29- Solo un eslabón mas

2368 Words
JESSA A medida que pasan los días de la semana, me doy cuenta de que he cometido un terrible error. Elías es un chico muy agradable. No merece tener que pasar tiempo con alguien que no le va a prestar toda su atención. Esa soy yo. Ya sé que no puedo, porque en lugar de olvidarme de Trace, lo cual realmente espero poder hacer, ahora es todo en lo que pienso. Obsesivamente. Día y noche. Tengo sueños sexuales salvajes cuando duermo, luego me despierto en el sofá de Fernanda, desesperada y sola. Maldito sea. La buena noticia es que he pulido mi curriculum e incluso lo he enviado a varios lugares. La mala noticia es que no he recibido ofertas. Resulta que mi historial disperso de varios trabajos administrativos no tiene mucha demanda. Así que, para alejarme de Trace, me encuentro pasando la mayor parte del tiempo en la oficina, en la mazmorra de diseño. No es realmente una mazmorra, pero no tiene ventanas, así que es oscuro y un poco inquietante. Pero es mi refugio seguro, lejos de Trace y su mirada fulminante. Me siento en la estación de Fernanda, observándola terminar los bocetos para la futura línea de temporada. Tiene tanto talento que todo lo que puedo hacer es quedarme boquiabierta. Ella lo levanta. —¿Qué opinas? — Asiento, sin aliento. —Es…— —En realidad, olvídalo. Por mucho que me guste tu opinión, no importa. ¿Qué crees que pensará Trace? — Odio admitirlo, pero tiene razón. Todo gira en torno a él. Es un tipo duro, pero su gusto es impecable. Si lo odia, y normalmente lo hace, hay una buena razón. Solo acepta lo mejor de su gente, no da segundas oportunidades… Bla, bla, bla. Inclino la cabeza, intentando verlo a través de los ojos de Trace. —Quizás restarle importancia a la joya del centro de alguna manera. Mas pequeña, creo— Ella lo estudia. —Tienes toda la razón— Mientras se cierne sobre el en el tablero de luz, haciendo la corrección, le digo. —Eso es. Definitivamente voy a cancelar— Fernanda levanta la vista, agotada. Y debería estarlo. Ha estado lidiando con mi terrible experiencia de si debiese o no cancelar lo de Elías durante los últimos tres días. —Solo tienes nerviosismo previo a la cita— —No. Creo que es más que eso— —¿Pero pensé que dijiste que no ibas a cancelar? — Si. Pero ahora el péndulo oscila en la otra direccion, y … —Mi corazón, simplemente no está en eso— —Cariño. Ya hablamos de esto— Me da un golpecito en el muslo. —¿Recuerdas? Dijiste que te quitaría la mente de cierto hombre. Sería bueno salir. Ver que más había por ahí. Además, Elías es un verdadero encanto— —Cierto. Lo es. Pero se siente malvado. Como si estuviera jugando con él. No es justo para él— Ella quita algunos residuos de borrador del papel. —Deberías seguir adelante. Dale una oportunidad. Podrías descubrir que son perfectos el uno para el otro— Lo dudo. Estoy a punto de decirle eso cuando añade: —Y Trace ha estado de fiesta por todo Nueva York esta semana. Cada noche, una nueva mujer atractiva— Eso no me sorprende, después de Jacqueline, pero aún así es como un cuchillo en mi pecho. —Lo sé, pero…— —¿Pero de alguna manera sientes que te lo mereces, por algo terrible que le hiciste? — insiste. Asiento, culpable de los cargos. Cuando dice eso, la vergüenza me invade de nuevo. Salto de su estación de trabajo y me limpio las manos. —Eso es todo. Voy a cancelar— Me detengo en seco cuando me doy la vuelta y veo a Trace, de pie en la puerta del departamento de arte. Me pongo rígida de pies a cabeza. Entra como si fuera el dueño del lugar, ya que lo es. —Jessa. No perteneces aquí— ladra. —Vivian no está esta tarde. Te necesitamos ahí arriba— —Bien— Empiezo a escabullirme, pero el levanta un dedo. —Pero ya que estás aquí, quédate— Con demasiada facilidad, me tambaleo hacia atrás, encontrando mi trasero en el asiento más cercano. Mira a Fernanda. —¿Tienes los nuevos prototipos? — Ella asiente y saca una bandeja de joyas brillantes sobre terciopelo azul medianoche. No puedo evitar jadear al mirarlas. Iluminan instantáneamente la oscura mazmorra. —¿Cuál te gusta más? — No hay competencia. En la esquina hay una pulsera de cadena hecha completamente de corazones de plata, con incrustaciones de diamantes. Es elegante y discreta. Puedo imaginarla en mi muñeca. Solo cuando nadie responde y lo miro, me doy cuenta de que me está mirando. —Oh, eh…— Empiezo a señalar el brazalete, pero él ya está levantando un colgante de diamantes en sus manos. —Levántate. Date la vuelta— De nuevo me está hablando a mí. Esta vez, hago lo que me dice y camino hacia él. Conozco este procedimiento. Ya ha probado joyas invaluables conmigo antes, cuando pensaba que era una de ellas. Dándome la vuelta, me levanto el pelo y el coloca suavemente el colgante sobre mi pecho. Puedo sentir su aliento en mi cuello mientras abrocha el cierre. Se me pone la piel de gallina por todas partes. Echo un vistazo a Fernanda, cuya expresión parece decir: No vayas por ahí. Se fuerte. Pero que estúpida soy. Ya estoy inclinada hacia él, lista para caer en sus brazos cuando me lo ordene. —¿Qué te parece? — dice, con voz baja y sensual mientras nuestras miradas se encuentran en el espejo. Al instante, retrocedo a ese momento, hace eones, cuando estuve frente a él, desnuda. Voy a follarte con este collar, me susurró al oído, con una voz suave y sensual mientras sus dedos bailaban a lo largo de mi clavícula. Me imagino a mí misma, a cuatro patas, desnuda, mientras me azotaba, una y otra vez, hasta el punto de rogarle que me tomara. Había estado tan mojada, tan imprudente. Nunca me había sentido así antes… Increíble, pienso, pero estoy concentrada en la joya. Las palabras dan vueltas en mi cabeza, pero ninguna de ellas puede describir adecuadamente lo que siento por este hombre. Antes de que pueda encontrar las palabras adecuadas, Fernanda dice rotundamente: —No. demasiado duro— Todo el aire sale de mis pulmones. El asiente y lo desabrocha sin ceremonias. —Estoy de acuerdo— Esta vez, toma un pendiente en forma de corazón. Sus dedos rozan mi sien mientras lo sostiene contra mi lóbulo, con la mirada fija en mi perfil. —¿Y este? — Lo miro en el espejo, tan cerca de mí, y mi cuerpo tiembla, débil. ¿Es posible que los días transcurridos desde la gala, solo se haya vuelto más delicioso? Estar lejos de mí, de fiesta con varias mujeres, le ha hecho maravillas. Entonces me miro en el espejo. No se puede decir lo mismo de mí. Soy una triste cascara. Los pendientes me usan a mí, no al revés. Fernanda niega con la cabeza. El aparta el pendiente de mi cara en señal de acuerdo. Luego va por el brazalete. Se que el brazalete soy yo. Incluso si ya no soy yo misma, prácticamente grita Jessa. Aunque está incrustado con pequeños diamantes, también es delicado y discreto. Se, incluso mientras le ofrezco mi antebrazo, que me va a encantar esta pieza. Me lo pone, fijando el cierre con destreza sin siquiera mirarlo. Fernanda sonríe. —Oh. Ahora creo que podríamos estar en algo…— Trace asiente. —Eso es— Giro el brazalete a la luz para que puedan captar el efecto completo, y acaso siento que algo de mi confianza regresa a mí. sonrió mientras las joyas brillan. Algo así lo usaría todos los días. Para vestirme elegante. Para vestirme informalmente. Probablemente se convertiría en una pieza favorita de mi colección. En mi mente, escucho la voz de Trace decir: “Voy a follarte con esta pulsera puesta” Se me humedece la boca. Me llamo los labios como una adicta esperando su próxima dosis. Digo: —Este. Me encanta— Trace hace un gesto a Fernanda. —Bien. Púlelo y envuélvelo en una caja Rosberg Cross con un lazo plateado. Y una tarjeta para Madeline. Volveré a recogerlo al final del día— Exhalo un silbido. Se da la vuelta y se aleja, dejándome, mirando a Fernanda, que me está haciendo un puchero de compasión otra vez. Mis ojos se posan en el brazalete en mi muñeca. El brazalete de una mujer llamada Madeline, que te garantizo que va a tener una muy buena noche esta noche. A diferencia de mí. Para cuando vuelvo a mi escritorio, me he imaginado como es la suertuda Madeline, así como todos los detalles de su cita. En mi mente, no es muy diferente a como me cortejó. Tal vez por eso es tan suave y tiene el control. Lo ha hecho todo, miles de veces. Y yo solo era un eslabón de la cadena. Me siento detrás de mi escritorio y abro furtivamente mi correo electrónico personal en mi teléfono, con los dedos cruzados para tener buena suerte. Tengo un mensaje esperando de uno de los trabajos a los que solicite a principios de semana. Al abrirlo, mis ojos se posan en la frase: Aunque sus cualificaciones son ciertamente impresionantes, hemos decidido buscar a otros candidatos… Bleh. Descarto el correo electrónico y me desplomo en mi silla. Después de eso, intento subir los informes de gastos del departamento al servidor compartido, algo que se vuelve imposible cada vez que escucho el timbre profundo de la voz de Trace proveniente de su oficina. A veces se ríe, a veces habla en serio… Pero una cosa esta clara: Su vida no es diferente sin mí en su cama. Ha seguido adelante. Así. Solo un eslabón en la cadena. Levanto la vista y suspiro, luego veo a Elías caminando por el pasillo hacia mí, con una sonrisa en el rostro. —Jessa, Jessa, aquí estas— empieza. Fuerzo una sonrisa. —Si. Aquí estoy— Se sienta en la esquina de mi escritorio. —Muy bien, solo vine a confirmar esta noche. ¿Siete? — —Por supuesto. ¿Pensaste que lo olvidaría? — —No— dice, frunciendo el ceño y tengo la sensación de que quiere decir más. —Solo que parecías un poco dudosa cuando te pregunte— —¿En serio? — pregunto, sin sorprenderme en lo más mínimo de que se diera cuenta. Tengo una cara de póker horrible. —Te lo juro, no lo estoy. Estoy emocionada— Me observa atentamente. —¿Estás segura? — Oh, sé de qué se trata todo esto. Fernanda dijo que toda la empresa estaba alborotada con noticias sobre Trace y yo. Me pregunto si él lo sabe. Por el rabillo de ojo, veo a Trace aparecer en la puerta de su oficina. No estoy segura de sí me está mirando mientras se dirige al cubículo con la fotocopiadora, pero instintivamente levanto la voz. —¡Por supuesto! Pero si, acabo de pasar por una pequeña ruptura. Por eso— —¿Ah? Siento escuchar eso— Todo lo que veo es la parte superior de la cabeza de Trace. No oigo el zumbido de la fotocopiadora. ¿Está escuchando? Bien. ¿pensó que podría sacarme de quicio con Jacqueline? ¿Con todo ese asunto de Madeline? Bueno, dos pueden jugar a este juego. No te extraño, señor cara de imbécil. —No— digo con una sonrisa. —No fue nada serio. Simplemente no éramos el uno para el otro. Totalmente equivocados. Absolutamente, completamente equivocados— Elías se aparta de mi escritorio y se pone de pie, mirándome con recelo, incluso mientras dice. —Bueno, eso es genial entonces. Te recogeré a las siete, ¿no? En casa de Fernanda, ¿verdad? — —¡Por supuesto! ¡No puedo esperar a ir a cenar contigo! — digo efusivamente, poniéndome de pie de un salto. —Va a ser genial estar a solas contigo. Ya sabes, lejos de la oficina, donde realmente podemos relajarnos— Está confundido por mi repentina emoción, pero como buen chico que es, no me pregunta porque demonios estoy actuando de forma tan extraña. En cambio, dice: —Si. Nos vemos luego— Mientras se aleja, la fotocopiadora empieza a zumbar. Me hundo en mi silla, exhausta de ponerme esta mascara de falsedad, sintiéndome peor que nunca. Estoy engañando a un buen chico. No quiero estar a solas con Elías. La idea de hacer eso me duele el corazón. Pero no quiero que Trace sepa que me ha arruinado para otros hombres. Un segundo después, Trace sale del cubículo y se dirige a su oficina, sin mirarme ni una sola vez. Tanto por ponerlo celoso. En el segundo en que vuelvo a mi computadora para intentar hacer el trabajo real, las puertas del ascensor suena y, de repente, un mar de trajes negros vienen por el pasillo hacia mí. reconozco a la mayoría de ellos del equipo legal de Rosberg Cross. Vaya. Vivian nunca me dijo que había una reunión importante esta tarde. Normalmente, hacia que le subieran el servicio de café, algunos sándwiches…Y, por supuesto, Trace querrá que alguien tome notas. Lo cual, desafortunadamente, con Vivian fuera… soy yo. Agarro mi bloc y bolígrafo mientras abre la puerta de la oficina de par en par para dejarlos pasar. Llego a la puerta y digo: —Lo siento. No sabía… ¿Para qué es esa reunión? — Se toma un segundo para mirarme de arriba abajo. Luego dice. —Es para planificar lo que vamos a hacer para reducir los esfuerzos de adquisición de Emiliano Wilder. Es como un tiburón y puede sentir la sangre en el agua— —Oh— Eso es muy importante. Definitivamente querrá que alguien tome notas. Doy un paso adelante cuando añade: —Gracias a ti— Luego retrocede y me cierra la puerta en las narices, tan fuerte que tiembla.
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