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1036 Words
Astrea frunció el ceño, ya que pensó que no había escuchado bien. —¿Señorita? Venga con nosotros —le volvieron a repetir. —¿Y por qué haría tal cosa? —quiso saber. —El señor George Arlington ha declarado que usted anoche intentó asesinarlo —el hombre la miró de nuevo de pies a cabeza, como si por su apariencia no pudiera hacer tal cosa. Para ella fue muy difícil evitar burlarse, lo que dejó a los recién llegados confundidos. —¿Así que George es más cerdo de lo que pensaba? —susurró— No iré con ustedes… —No nos obligue a usar la fuerza, podemos hacer que venga a la… —¿A dónde piensan llevar a la señorita Cadwell? —retumbó una voz a sus espaldas y enseguida se pusieron rectos. —¿Alfa? —se giró uno de ellos. —Hice una pregunta —usó su autoridad. —Ella está acusada de… —No importa, Alfa Roland —intervino ella—. Yo puedo solucionarlo, digamos que el querido esposo de mi madre, me tiene mucho afecto y solo lo está demostrando. —¿Hablas de George Arlington? —inquirió el jefe de la manada. —Sí —respondieron los hombres al mismo tiempo, con la cabeza abajo. —Eso no procede, la señorita Cadwell está bajo mi responsabilidad —se metió las manos en los bolsillos de su pantalón caro—. Si él quiere llevarme a mí en su lugar… —¡No! —gritó uno—. No se preocupe, Alfa. Nosotros nos encargaremos… —No esperaba más —les sonrió mostrando todos los dientes. Mientras ocurría aquel intercambio de palabras, Astrea escaneaba alrededor. Al mismo tiempo en que se preguntaba: ¿qué hacía el jefe de la manada en su casa? —Ahora… ¡Lárguense! —les ordenó. Prácticamente salieron corriendo. Ella lo miró confundida, el hombre no estaba solo. Estaba escoltado por su Beta y su Gamma. —¿No me invitas a pasar? —le preguntó. —Oh, disculpe —se sonrojó un poco—. Pasen, aunque iba de salida, porque como verán la casa es un desastre, no ha sido habitada en mucho tiempo. —No te preocupes, he estado en sitios mucho peores. Astrea le quitó las sabanas a los muebles, y aunque levantó un poco de polvo, todos se sentaron en ellos. —¿A qué debo el motivo de su visita, Alfa? —Eres directa y eso es lo que más me gusta. Enarcó una ceja en señal de burla, y el hombre que era su Beta se aclaró la garganta, ya que para ellos aquello era una falta de respeto hacia el jefe de la manada. —¿Entonces dígame qué necesita de mí? —¿Alfa está seguro? —por primera vez habló su Gamma. —Es obvio que tanto tiempo fuera de la manada y entre humanos ha perdido las costumbres de nuestra comunidad —agregó el Beta. —Es cierto, estuve fuera —los interrumpió y los miró con cautela—. No explicaré las razones, porque esas son solo mías. Regresé a Silverpine solo para ver a mi madre… —¿Cuánto tiempo espera quedarse? —quiso saber el Gamma. —Pensaba en dos semanas, pero no será así —dio un suspiro—. Solo dejaré segura a mi madre y me marcharé inmediatamente —se encogió de hombros—. Posiblemente, será en unos cinco días. El hombre quedó satisfecho con la respuesta. —Es poco tiempo —se quejó el Alfa Roland. —Ya tengo trabajo, y es en el extranjero —los miró—. Por eso vine, quería ver a mi madre antes de irme. —Con humanos —el Beta dijo con desdén. —Sí, con los humanos —Astrea entornó los ojos por su comentario. —Déjennos a solas un momento —pidió el Alfa a sus compañeros. —Pero… —He dicho que se vayan un momento —aquello no era un favor, sino una orden. Los hombres los dejaron a solas, y Astrea se preguntaba una y otra vez qué quería. —Sabes que fue mi deber hacerte investigar —sus palabras sonaron a disculpa. —Después de lo de ayer, es normal que lo hiciera —para ella no tenía importancia. —El informe dice, que eres una de las tenientes más jóvenes y más capaces —sonrió—. Para los humanos eres una especie de heroína. —¿A dónde quiere llegar? —inquirió con cautela. —En nuestra manada están sucediendo muchas cosas —respondió con pesar—. Desde hace unos meses para acá se han formado grupos rebeldes. —¿Cree que hay algún motivo? —Sí, no quieren que Kael sea el nuevo Alfa. Astrea dio un largo suspiro, porque también le pasaba lo mismo. —Entiendo… —Económicamente, hemos crecido gracias a su visión y su astucia en los negocios… —¿Pero? —Mucha gente se niega a sus métodos, y sobre todo a la modernización. —Tienen que amoldarse a la evolución global, son hombres lobos. No una tribu indígena no descubierta. —Ya veo que piensas igual que Kael —se reclinó en su sofá. —Es obvio, no sabían como desactivar un dron de guerra que tiene dos años en el mercado —Astrea hizo un gesto con las manos, al mismo tiempo que entornaba los ojos—. ¿Por qué me cuenta todo esto? Prácticamente soy una forastera. —Quiero que seas la escolta de mi hijo —le soltó de golpe. Astrea se levantó inmediatamente. —No… —Te pagaré muy bien, más que esos humanos… —No se trata de que sean humanos —miró alrededor—, no pertenezco aquí. —Llegaste a los pocos días de nacida Thunder's Sons es tu hogar. Sus palabras hicieron que se le acelerara el corazón. —Me iré en cinco días. —Si te quedas hasta que mi hijo sea el nuevo Alfa, me encargaré de George Arlington —le propuso—. Así, cuando te marches, ella estará segura. Astrea sintió que aquello era un trato con el diablo.
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