Siempre me pregunté quien vendría a mi funeral. Si habría alguien que de verdad me echase de menos. Alguien que sería capaz de dar todo lo que tiene por solo pasar un día más conmigo. Si la gente lloraría, traería flores y se despediría de mi, diciendo poemas, leyendo de un trozo de papel lo que siente. Si alguien se acercaría al ataúd y tendría las fuerzas suficientes de mencionar algún buen recuerdo que ambos compartimos. ¿Qué canciones sonarían en él? ¿Qué flores comprarían mis amigos? ¿Cuántas lágrimas caerían? ***** Antes de que pudiese responder a esas preguntas, a esas pequeñas dudas que tenía, una luz cegadora me obligó a abrir los ojos. Era una de esas luces incómodas, que por segundos hacia que tuvieses ganas de llorar. Mi visión era bastante borrosa, no tenía muy claro si las

