Kael movió la cabeza de un lado a otro, incluso hasta pensó que había escuchado mal a su padre. ¿Qué podía hacer Astrea en la legislación de Thunder’s Sons?
—No entiendo papá, ¿qué puede hacer esta chica aquí? —usó un tono de desdén.
—La he contratado para que sea tu guardaespaldas —le respondió.
Se levantó de golpe de su silla presidencial, haciendo que se escuchara un estruendo cuando esta cayó al suelo.
—¡Yo no necesito ningún guardaespaldas, papá! —exclamó furioso.
—Es cierto que para eso tienes a tu futuro Beta y Gamma y, pero eso solo sucederá cuando tomes el control completo de la manada.
Su padre tenía un punto, pero él le había dicho que la ceremonia de transición sería en una semana. Además, no quería a Astrea cerca. La veía con el rostro levantado, las manos detrás de su espalda. No había duda que aquello no era una hembra de su especie, sino un soldado.
«¡Oh, diosa Luna!»
—Podré arreglármelas —expresó con los dientes apretados—, no la quiero cerca de mí.
Astrea hizo contacto visual, hizo una mueca de fastidio y luego entornó los ojos. Era como si tampoco le gustara la idea, entonces por qué se había prestado para tal cosa, se preguntó.
—No voy a arriesgar tu vida, solo porque estás de terco y caprichoso, Kael.
—¿Y tú qué dices? —Él se acercó hasta Astrea, invadiendo su espacio personal.
Quería intimidarla, pero quedó sorprendido que apenas le llegaba al pecho, y su cabello olía a limpio, a cítrico. No percibía nada más, y aquello hasta el momento le resultaba desconcertante. Aunque su lobo estaba agitado con saber que ella estaba de vuelta.
—¿De verdad quiere mi opinión? —Astrea alzó más la barbilla—. No creo que dado a su temperamento impulso pueda manejar la situación.
Kael abrió mucho los ojos ante aquel descaro, ¿en qué momento la chica tímida desapareció? Sin embargo, si insistía en quedarse, le haría la vida miserable. No se la pondría fácil, quería probar hasta donde era capaz de llegar, por esa razón cometió un error. Utilizó los dedos índice y medio, para empujar su hombro.
Astrea con una destreza increíble, que solo lo da el arduo entrenamiento y la experiencia tomó su antebrazo, mientras que con su pie le daba en la parte de atrás de la rodilla y lo hacía caer de narices al suelo.
Él estaba tan asombrado de que lo hubiera derribado con tanta facilidad, gruñó. Pero Astrea lo sujetó fuertemente, no entendía el porqué no podía zafarse de su agarre.
—Nunca vuelva a ponerme un dedo encima —Astrea manifestó con los dientes apretados, y con tono de desdén se inclinó un poco y le dijo muy cerquita del oído: —Porque yo tampoco lo quiero cerca de mí.
—Si ya terminaron de jugar, necesito que se levanten del suelo —el Alfa Roland manifestó divertido—. Así es difícil mantener una conversación sería con ustedes.
Fue cuando entonces Astrea lo soltó, se levantó del suelo y con todo el protocolo practicado en el ejército se paró en frente del Alfa Roland.
—¿Está seguro que está preparado? —Ella hizo la pregunta como si Kael no estuviera presente—. Lo siento, Alfa Roland, pero no me gustan los niños —negó con la cabeza—. No puedo ser niñera de su hijo.
«¡¿Qué c0jones pasaba con esa mujer?!»
«¿Quién se creía para hablarle de esa forma?»
Lo peor del caso, es que su cuerpo estaba tenso. El deseo de someterla estaba creciendo como olas en él.
—Ahora entiendes el porqué te necesito —respondió el hombre mayor, guiñándole un ojo.
—Sí, pero no tiene ningún sentido si él no coopera —Astrea le recordó—. Espero que pueda hacer la transición sin problemas, en lo que a mí respecta le doy las gracias por todo.
En el momento en que le iba a dar la espalda al Alfa, este usó toda su autoridad.
—Tenemos un trato, Astrea —inquirió él con su voz de mando.
—También le dije que haría mi trabajo, siempre y cuando su hijo aceptaba —señaló a Kael con la mano—. Es obvio que no me soporta, y yo tampoco.
—Será tu Alfa…
Ella negó con la cabeza.
—Para cuando eso suceda, estaré fuera del país y por mi tipo de trabajo es obvio que no regresaré.
Kael solo escuchaba la conversación tratando de entender un poco de qué iban. Su padre la está presionando con un trato, él iba a tener que explicarle muchas cosas.
—Deberías dejar que se vaya de una vez por todas, papá —resonó en el lugar su voz—. Es obvio que nunca ha querido formar parte de esta manada, quizá por esa razón se fue.
Astrea lo miró de nuevo con cara de fastidio.
—Soy una persona de palabra…
—Lo sé, hija —Alfa Roland le hizo un asentimiento de cabeza—. Por eso comienzas ahora mismo.
—¡Papá!
—Todavía soy el Alfa de esta manada, Kael, no te equivoques —le recordó a su hijo.
—Ya lo sé…
—Entonces te quedó claro que esto no es un favor, sino una orden.