↻↺MALA PRESENTACIÓN↺↺

1081 Words
Astrea olvidó completamente lo parlanchina que era Clarissa, podía jurar que el cerebro le había pedido piedad de tanta información que le dio de los habitantes. Le dijo que su novio, Calvin Wright, y con quien se iba a casar era el futuro Gamma cuando Kael tomara el control total de la manada. Al estacionar en frente del edificio legislativo de la manada, su amiga la miró con cautela. —¿Trabajarás aquí? —frunció el ceño. —Sí, es mi primer día —le contestó frunciendo el ceño —Espero que no te toque trabajar con Kael. Al escuchar el nombre del futuro, Alfa puso su espalda recta. Clarissa era su mejor amiga, su confidente, su consejera, así que ella sabía que él la había rechazado. Parecía que ella todavía así la consideraba, y a pesar del tiempo que había transcurrido, continuaba siendo una romántica empedernida. Recordó que más de una vez le dijo que algún día estarían juntos. Porque las uniones de la diosa Luna eran para siempre. —Solo es la ejecución de una tarea, para lograr un objetivo —se encogió de hombros—. Por mi parte, ya aquello forma parte del pasado. Su amiga se acercó hasta ella y le puso la mano sobre la frente, y enseguida se echó hacia atrás. —¿Te sientes bien? —preguntó y la miró con ojos curiosos— ¿Tienes fiebre? Astrea parpadeó un par de veces, pensó en ese instante en que si Kael no hubiera roto su corazón, y su vida hubiese continuado de manera normal, quizás fuera como Clarissa, alegre y optimista. —¡Estoy muy bien! —exclamó, alzando las manos para que le diera un poco de espacio. —Estás cambiada, Astrea —ella dijo con pesar. —Ha pasado un largo tiempo, y por supuesto las cosas son diferentes cuando sales de los límites de la ciudad. —Eso puedo entenderlo, pero te ves ruda, fría, amargada, seria… —¿Piensas que siga siendo la misma tonta que se fue? —Astrea enarcó una ceja hacia ella. —No, pero ni siquiera me has dado una sonrisa sincera que me diga que estás contenta de verme —su amiga hizo una pausa—. Eso duele, ¿sabías? —Clari… yo… —Mira esta ropa —le jaló la chaqueta, arrugando la nariz—, pareces un marimacho. —¡Oh, mi diosa! —Astrea soltó una risita, abrió la puerta del todoterreno y se bajó—. Si quieres nos ponemos al día esta noche, ahora se me hizo tarde. —Está bien… y Astrea… Ella se giró para mirarla. —Te estoy observando —le hizo señas con los dedos índice y medio cerca de sus ojos. De nuevo soltó una risita, al menos Clarissa hizo que pasara un poco su mal humor. Al llegar a recepción se sorprendió que ya tenía un carnet de visita, y de que la estaban esperando. La chica no pudo evitar mirarla de arriba hasta abajo, después suspiró con alivio. —¿Pasa algo? —No, solo debes sentirte orgullosa de que una humana como tú trabaje en esta empresa —le respondió con sarcasmo. —Te aseguro que lo menos que quiero es estar en este momento en este lugar —se inclinó un poco hacia ella y le dijo muy bajito—, y usar champú antipulgas. La recepcionista jadeó por su falta de respeto y le gruñó. —Las de tu clase no duran mucho por estos lados —espetó. —Solo pruébame —le retó, metiendo las manos dentro de su chaqueta. Caminó hasta el elevador, respiró un par de veces para calmarse un poco. A veces detestaba eso de los hombres lobos, ¿por qué la chica fue tan arrogante y conflictiva? Los humanos no eran tan malos, eran débiles, sí. Pero también sabían de códigos de honor y de lealtad. Al menos los de su unidad, eran hombres y mujeres íntegros, con una reputación comprobable y confiables. Las puertas del pasillo se abrieron, ella ya conocía la oficina. De nuevo quedó sorprendida por como todos los destrozos de la noche anterior fueron reemplazados. Su paso era firme a pesar de que sentía las miradas sobre ella. Tocó suavemente la puerta, pero esta estaba entre abierta. No esperó a que la invitaran a pasar, y aquello fue un grave error. El aire estaba impregnado con el aroma de fluidos femeninos. —Disculpe… Era Kael quien estaba sentado en el escritorio de su padre, pero por alguna razón extraña estaba sentado de lado, como si estuviera mirando el ventanal. Sus miradas se encontraron y él entrecerró los ojos. —¿Qué haces aquí? —él formuló la pregunta con los dientes apretados. Ella dio un suspiro, porque era obvio que todavía la odiaba. Pero no iba a permitir que eso la afectara, era una chica grande y como dijo su amiga de la infancia: dura y fría. —No lo sé —respondió y se encogió de hombros—, él solo dijo que viniera hasta aquí. De pronto se escuchó el gemido de una mujer, que hizo que ella se pusiera en alerta y se acercó al escritorio. Su mirada pasó de Kael al suelo, lo escuchó mascullar una maldición. Tomó un pequeño mando a distancia como de cinco centímetros y apretó un botón. —Puedes irte, Alice —manifestó Kael con voz de fastidio. La chica, que estaba en el suelo, se levantó su falda y se puso las bragas. La miró con cara de fastidio, y luego le pasó a un lado y le chocó el hombro. Luego le mostró los dientes, si no se hubiese sentido abochornada, tal vez se hubiera burlado de la situación. —Muy bien, el Alfa Ronald no está aquí —Astrea trató de usar una voz neutra—. Mejor lo espero en otro lado. —¿Quién te crees que eres? —Kael cuestionó con los brazos cruzados sobre su pecho—. Para entrar, interrumpirme y largarte como si nada. Aquella actitud ya se la esperaba, por eso ella dio un par de respiraciones profundas. En el momento en que iba a decir algo, la puerta se abrió. —Astrea, llegaste antes de lo que esperaba. —Alfa Roland —ella le hizo una reverencia con la cabeza. El jefe de la manada miró a su hijo. —Desde este momento, la teniente Astrea Cadwell trabajará con nosotros.
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