Capítulo 2

1464 Words
Se casó con él a los dieciocho años. Durante los tres años que siguieron a su matrimonio con la familia Moore, Caleb nunca mostró intimidad alguna hacia ella, ni siquiera durmió en la misma cama. Celeste nunca se quejó de ello. En lugar de eso, se dedicó por completo a servir a la familia Moore como si fuera una criada. Incluso utilizó su propio dinero y propiedades para cubrir los gastos de manutención de toda la familia. Había dado todo lo que tenía por ellos, todo su amor, su confianza y su fortuna. Pero jamás imaginó que lo único que recibiría a cambio... sería traición. Nadia, en apariencia, era su mejor amiga, siempre amable y comprensiva, casi como una hermana mayor. Celeste confiaba tanto en ella que la nombró directora financiera de la empresa, a pesar de las objeciones de todos. Pero al final, descubrió la verdad más cruel: Nadia había estado acostándose con su marido todo ese tiempo. ¡Qué pareja tan despreciable y sin vergüenza! Celeste dio unos pasos firmes hacia Caleb y Nadia, con la mirada cargada de ira. Su rostro reflejaba una furia contenida, una mezcla de dolor, rabia y decepción. Nadia fingió miedo y se refugió en los brazos de Caleb. —¡Caleb, tengo miedo! —gritó con voz temblorosa. —No tengas miedo, Nadia. Estoy aquí contigo —la consoló él, estrechándola contra su pecho. Luego miró a Celeste con desprecio y le dio un fuerte empujón. —¿Qué quieres? Si estás resentida, ven contra mí. ¡Pero no te atrevas a tocar a Nadia! El empujón fue tan repentino que Celeste, tomada por sorpresa, perdió el equilibrio. Su cuerpo pesado se tambaleó y cayó hacia atrás, golpeándose fuertemente la parte posterior de la cabeza contra el borde de una mesa redonda. —¡Se golpeó la cabeza! ¿Está bien? —exclamó alguien entre la multitud. —¡Llévenla al hospital! —gritó una voz compasiva. —¿Hospital? —rió otra con sarcasmo—. ¡Con ese peso, quién podría cargarla! —Caleb, saca a tu monstruo de aquí —dijo alguien con asco—. ¡Voy a vomitar si la miro un segundo más! Las pocas voces que mostraron preocupación fueron rápidamente ahogadas por las burlas y el desprecio general. Las venas se marcaron en las sienes de Caleb. Enfurecido, se acercó y le dio una fuerte patada en el abdomen. —¡Deja de fingir! ¡Levántate y desaparece de mi vista! —gritó con desprecio. La patada fue tan violenta que Celeste escupió sangre. Un hilo rojo resbaló por su barbilla, tiñendo el colgante de bronce que colgaba de su cuello. En ese instante, un rayo de luz blanca se desprendió del colgante, iluminando todo a su alrededor. Cuando Celeste volvió a abrir los ojos, ya no estaba en el salón. Se encontraba en un lugar completamente desconocido, rodeada de una neblina densa y misteriosa. Frente a ella se alzaba una torre de hierro n***o de nueve pisos, envuelta por un río humeante que la rodeaba como si respirara vida propia. Una voz profunda y antigua resonó en el aire, grave y solemne: —Estás en el Reino del Aprendizaje Profundo, conocido también como el Reino DL. La torre que tienes frente a ti es la Deep—Learning Tower, o Torre DL. Aquí podrás aprender cualquier conocimiento del mundo. Solo debes entrar en la torre y tocar el tablero correspondiente... Entonces, obtendrás la sabiduría de todas las eras, de todos los campos, de todos los países. —Este líquido es una poción refrescante para el cerebro. Bébelo y te ayudará a reducir el noventa por ciento del tiempo necesario para adquirir una habilidad —explicó la voz profunda. Celeste no entendía nada, incluso creyó que estaba en un sueño por lo que solo siguió la corriente. Una idea surgió en su mente. —Quiero aprender habilidades médicas y de combate... ¿es posible? —preguntó con determinación. La razón por la que eligió esas habilidades era simple: quería eliminar la marca de nacimiento de su rostro, recuperar su figura y vengarse de todos los que la habían humillado. —¡No hay problema! —respondió la voz con solemnidad—. Solo debes activar el tablero con tu pensamiento. Celeste, llena de emoción, se inclinó sobre el río humeante y bebió sin dudarlo. Al instante, una sensación de frescura recorrió todo su cuerpo. Sintió que cada poro se abría y que una sustancia oscura comenzaba a salir de su piel. Su cuerpo se volvió n***o y sucio, pero su mente estaba despejada, brillante, viva. Por primera vez en su vida, Celeste se sintió libre. Sonrió con satisfacción y, sin perder tiempo, se dirigió a la torre. Pasó un mes en el Reino DL, aprendiendo medicina día y noche. Fue entonces cuando descubrió algo asombroso: la marca en su rostro no era una marca de nacimiento, sino el resultado de un veneno heredado del cuerpo de su madre. Aquel veneno era tan especial que ni los médicos más expertos lo habían detectado, confundiéndolo con una mancha natural. Era también la causa de su obesidad. Una vez que el veneno fuera eliminado, su piel se aclararía y su cuerpo recuperaría su forma natural. Antes, no importaba cuánto se esforzara por perder peso, su cuerpo seguía acumulando grasa sin control. Pero ahora, todo era diferente. Un día, agotada después de horas de estudio, Celeste salió a buscar otra poción refrescante para el cerebro. Apenas la había bebido cuando una voz fría y familiar resonó detrás de ella. La voz de Caleb Moore. —Ha pasado un día entero —decía con tono impaciente—. ¿Por qué no han descubierto todavía la razón de su colapso? Entonces, díganme cuándo despertará. Y si no se despierta... díganme cuándo va a morir. El corazón de Celeste se estremeció. Entendía que esto ya no se trataba de un sueño. Después de su voz, se oyó la del médico, nerviosa y respetuosa: —Señor Moore, el cuerpo de la señora Moore no presenta ningún problema. En cuanto a la razón por la que sigue en coma, aún estamos tratando de averiguarlo. Si no confía en nuestro hospital, puede trasladarla a otro. Entonces una voz femenina y melosa intervino: —Caleb, está bien. El doctor dijo que Celeste está bien. Estoy segura de que pronto despertará. Caleb respondió con una suavidad que Celeste ya no reconocía. —Solo temo que tú te sientas mal, Nadia. Quiero divorciarme de ella lo antes posible... para poder casarme contigo. —Lo entiendo, Caleb. Puedo esperar —respondió Nadia dulcemente—. Yo fui quien te sugirió que la engañaras para que asistiera a la fiesta. No soporto verte sufrir más. Solo quería que te liberaras de ella cuanto antes. Todo lo hice por tu bien. Caleb soltó una risa suave. —Nadia, eres la mujer más inteligente, amable y considerada que he conocido. Te amo. —Yo también te amo. —susurró ella, fingiendo ternura. Ambos siguieron hablando, intercambiando palabras dulces y vacías, sin importarles que Celeste ya estaba inconsciente a pocos metros de ellos. Poco después, la voz de Caleb volvió a sonar con frialdad. —Llámame si ocurre algo. —Sí, señor Moore —respondió otra voz femenina, probablemente la de una enfermera. Cuando se fueron, aquella enfermera murmuró entre dientes, llena de indignación: —¡Nunca había visto a gente tan desvergonzada! Su esposa sigue viva, y él ya la maldice como si estuviera muerta. ¡Y trae a su amante al hospital! ¿Qué clase de hombre hace eso? Y esa mujer... ¡qué descaro! Mientras seguía refunfuñando, se acercó a revisar el cuerpo de Celeste. —¡Dios mío! —exclamó de pronto—. ¿Por qué tu cuerpo está sucio otra vez? ¡Te limpié hace solo unos minutos! Suspiró con pesar. —Pobre mujer... seguramente sufriste mucho por tu aspecto. Y tu esposo... es un bastardo. De verdad, pobre de ti... Con delicadeza, trajo agua tibia y limpió las manchas oscuras que seguían brotando de su piel debido a los efectos de la poción. Mientras tanto, en el Reino DL, Celeste permanecía en silencio, con la mirada fija en un punto lejano. Sus ojos, fríos y decididos, ya no mostraban dolor, sino determinación. Toda esperanza en Caleb había muerto. Durante un tiempo creyó que él era solo una víctima manipulada por Nadia... Pero ahora sabía la verdad: Caleb había planeado todo junto a ella. Él no solo quería divorciarse... quería verla morir. Un odio indescriptible comenzó a crecer en su pecho, ardiendo como fuego. Y entonces, Celeste sonrió, una sonrisa amarga, helada, cargada de promesas. "Se acabó," pensó. "Ya no seré su víctima. Ahora, ellos serán quienes rueguen por piedad."
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