Perdidos la rosas también sangran

El roce suave de sus labios contra los míos, me hace estremecer, mis piernas tiemblan. No sé si por emoción o por el miedo de que esto avance. Son sensaciones nuevas las que recorren mi cuerpo, lo de las mariposas en el estómago se queda corto, yo creo que tengo es una locomotora en mi interior, aunque también podría ser efecto del alcohol. Sus manos viajan desde mis piernas hasta mis muslos, sus dedos se cuelan como ladrones por debajo de mi vestido. La oscuridad de la habitación, el calor corporal, el alcohol en nuestro sistema, hace de esto un momento perfecto para lo que sea que valla a pasar al cruzar los límites del pudor. Ambos sabemos que esto no está del todo bien pero tampoco está del todo mal. Somos dos víctimas de la situación, que caeremos juntos al infierno mientras nos elevamos al unísono al cielo. Su boca deja besos húmedos por todo mi cuello, hasta mis hombros y mis clavículas; desencadenando sensaciones que creí olvidadas, sus pupilas dilatadas suben para clavarse en las mías, su mirada profunda arde en flamas de lascivia. Entierro mis manos en su cabello para profundizar el toque tibio de sus labios contra mi piel. Sin pensarlo más, estoy dispuesta a entregarme, a dejarme arrastrar a las garras de la pasión. Y mañana podemos hacer como si nada pasó. Pero hoy quiero hacer que Anastasia sienta envidia de lo que pase en mi cama...