Desesperas

1495 Words
Mi mamá siempre dice que al amor no se le desespera, se le espera en calma, sentada en una torre y la vida simplemente te sonreirá. Ella estaba en una cafetería, no lo cuenta así pero intentó robarle la mesa al dueño del local, él la invitó a un poco de todo, conversaron, se flecharon, ¿saben?, él la llevó a caminar, hablaron más, quería besarla pero le dio pena parecer un loco optimista y se fueron a una segunda fiesta juntos y todos estaban listos para casarlos. En un nivel, ellos dos estaban peleando por no volverse locos y hacerles caso. Esa misma noche, su hermano rompió el cuento. Yo siento que es la versión bélica y tortuosa de la Cenicienta con un final feliz, cada vez que se planteaban ser felices la vida les pedía un poco más, pero la historia de mi papá y mi mamá deja ver que la paciencia y la resiliencia son parte del amor. —Mamá, ¿cómo se enamoraron papá y tú? —pregunta Sol y su madre se ajusta los lentes. —Estábamos hablando y ay, se nos hace curioso, cómo se enamoraron. —Bueno, se los voy a contar, ya están grandes —dice mi papá y todos le miramos entretenidos, mi mamá deja su libro, se quita por completo los lentes y le ve a los ojos, él se encoge de hombros, se aclara la voz y finalmente dice: —Soy guapísimo, me vio, se desmayó y yo fui a rescatarla. —Ay, Kamal —responde mi madre y se ríe—. así no fue, ya saben la historia: yo estaba vendiendo pulseritas para ayudar a mi familia y él estaba rescatando a una chica, sí me pareció guapo y heroico, nos miramos y sonreí. Me fui, luego le vendí unas pulseras y él me invitó a salir, le dije que sí y estamos juntos desde entonces —responde mi madre mirándole. —Algo se les está quedando por fuera —comenta mi hermano menor, mis papás comparten una mirada cómplice, cargada de deseo, ya saben lo que dice mi madre: que el amor no se desespera, se espera. Bueno, a ellos les llegó, pero después de besar un millón de sapos no sé si el mío simplemente he de esperarlo. Mi papá besa los nudillos de su esposa. —Les voy a decir una cosa, cuando se casen elijan bien, en inglés está esa frase: ride or die, es muy real cuando estás casado con una persona. Se viene contigo o se muere contigo. —Papá, a veces decís cosas serias, pero igual quiero reírme —responde Sol y los dos, los chamos, nos reímos. Él niega con la cabeza y comienza a quejarse de su suerte: logra dirigir un pueblo pero su familia acaba haciendo lo que le viene en gana. Digan lo que digan yo siento una gran conexión con Azalam, tiene mejor vista, más turismo activo, todo es mucho menos presidencia honestamente, no hay tantas reuniones consejales y el palacio es una belleza, en realidad es tener un palacio para mí, así que acompaño a mi padre a la reunión del consejo con mis maletas listas para irme al finalizar de Tierra del Sol a Azalam. —Pero ¿qué se te perdió allá, hija? —Nada, pero si mamá no está el palacio queda abandonado, y triste, mejor me voy allá. —En casa no nos estorbás. —Gracias, pero yo tengo una casa. —Qué mujer llama casa a un palacio vacío. —No, pero tenés que ver el ala que estoy remodelando, me está quedando monísimo. —Hay que verificar el presupuesto —comenta y lo anota en su teléfono. Entrecierro los ojos y me llena de besos. —Te voy a ir a ver mañana, haceme algo bueno del almuerzo, comestible Leonor, que luego voy a trabajar y vos venís conmigo. Hasta ahí mi libertad, esta tarde mi padre y yo somos atacados con respecto al servicio militar que no he hecho, me peino los colochos para molestarlos, mi papá me da golpes con el pie debajo de la mesa, yo me retoco el maquillaje y mi papá está que infarta, de verdad que el pobre lo pasa mal y el consejo se siente empoderado a decir y hacer lo que sea necesario para sacarme de combate, pero antes de finalizar les aseguro que sé defenderme —tomo una de las espadas de decoración y la lanzo contra un recuadro. —Tomo clases de esgrima, defensa personal, táctica militar desde hace años, no me apetece agarrarme a cñazos con nadie, pero si es lo que quieren perfectamente lo puedo hacer, por mi país, por mi pueblo, lo que sea —les aseguro en tono calmo—. No soy solo una cara bonita. —Me quejo mientras camino hacia la salida. Mi papá me da un beso en la mejilla y me pide que vaya a casa sin hacer nada más, sin rescatarme a mí misma de la opinión del universo y asiento. Esa tarde me quedo pensando qué preparar, se me antoja ir por comida, y le pido a mi equipo de seguridad que organicen la compra de algunas cositas, los miro mientras valoro la lista para estar segura y yo soy partidaria del alimento de venta libre y local, pero de vez en cuando un automercado no está mal. —Quiero ir yo, podemos organizar mi salida a comprar. —Majestad —me dice el encargado de seguridad—, son casi las diez, que dejen abierto un ratito para mí. —Le pido y él me ve un par de segundos antes de ponerse a hacer llamadas. Espero en el auto, me comentan que hay gente trabajando y que debo ser breve, pero hago caso omiso a lo último, voy saludando al personal, preguntándoles de su vida, y Prashand, mi guarda, me apresura. Yo sonrío y le pido que se prepare porque amo el pasillo de las especias. Hay un comprador en ese mismo pasillo y le pregunto en árabe si conoce la historia de la comida condimentada. Él sonríe y niega con la cabeza, es un tipo blanco, algo rosado, ojos verdes, es obvio que no es de aquí. —Sabéis que culturalmente esto refleja pobreza y distancia, son utilizados para quitar el mal sabor de los productos podridos que nos daban de comer, pero ahora que tenemos productos frescos hay que saber usarlos porque si no es como echar arena, o sea, la gente blanca como tú no lo termina de entender. —Quién lo diría, con una familia diversa sos racista. —Tú te ves colonizador —él ríe. —Perdón, majestad. —Sí, sí, no te disculpés, a mí me encanta un debate. —A mí me apetece el polvito de ajo, y estoy enamorado de la pimienta acá, es diferente. ¿Qué más me recomienda probar? —Este es un sazón especial, cuando evaluamos la lista de alimentos insistimos en que tuviesen esta marca nacional y que la comercializaran porque es sabrosa, ahumada, saladita y picosa. —Ahh, amo el picante, un buen zucchini, limón y picante, es espectacular —me dice. —¿Eres vegetariano? —¿Tú no? —No —respondo y él se ríe, yo también me contagio con su risa. —Es un placer conocerla, princesa Leonor. —¿Cómo se llama usted, cuál es su número de teléfono, su email y lo más importante: es usted soltero? El hombre rebusca en su saco, me entrega su tarjeta con todos sus teléfonos, me apunta en el dorso su número personal, y me da el celular en cuestión para que yo apunte mi número. Lo llamo de inmediato y soy honesta: yo no llevo el teléfono a todos lados pero voy a hacer el esfuerzo por contactarle en cuanto sea posible. El hombre sonríe. —Yo continuaré llamando hasta que me conteste. —Excelente, me esforzaré por contestar —responde y le miro con una sonrisa encantadora. Mi guarda de seguridad me pide que me apure como por décima vez, pero yo discuto: no he pasado por el pasillo del café, el de los congelados y mucho menos el de panadería. No entiendo por qué se plantea sacarme del lugar. Yo hago mi compra y no se me pasa que Teo, el choco guapo, se ha ido sin pagar. Tomo mis cosas, despacito, y le pregunto a Prashand por él. —Es el dueño de la cadena de supermercados y el distribuidor de los productos de la realeza. —Estamos súper conectados. —Majestad… —Dejame, dejame enamorarme y ser feliz. —Su padre no estará feliz. —Mi padre no tiene que saber todo lo que yo pienso, ni todo lo que yo hago. —Es exactamente la descripción de mi puesto. —Prashand, vos y yo somos amigos, familia. Cuidado ehh, no me arruinés que ese podría ser mi próximo marido.
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