—¡Buenos días!
La sonrisa de la rubia hizo que él pusiera cara de fastidio.
—¿Por qué todavía estás aquí? —su voz era amarga.
—Pensé…
—No estás aquí para pensar…
—¿Todavía estás molesto conmigo? —la chica preguntó tímidamente— ¿Te gusta más Alice que yo?
—¿Te atreves a hacerme una escena de celos? —se acercó a la rubia y la agarró de los cabellos.
—No, no, jamás lo haría —balbuceó.
—El hecho de que comparta mi cama de vez en cuando con ustedes no significa nada —le recordó con los dientes apretados, y la soltó de golpe.
La rubia salió apresurada de la cama y recogió su ropa, luego lo miró.
—Espero que nunca encuentres a tu Luna y si aparece alguna vez ella no te quiera, así sabrás lo que siente —corrió inmediatamente después de decir aquello, puesto que su gruñido la hizo huir.
—Ya la encontré y la dejé ir —susurró, pero eso algo que no iba a discutir con ella.
Se acomodó de nuevo en la cama, y se puso la almohada detrás cerró los ojos por un momento.
—Pobre tonta —escuchó que su amigo le decía.
—¿Por qué lo dices? —Kael frunció el ceño.
—Todavía cree en el amor —soltó una risita—, piensa que tan pronto cumpla los dieciocho, su compañero aparecerá, y su vida será como un cuento de hadas.
—¡Eres cruel! —expresó, negando con la cabeza, la diosa Luna nunca se equivocaba al momento de emparejar.
—¿Quién se fijará en ella? —le preguntó con un tono de voz de burla, mientras ambos la observaban desde lejos.
A Kael le parecía una chica dulce, inteligente, pero sobre todo tímida. Pensaba que quizá por eso ocultaba su belleza, había algo en ella que le daba paz.
—Espero que encuentre su compañero —dijo con sinceridad, aunque no supo el porqué al mismo tiempo esas palabras le dejaron un mal sabor.
—No lo creo —negó con la cabeza.
—Wayne…
—Después de lo que me he divertido con ella, dudo mucho que otro quiera —le guiñó un ojo a su amigo.
—¿Tienes s3x0 con Astrea?
—Todos los días amigos —Wayne respondió sonriendo de oreja a oreja y luego palmeando su hombro—. Su excusa perfecta es mi hermana.
Desde ese día algo se rompió dentro de él, y no sabía como explicarlo, puesto que eran muchas emociones juntas. Decepción, rabia, incluso celos y eso lo molestó muchísimo. Por esa razón le dejó de hablarle, y se alejó de Astrea.
Fue como si le hubiera roto el corazón y odiaba la sensación. En unos años se convertiría en el Alfa de su manada, estaba muy cerca de graduarse en la preparatoria. Iba a irse a la universidad, y ella se quedaría porque era un año menor.
—Astrea —susurró—, de nuevo tú.
Verla, después de tanto tiempo, le causó impresión. Era más hermosa de lo que recordaba a pesar de que la había sin un gramo de maquillaje. Su cuerpo tonificado, aquellos jeans de cintura baja le hacía resaltar las caderas y el pomposo trasero era obvio que se ejercitaba constantemente.
Tuvo que apretar los dientes y con una mano acomodarse el paquete entre sus piernas, que palpitó al imaginársela debajo de él azotando uno de esos globos firmes.
—¡Maldit@ sea! —exclamó tirando una de las almohadas al suelo.
No necesitaba aquello, por esa razón se levantó y se dirigió al cuarto de baño. Una ducha fría le despejaría la mente y al amiguito que parecía tener vida propia entre sus muslos le recordaría que no podía desearla. La había rechazado años atrás, cuando se arrepintió por haber hecho tal estupidez, se enteró de que se había ido de la manada con la excusa de estudios, y nunca más regresó, nunca más la vio hasta la noche anterior.
Lo mejor era que se apurara, tenía muchos asuntos pendientes. No podía creer que en la misma noche su padre tuviera dos atentados, tenía la información a la mano de que había muchos jefes de manadas que no querían que él tomara el control de la manada Thunder's Sons. Según sus ideas, eran terribles, solo por querer traer a su gente la tecnología, y el progreso económico.
La imagen de Astrea, desarmando aquel dron, lo tenía todavía sin palabras. Siempre fue inteligente, el mejor promedio de la clase, negando con la cabeza, se preguntó en donde estaba la chica dulce y tímida que conoció. En la actualidad era ruda, y tenía un aura de peligro.
Cerró la llave del agua, lo mejor era que se apurara y dejara de pensar en ella. Tenía que llamar a Otto, quien muy pronto se convertiría en su Beta. Pero que todavía no compartían el enlace mental completamente hasta que no se hiciera la transición de mando.
En sus manos el aparato telefónico comenzó a repicar, era obvio la sincronía que tenía con su amigo de la infancia.
—¡Cuéntame todo! —ordenó.
—Esto es peor de lo que imaginamos.