Ya es lo suficientemente tarde como para que podamos disfrutar de nuestro momento a solas, y esta noche hemos decidido que fuera un poco diferente. La temperatura del agua es ideal y lentamente nos sumergimos en la bañera, y por supuesto que le ayudo para que no se resbale y pueda lastimarse, pero una vez que estamos cubiertos por el agua, yo apoyo mi espalda sobre la pared de la bañera y aparto mis piernas para que mi esposa se siente entre ellas. Debo admitir que el sentir su espalda apoyándose sobre mi torso y sus curvas entre mis piernas, provoca un descontrol tal que altera mis sentidos —¿Estas cómoda mi vida?— Le pregunto rodeándola con mis brazos por encima de sus hombros y ubicando mis manos entre medio de sus pechos. —Lo estoy. — Responde e inclina su cabeza hacia atrás para a

