar, su hermana menor es influencer como su tía paterna del amor. ¡Qué horror! Los trillizos quieren correr como el papá. Es horrible, mi vida no es fácil.
—Alan se hizo tres tatuajes —comenta mi mamá, como si fuese una competencia de decepciones de hijos, y Consuelo se cubre la boca.
—Tú no tienes quejas sobre tus hijos.
—Mis hijos me han hecho autoinmune a sus momentos humildes, todo se les pasa, luego se lamentan… pero los hijos todos necesitan llevarse el golpe, la decepción, llorar. Déjenlos.
—Ella sufre un montón —comenta Alice—, pero domina el fingir que no le importa.
—Yo en mi próxima vida voy a ser como tú —bromea mi madre.
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Alice es la mejor roomate del mundo: cocina, limpia, lava y hace el resumen de clase en clase. Siento que mis papás deberían darle un salario. Honestamente creo que me aprovecho de nuestra amistad y me siento mal, pero no tengo cómo devolverle el amor, porque me levanté a preparar los pancakes esta mañana y casi quemo la casa.
—¿Qué está pasando, Leonor? —grita Alice mientras se cubre la nariz y la boca con un paño y abre las ventanas—. Leonor, con todo el amor del mundo: no cocines.
—¿Cómo soy útil para tu vida?
—No sé, pero no cocines, no hagas nada. El otro día metiste huevos en el microondas.
—No sabía que no se podía. Alice, ¿sabes qué? Hoy mismo llamo y que me envíen una mucama.
—Leonor, tú sabes hacer esto.
—Sí, pero no me gusta —respondo, y Alice me ve sorprendida.
—Tienes que hacer tu ropa o conseguirte a alguien. No puedes tener mis espacios comunes desordenados y, a partir de hoy, mis apuntes de clase son míos —dice, y se va después de dejar todo abierto.
Por más amigos como Alice, la verdad. No es justo. Ya asumí mi responsabilidad y decidí dedicar menos tiempo a las fiestas y a los rollos de una noche… o de una semana.
—¿Por qué no estás saliendo con nadie?
—Creo que el mal sexo y las malas relaciones te quitan tiempo, energía… es como ir perdiendo puntos de aura —responde Alice.
—¿Qué tal si te casas y es malo en la cama?
—Lo querré hacer antes con la persona con la que me case. No quiero hacerlo con alguien que no tenga mis metas, que no sepa lo que quiere, que esté descubriéndose. Si voy a tener sexo, es porque va a ser espectacular, con un hombre ridículamente sexy, con cerebro, que si hay un accidente no me pene porque tengo en el vientre a un futuro malandro.
—Ah, no funciona así, Alice.
—Bueno, en mi cabeza es así.
—¿Tú por qué estás desperdiciándote tanto?
—Mira, yo no voy a volver a tener 20 años: vivir contigo, no estar muy ocupada y eso. Y creo que si algún día llego a reinar, lo voy a hacer sola.
—Como un celibato político.
—No quiero que nadie diga que sigo las órdenes de mi marido. Ya has oído a mi familia: si me caso, tiene que ser con alguien de Ramil. No quiero eso, no quiero nada de eso. Quiero vivir, y cuando me toque reinar quiero hacer lo mejor para mi pueblo.
—Creo que tu pueblo va a estar bien incluso si te casas y tienes familia. ¿No se supone que están contando con la descendencia?
—Sí… puede que me permita enamorarme y eso, pero lo primero será ganarme a mi reino, mejorar sus condiciones. Y si el amor llega, qué bien; y si no es de Ramil, también —las dos reímos.