Mundos Diferentes - Parte 4

El invierno en esta ocasión vino con toda, esta semana ha pasado lloviendo y la quebrada está a punto de desbordarse. Tenemos una hora de estar bajo agua, falta poco para terminar de levantar los muros de contención en concreto puro que estamos ubicando en las partes más vulnerables de una posible inundación. No hemos parado de trabajar en los últimos ocho días. —¡Patrón! Este es el último lote. Gritó Lara, todos metimos el hombro en esto, si se desborda la quebrada, varios terrenos se inundarán y tenemos mucho ganado. Los trabajadores de las ocho fincas nos unimos para ponerlos. —Escuchar eso me alegra. Comenté. Los caballos estaban a varios metros de nosotros, ochenta hombres fueron los que necesitamos para terminar los trabajos de ingeniería, todos los trabajadores recibirán un bono extra, se han comprometido de sol a agua para cumplir con el trabajo. De nuestro lado quedaremos protegidos, mientras que los predios del otro extremo de la quebrada no conocemos a los dueños, son tierras abandonadas. Si no hay una avalancha el muro que construimos nos ayudará, de lo contrario el tiempo y el dinero se fue a la mierda si la naturaleza decide jodernos un rato. Por ahora estoy tranquilo, terminamos a tiempo y la quebrada no queda cerca de ninguno de los ranchos—. Esto ayudará solo si la quebrada sube, pero si se viene una avalancha, no tenemos nada que hacer. —apenas era la una de la tarde y parecen las seis. Está oscuro, comenzaron a caer los relámpagos. —Ya tengo hambre. —dijo Arnold—. Esta mañana mi Renacuaja me dijo que me hará un delicioso almuerzo. —¡No seas duro Mojón y paga una empleada! —Le dijo Miguel para mamarle gallo y sacándolo de casillas. —¡No vengas a joder Cebolla!, mi Lupe tiene todas las empleadas que quiera, pero es terca y la cocina le encanta. Además, cocina como los dioses. No la obligo, lo hace porque quiere tener a este pechito comiendo del plato de comida. —Todos soltamos la carcajada, esta gonorrea no cambia. —No eres el único que tiene hambre. —Lo apoyó Rasca culo—. En mi casa es la vieja Josefina la que cocina, no hay quién la saque de ahí. Habíamos terminado, ahora esperar que decida la madre naturaleza. Comenzamos a caminar en dirección a los caballos, Jacinto en la camioneta subió los materiales y algunos empleados de El Renacer, los otros también subieron a los vehículos, los únicos en caballo éramos nosotros. —Sin duda fuimos los más pendejos. Hablé cuando la camioneta de mi suegro se detuvo a despedirse, ellos en carro y nosotros en caballos. ¡Lindo el tema! —Muchachos mañana los esperamos en Las Alondras. —Le di la mano. —Kalley conduce con cuidado. Don Fausto llame a Verónica una vez llegue, sabe cómo se pone. —Ahora se invirtieron los papeles, ¡el pelaíto soy yo! —sonreímos—. Mañana llega Santiago con Luz Marina y Salvador. —Verónica estará contenta. Allá estaremos suegro. Las camionetas arrancaron, nos quedamos mirándolas hasta que las perdimos de vista. La lluvia apretó más, comenzaron los truenos y luego los relámpagos. —Esta vaina se puso maluca. Gladis debe de estar nerviosa y mi pelaíto corriendo ahora que aprendió a caminar. Miré una vez hacia atrás, confiemos que el trabajo no se pierda, el muro estaba alineado, los trabajadores van camino a sus casas, somos los únicos perniciosos chupando agua. —No solo tu mujer, mi celular no deja de vibrar, mi Repollo debe estar igual, y a Daniela no le gustan los truenos, mi chiquita salió asustadiza. Llegamos hasta el lugar donde teníamos los caballos, subí sobre Océano mi nuevo ejemplar pintoso. Con la procreación en abundancia de hijos nuestros necesitaba refuerzos. La yegua y pareja de mi caballo se llama Playa. Manía pendeja la que tenemos mi mujer y yo de ponerles los nombres a juego. —¿Qué te pasa Roland? Ese es mi segundo al mando, no se le escapa nada. No les he contado a los chicos la noticia que me dio Any esta mañana. —Any me llamó, hoy debemos reunirnos en la noche, tendremos que trabajar bastante. Así que les aconsejo que pasen la tarde en su casa, culeen un rato si les da la gana, pero a las nueve los necesito en el cuartel. —dije. Miguel soltó la carcajada. —Apenas llegue a la casa, llamo a Lobo y a Rino para que estén en la reunión. Lobo pasa del rancho a Blanco que era donde vive en su apartamento con su esposa Carlina, quien está embarazada y pronto nacerá su hijo, ella estudia enfermería en San Antonio, ya va a ingresar al tercer semestre. Se encuentran de vacaciones, Kevin está estudiando otro idioma, con este sería el séptimo en su lista. Rino… Dios, ese loco no sé exactamente qué le pasa, le gusta la hermana de Gustavo, bastante que le gusta, pero nada que se la cuadra. Tomó una especialización y los fines de semana le ayuda a la doctora Jones en la clínica. Patricia va para su tercer semestre de psicología. Lo cierto era que todos viven en el mismo apartamento mientras estaban estudiando y los fines de semana se vienen a Blanco. Pato se queda en la casa que ahora tiene la vieja Josefina, a unos metros de distancia a la de su hijo. Los otros que también terminaban de estudiar son Arnold y Guadalupe, que se decidió por hacer una sola carrera y era la de pedagogía. Ellos de lunes a jueves viven en San Antonio en el apartamento que tienen y los fines de semana pasan en su rancho. La niñera también viaja con ellos, los hijos de Arnold van a ser tremendos. Con razón Alfredo les dice los Aliens... Aunque no puedo hablar mucho, mis hijos mayores son calillita uno y dos. Si a eso le sumamos mis sobrinas terremoto y su réplica ya ahí van seis de los que a futuro nos darán guerra. Por ahora todos están de vacaciones y Blanco era cerca. Nos subimos a nuestros caballos. —¿Es importante el tema a tratar? Rata se puso a mi lado derecho, Cebolla estaba en el izquierdo, al lado de ellos se ubicaron Cereza, Mojón y Rasca culo. —¡He estado trabajando en algo desde hace un tiempo! —hablé fuerte para que todos me escucharan, el aguacero nos caía y estamos como si nada—. Quiero escuchar la opinión de cada uno. —¡Entiendo! —dijo más de uno. —Muchachos en una semana Aníbal cumple un año de muerto. Miramos a Miguel. Era cierto, Shirly anda organizando una misa, ella no ha dejado el luto, ya no se pinta la boca de rojo, ahora usa un sutil brillo, su ropa es negra, blanca, café, beige. Está dedicada a su bebé de ocho meses. Ese pelaíto es la viva estampa de su padre, verlo sonreír es estar viéndolo a él. Gregorio, mi ahijado es lo único que mantiene viva a Shirly. —Sí. Nos quedamos cada uno pensando, andando sobre nuestros sementales, en los que andaban a paso lento bajo el torrencial aguacero. Todo este tiempo nos hemos distribuido y cada uno se encarga de cuidarlo un día a la semana. Cuídalo, era un decir, tenemos contratado un personal solo y exclusivo para atenderlo. Hoy el doctor nos dará un informe. Por ahora sigue igual, no ha mostrado avance, su cerebro está completamente deshinchado y no tuvo daño irreversible. Los médicos me han dicho que de despertar podrá hacer las cosas, pero debe aprenderlas de nuevo. Alfredo nos dijo que si se ocurre el milagro; algo que estoy completamente seguro de que ocurrirá, pero será en el tiempo del señor Dios, no en el mío. —¡Gonorrea, te estamos hablando! —La voz de Simón me trajo de regreso—. Te fuiste de este mundo. —¿En qué planeta andabas Roland?