Capítulo III. Borroso

2467 Words
Cuando ya nos encontrabamos delante de la puerta de lo que se supone que era mi piso, sentí como el estar ahí me incomodaba... Me parecía todo tan extraňo, una mezcla de sensaciones negativas se extendió por mi interior, no entendía muy bien el porque me pasaba, pero en esos momentos tampoco me molesté en buscar una respuesta más concreta. —Creo que deberías ser tu la que abre la puerta... Quizás recuerdes algo, aunque suene como una tontería... Si repites ciertas acciones, acabas recordando más o menos cuando lo hiciste y como pasó, es como una sensación de deja vú. Dicha sensación la vivimos cada día, pero no nos damos cuenta de ello, cada vez que nos despertamos, vamos al baňo, desayunamos, todo nos debería hacer tener la sensación de deja vú, pero en nuestro cerebro no se reproduce de tal forma.— explicó y con algo de torpeza me pasó las llaves del piso. —Entonces... ¿Creés qué es lo correcto? Quiero decir, ¿si estás seguro de que debería ser yo quien abriese la puerta?— se quedó mirándome con cierta confusión. Yo era consciente que había repetido lo mismo que él me había confirmado, pero necesitaba que me diese, no sabía explicar como me encontraba, no yo misma lo entendía. —Es tu casa, que entres como primera no es nada malo.— me acarició con cariño la mejilla. Asentí y con las manos temblorosas acerqué las llaves a la cerradura. Meterla llave en la puerta fue todo un rato. Simon me ayudó y después de ello abrí la puerta. Di unos pasos hacia el interior del piso. Observé las paredes, las habitaciones, algunos que otros cuadros que decoraban las paredes azuladas. ¿Desde cuando eran azules? Las recordaba blancas... O quizás me confundiese de habitación, o incluso de casa. En la cocina estaba la luz encendida, no le di mucha importancia, aunque debería habérsela dado. Detrás de mi oí los pasos de Simon, quien mantuvo la distancia entre nosotros. Supuse que esperaba que recordase algo, un detalle. De la nada, me quedé inmóvil, delante de mis ojos apareció algo... Una imagen, una imagen que empezó a reproducirse delante de mi. Era como si estuviese en el cine, viendo una película. ***** —Se lo diré.—me sacó de mis pensamientos la voz sosa y cortante de JT, a quien parece haber ofendido mi petición, lo cual me alegra. Antes de que pueda decir o hacer algo más, empieza a dar pasos firmes hacia el correrdor, alejándose de mi. Me obligo a seguirle, hasta llegar a la puerta de salida. —¿No quieres quedarte a tomar algo?— ofrecí como si fuesemos buenos amigos de toda la vida. Me regaño a mi misma al oír lo ridículo que suena lo que acababa de decir. Se dió lentamente la vuelta y me observó atentamente con su mirada, dejando se que su rostro se ilumine con una sonrisa pícara. —Eres muy astuta.— se acercó a mi dándo pasos firmes, sin eliminar la sonrisa de su rostro. Me limito a quedarme quieta en el lugar que me encuentro y observo cada uno de sus posibles movimientos. Cuando se encuentra solo a unos centímetros de mi, siento como los latidos de mi corazón se aceleran y como mi respiración se detiene por unos instantes al darse cuenta de lo cerca que está de mi. Puedo sentir como su aliento choca con el mío y como no aparta su mirada de mi. De la nada me acaricia la mejilla derecha y con su dedo índice llega a mi barbilla. Se inclina de tal manera que sí yo hiciese el más mínimo movimiento, nuestros labios se rozarían. Un nudo se forma en mi garganta, el estómago se me revuelve y siento náuseas en ese instante. — Pero no va a funcionar conmigo. Dije que a cierta hora te desconectaría si no sigues jugando y eso haré... Y me da igual lo adorable que te pongas conmigo y que de la nada seas amable e intentes fingir ser buena chica.— dejó de sostenerme la barbilla y retrocedió un pequeño paso, un paso que me quita todo el peso de encima al no tener que... Besarle para convencerle. Se dio la vuelta hacia la puerta, abrió la puerta y antes de irse, dejó escapar un pesado suspiro. —Tic tac, tic tac Cadmia, respeta el horario.— al oír como pronunció mi nombre un escalofrío recorrió mi cuerpo y antes de que yo pueda decir algo, cierra la puerta dejándome sola en el piso. **** —Hey, Mia.— la voz se Simon me sacó de ese desagradable recuerdo. Sacudí con la cabeza y le dediqué una mirada neutra, casi vacía al chico pelirrojo. —¿Recordaste algo?— preguntó con cierta esperanza en la voz. —Sí, pero no lo recordé con claridad, fue como si hubiese visto la mitad de una foto... Lo importante faltaba.— expliqué, aunque la verdad era diferente. No quería contarle los detalles a Simon, ya que se me revolvía el estómago de solo pensar que había ocurrido algo así hace unos meses. —Tranquila, no te fuerces a recordar las cosas. ¿Quieres que te preparé algo para comer?— cuestionó y deslizó su mirada hacia la cocina. Negué con la cabeza respondiendo con ello a su pregunta. —Me siento incómoda.— dije rompiendo el silencio que reinó entre nosotros durante unos segundos. Hice unos pasos, hasta llegar a casi el fondo del corredor. Todo estaba tan sólo y vacío, sentía que el aire del lugar era pesado, tan pesado que llenar con el mis pulmones era todo un récord. Me fijé en que una de las puertas que se encontraban en la derecha estaba abierta. Me acerqué a ella y me quedé analizando con mucha lentitud y calma lo que era el cuarto de baño. El espejo que se encontraba delante de mi estaba roto. Sus pedazos estaban esparcidos por el suelo, acompañados de algo parecido a piedras de distinto tamaño. —¿Qué ha pasado aquí?— pregunté en voz alta, mientras que sentí como los latidos de mi corazón aumentaron. ***** —¡¿Por qué no puedes ayudarme?! Sí te diese igual lo que me pasase, habrías dejado que me matase.— cada palabra que decía perdía su firmeza, haciendo que las últimas se convirtiesen en un simple susurro. —Ya me salté bastantes normas para ayudarte y paso de meterme en problemas por tu culpa y creéme... Así que ve, haz lo que te dije y vuelve. No es culpa tuya lo que pasó.— intentó mantener la calma, para ver si una parte de ella pasaba a mi. —Le mate... Soy una asesina.— murmuré y tuve que formar con mis manos un puňo para parar así los temblores. —Fue en defensa propia, como dicen algunos... "Mejor tu, que yo." Guiate con eso.— dijo sin más y dió unos tosidos, que me ayudaron a salir del bucle en el que había caído. Por una parte tenía razón, pero la otra parte de mi estaba llena de culpabilidad, de miedo, en mi mente no dejaba de reproducirse una y otra vez la imagen de lo que había pasado hace unos segundos. Dejé escapar un suspiro y con mucho cuidaod me dirigí al cuarto de baňo para poder lavarme un poco la cara y refrescarme con algo. De reojo miré por una de las ventas y vi que el cielo estaba nublado, pero aún así yo tenía demasiado calor, era como si acabase de salir del mismo ardiente infierno. Esperé a que el agua más fría se hiciese paso y con ella me lavé las manos, me refresqué la cara y el cuello. Todo eso, evitando mirarme al espejo, saía perfectamente que no soportaría verme a mi misma, que me repugnaría... Pero aún así, no aguanté mis costumbres bajo control y levanté la mirada hacia mi reflejo. Sintiendo como algo de rabia y furia apareció. Le he matado... Le quité la vida... ¿Con qué derecho lo hice? ¿Cómo me atreví a hacerlo? Me estaba convirtiendo en un monstruo... En alguien sin sentimientos y sin conrazón... ¿O no? Debía llamar a la policía, tenía que entregarme, me merecía un castigo. Mis ojos se despegaron del espejo y con una furia incontrolable cogí una de las vasijas transparentes de cristal decorativas, que tenía sobre una estantería blanca junto a algunas cremas y productos para el pelo. La vasija contenía piedras decorativas de distintos tonos de gris. Con fuerza y acompañado de un grito histérico, la lancé en la dirección del espejo, logrando que unas partes de el se rompiesen en pedazos y cayesen sobre el suelo. Nunca fui agresiva... ni rompía cosas para calmarme, pero mentiría si dijese que después de esto seguía nerviosa. Sin hacer nada más me encaminé hacia mi habitación para poder seguir con el juego. Me sentía extraňa, era como si al romper el espejo todo el dolor y la culpabilidad hubisen desaparecido de mi, dejando en mi corazón un vacío más grande que antes, un vacío real. **** Retrocedí un paso hacia atrás, perdiendo con ello el equilibrio. Unos pasos rápidos se acercaron a mi, se trataba de Simon, quien dejó que una expresión de preocupación se apoderase de su rostro. Me rodeó con sus brazos y me ayudó a ponerme en pie. Mis pies temblaban, haciendo que mantener el equilibrio fuese todo un reto. Simon con un par de movimientos hizo que estuviese apoyada en él. Con pequeños y cortos pasos nos dirigimos a lo que era el salón del piso, en este se hallaba un sofa sobre el que nos sentamos. El pelirrojo se sentó tan solos a unos centímetros de mi, mientras que con la mirada me fulminaba. No entendí lo que había visto. Era un recuerdo... ¿Pero de qué exactamente? ¿Rompí el espejo cuando tuve un ataque de rabia? —Recordaste algo malo, verdad?— susurró Simon, mientras que dirigió su mirada hacia una ventana. —Recorde que rompí el espejo... Y que al hacerlo sentía que tenía la culpa de algo... Pero no lo he entendido.— respondí y le miré de reojo. —¿Por qué no vivimos juntos?— pregunté dejándole confuso. Supuse que no sabía si se trataba de una pregunta o de una oferta. —Quiero decir... No sé... Siempre es mejor estar acompañado que solo.— añadí para sacarle de las dudas que se crearon en él. Simon hizo un movimiento con los hombros y me miró directamente a los ojos, casi hipnotizandome con su mirada. Dejé escapar un suspiro que estuvo fuera de lugar y que provocó que se sonrojase, mostrando con ello más su lado adorable. El corazón no paraba de decirme a gritos que él era demasiado importante, que Simon forma parte de mi vida. Nervioso se pasó la mano por el pelo y apartó la mirada de mi. No sé porque, pero ese hecho, hizo que me pareciese más adorable aun. —Nunca nos lo propusimos. Supongo que ambos lo veíamos como un compromiso demasiado grande y no queríamos que nuestra amistad se fuese a... A dar un paseo por el campo.— con lo último me sacó una sonrisa, negué con la cabeza y me acabé apoyando en su hombro. Sentí como se tensó un poco, pero acabo acariciándome la mejilla. —Debería irme.— rompió el silencio con esas palabras. —¿Irte? ¿Por qué?— dejé de estar apoyada en su hombro y le dediqué una mirada confusa. No quería quedarme sola en este piso, sentía que era una intrusa aquí, que nada de esto me pertenecía. Simon arqueó una de sus cejas con elegancia y me observó algo avergonzado. —Podría incomodarte que esté aquí.— murmuró de tal forma que casi ni le entendí. —Estás... Mal.— me quedé pensando en con que palabra podría picarle, y luego dije lo primero que se me vino a la mente. —Me sentiré incómoda si me dejas sola... Me siento como una ladrona, como si esta casa no fuese mía.— aňadí y deslicé mi mirada hacia el suelo. Después de unos segundos, sentí como Simon me rodeó con sus brazos, dándome con ello un abrazo. Le devolví el abrazo, notando como un enorme peso se me cayó de encima en esos instantes. —¿Cómo vas a ser tu una ladrona? ¿Quieres que me quedé a dormir? No me importa, pero que conste, que no pienso ponerme tu pijama.— creó algo de distancia entre nosotros y me dedicó una sonrisa divertida. —No creo que tenga mi talla seňorita.— me burlé de él y ambos volvimos a acomodarnos en el sofá. —¿Me estás llamando gorda? ¡Osea no! No te lo permito, mis uňas son mas largas que las tuyas, sufre.— con un gesto imitó a las típicas chicas pijas y parpadeó varias veces seguidas. Dejé escapar una sonora carcajada y volví a apoyarme en él, pero esta vez en su pecho. —Osea, yo tengo el cabello más largo que tu.— le seguí el juego, logrando con ello que el también riese. —Y bueno, querida mía... ¿Alguna idea de lo que quieres hacer en esta larga noche?— preguntó con cierta curiosidad en la voz. —Quizás pongan algo interesante en la tele o algo. No sé.— no pensé mucho la resputa y respondí con la primero que se me vino a la mente. —No no, nada de vaguear. ¿Sabes que será lo primero que haremos?— Negué con la cabeza como respuesta. —Bueno lo segundo. Primero veremos algo, cuando estés algo mejor. Nos tocará cenar, y como no pidamos una pizza, tendremos que cocinar... No hay nada más divertido que dos personas en una cocina.— aňadió con diversión. —Miedo me das.— comenté mientras que extendí mi mano hacia el mando de la televisón. —Simon sabe dar miedo.— me miró de reojo y durante unos instantes miró la pantalla. —Antes, siempre que veíamos la tele y estabamos más o menos como ahora, entralazabamos nuestros dedos. Eramos muy buenos amigos y siempre que podíamos estabamos juntos.— se puso algo serio. No sé porque, pero sentí la necesidad de hacer lo que dijo, le ofrecí mi mano y él acabo entrelazando sus dedos con los míos. —Somos buenos amigos.— le corregí de manera simple. —No debí haberte dado la idea que te di... Fue una tontería e incluso egoísta por mi parte... Por mi culpa te metiste en todo este lío.— susurró, dejándome más que sorprendida con esas palabras.
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