La visita
Me encontraba haciendo la faena en el campo. Este día ayudo poniendo los alimentos a los animales de corral, los faeneros llevaron las reses al Claro de La Novia, una llanura amplia llena de buena hierba para pastar, pero hoy no les he acompañado.
Por cosas del destino me quedo cerca de la casa y veo a esa señora pasar. Ella amable sonríe cuando me ve desde la ventanilla de su auto, mientras se dirige rumbo a la casita.
Siento curiosidad, termino lo más pronto posible y me encamino rumbo a casa de mi mamá, preguntándome
- Será que esa señora va a casa de mi mamá?
o estarán perdidos ella y su chofer?
- Que puede estar buscando esa señora por estos lares?
Luego de una larga caminata visualizo el vehículo cerca de la entrada de mi casa.
A decir verdad más bien de mi pobre rancho, lugar donde vivimos mi mamá y yo desde que tengo uso de razón.
Afuera de la casa el joven chofer descansa distraído recostado del auto. Puedo deducir que la señora se encuentra con mi mamá en nuestra casa. Me sorprende y me intriga saber de donde mi madre conoce a tan notable señora.
Apuro el paso y entro rápidamente a casa para saber que está pasando.
Bruscamente interrumpo la animada charla que mantienen las dos mujeres.
Toso para aclarar mi garganta y saludo con timidez
-Buenas tardes, bendición Mamilis
Mama Lis:
hola hija Dios me la bendiga. Mira, hoy ha sido un día muy feliz. nos ha venido a visitar mi comadre Berenice.
Berenice :
Hola Angélica, ya te vi en el camino.
Mama Lis:
Berenice y yo nos conocimos antes de que tú nacieras. Tuve la bendición de ser la madrina de bautizo de Richard, su hijo. Pero ellos hace muchos años estuvieron fuera del país. Para cuando volvieron se residenciaron en la ciudad.
Berenice:
Si, todo eso por el trabajo de Marcus, mi esposo. La profesión de médico amerita grandes cambios, estudios para especializaciones, hubo que recorrer varios países cuando fue necesario. Se le presentaron oportunidades fuera del país y luego logró su primera clínica en la ciudad. Hoy día convertida en un prestigioso centro médico.
Mama Lis:
Gracias a Dios para bien. Mírate llena de lujos y comodidades.
Berenice:
Hablemos de ustedes, amiga. Cómo están? Te casaste? Angelica tiene esposo?
Nos reímos divertidas por las preguntas que hace con picardía la señora. A lo que mi mamá contesta.
- No mijita. jajaja. Del trabajo tomamos algunas faenas en la hacienda que nos contraten. En cuanto a marido ni Angélica ni yo tenemos. Aquí vivimos las dos el día a día. Unas veces duras otras no tanto.
La señora Berenice se queda pensativa y se acerca a darle un caluroso abrazo a mi mamá. Se siente el afecto que ambas se tienen. Luego de un largo abrazo mi mamá me manda a buscar unas tazas de café y continúa conversando con su amiga en la sala.
Mientras yo en la cocina hago el humeante café, escuchando de cuando en vez la conversación y las risas. Hasta que por fin les llevo las tazas con rico café caliente.
La señora me observa con mucha atención, siento que me mira de arriba abajo. Toca mi cabello y se sonríe.
- Eres una jovencita muy guapa, querida Angélica. Una belleza perdida en este fin de mundo.
suspiro profundamente.
- Gracias, señora Berenice.
Ella asiente con la cabeza y continúa hablando con mi mamá. Me siento un poco incómoda bajo su mirada tan fija, pero trato de no prestarle demasiada atención y concentrarme en lo que dicen.
La visita dura un rato más, hasta que Berenice y su chofer se despiden y se van. Mi mamá y yo nos quedamos solas, y le pregunto curiosa sobre su amiga.
- Qué interesante es Berenice, mamá. Y qué lindo que aun sean amigas después de tanto tiempo.
Mi mamá sonríe y toma mi mano.
- Sí, hija. Berenice es una gran mujer. Y aunque parezca que la vida nos ha tratado de forma distinta, somos amigas de toda la vida, y eso es lo que importa.
Asiento con la cabeza y me siento a su lado en el escalón del porche. Aunque mi mamá y yo vivimos en un lugar humilde y trabajamos duro para sobrevivir, tenemos lo más valioso: el amor y la amistad de las personas que nos rodean. Y eso es lo que realmente importa en la vida.
Después de un rato, de haberse despedido la elegante señora, recuerdo su promesa de volver a visitarnos.
Mi mente ahorita está inquieta por las preguntas que tengo sobre la vida en la ciudad y lo que podría encontrar allí.
¿Qué tal sería vivir en un lugar lujoso como el que ella mencionó? ¿Sería posible que tuviéramos una vida diferente? Pero luego recuerdo todo lo que hemos logrado aquí, todo el sacrificio y esfuerzo que hemos invertido para tener una vida digna.
Suspiro, sintiendo un poco de envidia pero también de gratitud por lo que tenemos.
- ¿Estás bien, hija? -me pregunta mi mamá, notando mi expresión.
- Sí, mamá. Sólo pensaba en lo diferente que sería vivir en la ciudad. Cada vez el trabajo es más difícil de conseguir. El trabajo duro y anteriormente era más pagado. Ahora Usualmente nos quieren dar centavos por una larga jornada, no corresponde con lo justo.
- Ya lo sé, mi amor. Pero aquí tenemos nuestra vida, nuestro hogar. No necesitamos cosas materiales para sentirnos felices. -me dice, apretando mi mano.
Sonrío, abrazándola. Y por un momento, todo lo demás desaparece, sintiendo sólo el amor y la alegría de estar junto a mi madrecita calma la desesperanza que hay en mi corazón.
Ella siempre ha sido mi refugio, mi santuario, y aunque a veces las cosas parezcan complicadas, sé que siempre puedo confiar en ella.
Me encanta tenerla cerca, sentir su cariño y su amor incondicional que nunca han fallado. Levanto la mirada hacia ella, y me doy cuenta de lo afortunada que soy de tenerla en mi vida.
Le doy las gracias por todo lo que ha hecho por mí y por siempre estar ahí. Cierro los ojos y me permito sumergirme en ese momento de felicidad, aprovechando cada segundo que tengo a su lado y sintiendo su amor llenando mi alma. Soy afortunada por tener una madre tan maravillosa y amorosa.