Capítulo II

1185 Words
Ya eran las 5 de la tarde cuando César decidió ir a su casa a darse un baño antes de encontrarse con Iker y el resto de los chicos en el club. Pensaba que tenía 40 y quizás ya no debía ir al club. ¿Tendré que dejar de frecuentar esos lugares? ¿Quién me dice? Se preguntaba mientras se bañaba.  Se puso un pantalón n***o de jean y una camisa manga larga verde militar y una chaqueta de cuero negra y zapatos de vestir negros, pensó que era un atuendo jovial, serio y jovial. Al llegar al lugar, divisó en una mesa vip a Iker, Oliver, Tomás. Todos lo felicitaron con entusiasmo. —¡Bebamos lo mejor antes de salir de cacería! —propuso Tomás. —Comencemos —confirmó César. La música era alta y el lugar estaba repleto, los chicos veían entre la gente buscando una chica para César. El reto consistía en conquistarla en menos de una hora.  —Ya estoy viejo para eso, chicos —se quejó César. —Nada de eso —respondió Oliver. Todos estuvieron de acuerdo en que la chica ideal para César era una pelirroja despampanante que estaba con un grupo en la barra. César no quería jugar pero cuando vio a la chica, decidió que si quería hacer aquello aunque fuese por última vez, estaba buenísima. Se levantó con confianza, camino hacia la barra y se colocó detrás de ella,  pidió al barman una bebida, la ignoró con toda intención, la chica se giró a mirarlo y trató de reprimir una sonrisa al verlo, lo miró tontamente de arriba abajo. César la miró y le sonrió. —¡Buenas noches! —dijo con cortesía. —¡Buenas noches! —respondió ella y soltó una risita. La pelirroja comenzó a jugar con su cabello y miró a las amigas con las que estaba que ya murmuraban y reían tontamente.  El barman le alcanzó la bebida a César. —¡Feliz cumpleaños jefe! —le sonrió el barman. César era asiduo al lugar y el chico sabía que ese día cumplía años, hablaban delante de él de los planes para esa noche.  Las cinco mujeres se voltearon enseguida y le sonrieron. —¡Feliz cumpleaños! ¿Cómo te llamas? —preguntó la peliroja. —Gracias, me llamo César y ¿tú?   —Diana —le estiró la mano con un gesto seductor. Todas las mujeres que la acompañaban lo felicitaban y lo abrazaron, menos una que no parecía encajar con el resto, llevaba ropa de oficina, lentes y el cabello recogido, nada de maquillaje. Ella lo miró con desprecio y él no entendió por qué. —Vamos a mi mesa, no estoy solo, mis amigos y yo estamos por allá —señaló su mesa. Las mujeres se emocionaron al mirar hacia allá. Era la zona VIP y los chicos eran guapos. Caminaron hacia allí a pesar de las protestas de la que andaba mal vestida.  —El reto se cancela. Siempre es demasiado fácil para ti —le dijo en voz baja Tomás. César le sonrió con picardía. Comenzaron a beber y bailar, no habían pasado 20 minutos y ya César se besaba con la pelirroja en una esquina de la pista. Estaba oscuro y había humo. Sonaba una música dance pero ellos solo estaban parados abrazándose y besándose. Ella llevaba un vestido brillante de varios colores, le ajustaba bastante y dejaba ver el cuerpazo que tenía, él tanteó sus nalgas y ella gimió, se pegó más a él que aprovechó de acariciar su espalda y también tanteó sus pechos, la mujer se retorcía más contra él con cada apretón y manoseo de César mientras se aferraba a sus glúteos. El resto bailaba y bebía en la pista, menos Iker, decía que se había nombrado el conductor designado pero todos sabían que era porque era un hombre casado y sometido. Lo acompañaba la fea del grupo. César lo miraba y se burlaba, Iker negaba con la cabeza.  Ya todos estaban ebrios, gritaban y jugaban, Tomás se besaba con dos de las chicas y Oliver también encontró compañía y cariños entre ellas. —¿Por qué tú amigo no se divierte? —preguntó Diana. —Está casado —respondió entre risas César. —Tiene sentido —respondió y lo besó en los labios superficialmente. —¿Y tu amiga porque no se divierte? —preguntó César. —¡Es mi hermana! Porque es aburrida. No le gusta divertirse —respondió con dificultad. Ya todos se iban del club, los acuerdos de cómo pasarían la noche ya se habían sellado y César estaba absolutamente seguro de él que llevaría a la pelirroja Diana a su cama. Estaban recogiendo su cartera cuando la mujer mal vestida lo interrumpió. —¿Te vas a aprovechar de una mujer borracha? —inquirió. —Yo también estoy borracho ¿Y si es ella la que se aprovecha de mí? —contestó burlón. Diana se echó a reír abrazada a él. —¡Vamos Diana! —insistió la mujer. —No. Aguafiestas. Míralo está buenísimo, me lo quiero follar ya mismo, no soy una virgen reprimida como tú. César se rió y abrió los ojos y se tapó la boca fingiendo un gesto de asombro. —Eres inmadura y tonta. Es un peligro —dijo la mujer. —Lo único peligroso es tu ropa tan horrible ¿Que haces en un club vestida así? Por eso estás virgen —increpó César que le molestaba la mirada de suficiencia de la mujer. Diana rió más fuerte. —Que patán ¿Con esto te quieres ir a acostar? —le gritó la mujer con el rostro rojo. Diana asintió con la cabeza de forma exagerada.  Iker que había mirado toda la escena se levantó y se acercó a César. —Se te fue la mano. Ya basta. Deja que se vaya con esta mujer y vámonos. César lo miró dubitativo su juicio estaba nublado y confiaba en Iker más que en nadie, así que aceptó y le pidió a Diana intercambiar números. —Te follare cuando estemos sobrios los dos —rió César mirando a la hermana de Diana. Diana hizo un pequeño berrinche y se aferró a su cuello, lo besó en los labios y en el cuello. —Llámame —le pidió, se fue discutiendo con la hermana. La mujer se la llevó arrastrada por el brazo molesta y dando manotazos. Iker dejó a César en su casa.  —Gracias. Aunque por ti ya no pasaré las horas con aquella delicia de mujer. —La hermana no quería, después te iba a acusar de secuestro, violación que se yo. Duerme y descansa —le recomendó Iker. César se metió a su cama apenas habiéndose quitado la chaqueta. Se acostó con ropa. Bebió mucho, nunca bebía tanto. Se sentía solo y se preguntaba si encontraría a alguien para él. No sólo para follar, alguien por quien sus amigos se burlen de que lo somete y él no quiera beber ni bailar con nadie más hasta volver a ella. A esa que que lo espere, como Iker tenía quien lo esperaba. Pensó en todo aquello y así se quedó dormido. Al día siguiente despertó con dolor de cabeza y arrepentido de lo que se acordaba preocupado por lo que no recordaba y se preparó para reunirse con su familia para una parrillada por su cumpleaños. César veía aquello como una tortura, el soltero cuarentón. Seguro decían que era un don Juan. No le gustaba aquello pero así era. Después de pasar ese momento con su familia regresó a su casa y revisó su teléfono, vio el número de Diana y dudó en marcar. Decidió no hacerlo, era más de lo mismo, alguien para coger y ya. ¿Y si la invitó a una cita? Se preguntó. Quizás mañana se dijo. Una cita es diferente, pensó.                
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