CAPÍTULO 20

1128 Words
—¿Qué pasó? ¿Por qué lloras? —preguntó Chase, preocupado por su hermana mayor—. ¿Algo está mal? Y, a sabiendas de que no podía explicar lo que ocurría, porque sonaba demasiado tonto, incluso para ella, decir que lloraba porque ya no se podía casar con el tío de las bebés que quería adoptar y que eso le arrebataba la penúltima oportunidad de que fueran sus hijas de verdad. Sí, penúltima, porque la última opción era demasiado psicópata para implementarla, pero también le había cruzado por la cabeza que si ese hombre no existiera ella podía quedarse con las niñas; Estrella incluso pensó que su abuelo materno podía hacerlo realidad, pero sabía que lo mejor para todos era fingir que ni siquiera había imaginado dicha opción. —Vi un vídeo de perritos abandonados, rescatados y adoptados —declaró la joven en una gran mentira—, era muy triste. —¿Estás en tus días? —preguntó el rubio y a la rubia no le quedó más que decir que pronto lo estaría, entonces fue a Chase a quien no le quedó más que decir una cosa—: Estás loca, Tella. De todas formas, con esa cara, el joven no echaría fuera de su oficina a una de sus mujeres favoritas, así que simplemente le ofreció un café y la dejó calmarse sentada en la silla frente a su escritorio, desde donde la vio perder la vista en una ventana con vista a ningún lugar. » En serio estás bien, ¿Tella? —preguntó el rubio, trabajando en lo que hacía, pero sin perder de vista a su querida hermana mayor—, te ves distraída. —Estoy cansada —declaró la rubia, recostándose un poco sobre el escritorio frente a ella—, estoy tan cansada de todo que hasta me parece medio bien estar a punto de dejar de ser mamá. ¿Cuándo se va Benjamín? —A saber —respondió Chase—, ni siquiera sé por qué no se ha ido. Lo que está haciendo ahora, desde hace un par de semanas, podría estarlo haciendo a la distancia. Supongo que tampoco le alegra mucho saber que se convertirá a padre de tiempo completo. Estrella asintió, respiró profundo y levantó la cabeza, entonces se puso en pie y decidió dejar la oficina de su hermano mientras volvía a activar su teléfono para enviar un mensaje de texto. —Dile a mamá que saldré con Kenya esta noche, así que, aprovechando que las niñas se quedarán con Benjamín, me quedaré en mi departamento —pidió Estrella y dejó la oficina de su hermano, quien solo contestó con un sonido gutural, pues en lo que trabajaba era algo a lo que no debería quitarle mucha atención si no quería tener muchos problemas. ** Sintiendo cómo el cuerpo de ese hombre la empujaba contra el colchón de una cama que no usaba con demasiada frecuencia desde que se convirtió en madre, la rubia ahogó un gemido mientras miraba con deseo al joven que acercaba lentamente su rostro al de ella. Estrella, expectante y deseosa, entreabrió sus labios al sentir el aliento del hombre con quien estaba a punto de compartir su lecho, y el otro se acercó demasiado, tanto que sus labios hicieron contacto otra vez. Sí, ellos tenían rato alimentando sus deseos con ese montón de besos y caricias que elevaban las temperaturas de sus cuerpos mientras les desacomodaban la ropa y el maquillaje de la joven, y todo fue mejor cuando un vaivén de caderas hizo rozar sus intimidades mientras en sus bocas sus lenguas se encontraban en un rítmico ir y venir. El timbre de la puerta sonó y la pareja separó sus labios un momento, pero, como si la complicidad fuera parte de esa mirada sexy que se regalaban, ambos simplemente sonrieron y acordaron en silencio ignorar a quien fuera que intentara importunar. Otro beso avivaría la pasión, pero junto al timbre, dos vocecitas llamando a su mamá molestaron a los dos en la habitación, y es que Estrella no se podía hacer de la vista gorda ante el llamado de sus hijas, y el joven hombre que la acompañaba lo notó. —Déjame ver qué pasó —pidió Estrella, empujando suavemente al otro con sus manos para quitarlo de encima de sí, entonces se levantó de la cama, acomodó su ropa y con sus dedos intentó acomodar un poco su maquillaje. Leobardo simplemente suspiró y se dejó caer en la cama, con el oído atento a lo que se escuchaba afuera, que fueron dos niñas y el hombre que las acompañaba. Media hora antes, justo cuando bajaban de su coche para tocar a la puerta de la fortaleza Miller, Chase, que salía, informó al trío que llegaba que no había nadie en casa, que sus padres habían salido a una ópera y que Estrella había informado que se quedaría en su departamento esa noche, así que tanto el tío como las dos pequeñas decidieron ir hacia el mencionado lugar y ahora veían a una agitada y medio despeinada chica mirándolos como si la importunaran. —Queremos invitarte al cine —explicó Benjamín a la joven que ni siquiera le daba el pase a su casa, aunque a las gemelas no les importó y entraron—, pensamos que sería buena idea, ¿qué dices? —Digo que hoy te tocan a ti, solo —soltó la rubia, acomodando con sus manos su cabello—, y que estoy algo ocupada, así que, vayan al cine sin mí, por favor. —¡No! —exclamaron las niñas, completamente decepcionadas—, vamos juntos, mami, por favor. Estrella respiró profundo y luego sopló lento el aire de sus pulmones, justo en ese momento no tenía ganas de dos cosas: de dejar pasar el buen momento que pasaría con un buen amante y de escuchar el berrinche de sus hijas; así que, tras sopesarlo, decidió arruinar su noche en lugar de la de todos, porque incluso si las mandaba llorando ella no se quedaría tranquila. En dicha situación, ella perdía, de dos, dos. —No dijiste que no —soltó Leobardo, que salía de la habitación tan impecable como había entrado, él había tenido más tiempo de acomodar su ropa y cabello ante de salir—, así que supongo que yo me lo pierdo, y tú también. Estrella no dijo nada, le avergonzaba un poco que la vieran en semejante situación, simplemente le sonrió al joven que, de salida, dejó un beso en sus labios y se fue; después de todo, ni siquiera era tan tarde, él podría encontrar alguien más con quien pasar la noche; así que, esa noche, la única que se quedaría con ganas sería Estrella Miller.
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