30- Necesito olvidar

1731 Words
TRACE —¿Quién es Madeline? — Que pregunta tan estúpida. Retrocedo y recompenso a Jeremy con un golpe rápido en la mandíbula. —¿Qué? — Se tambalea hacia atrás y bloquea mi siguiente golpe. —El regalo. En tu bolso— —Nadie— continúo con un zurdazo y luego otro derechazo. Bloqueado. —Tiene que ser alguien. No se le da joyas de Rosberg Cross a cualquiera— Mierda. conozco a Jeremy desde hace mucho tiempo, y no me dejará olvidar esto. Inventar una chica solo para poner celosa a Jessa. ¿Qué demonios tengo? ¿Doce? Desencadeno una ronda de golpes, fuertes. Sin piedad. Todo lo que veo es la cara de ese imbécil de Elías. Elías de marketing. Si no fuera mi mejor hombre de marketing, yo…Mierda. Si besa, si tan solo toca a Jessa…lo juro, lo tendré por los huevos. Lanzo otro golpe fuerte, justo en el centro del cuerpo. —Mierda, hombre. Pero algo te tiene irritado— resopla. —¿Jessa? — —No— Tengo a Jeremy contra la esquina del ring. —Te lo dije…— —Ella te traicionó. Si. ¿Por qué no la dejaste ir otra vez? — —Lo hice. Solo que…— —Sigue trabajando para ti— —Si— Esquivo un golpe en la cara. —Es difícil conseguir buena ayuda hoy en día— —Pero, diablos, hombre. Ella te traicionó— —No lo sé. Ella lo negó. De forma tan convincente. Y su madre…— Lanzo otro puñetazo. ¿Por qué demonios estoy poniendo excusas por ella? —Podría estar haciendo lo que tenía que hacer para sobrevivir— —¿Jodiéndote? — —Necesitaba el dinero— —¿Para qué? — —Su madre está en un asilo de ancianos. No podía pagarlo sola— Pero yo pagué por eso. Me encargué de ello por ella. No tenía nada de qué preocuparse. Lo que me convierte en un tonto. Un golpe rápido. Izquierda. Derecha. Le doy en el rabillo del ojo, algo contra lo que ni siquiera el casco puede protegerse. Parpadea y levanta las manos. —Whoa. Whoa— Sumerge las cuerdas y se desliza debajo, agarrando su botella de agua. Lo sigo. Hemos estado sudando en el ring durante una hora y mis músculos todavía están tensos por la rabia. Voy al saco de boxeo y empiezo golpeando. En la banca, Jeremy todavía se esta recuperando. —¿Entonces estás dispuesto a perdonarla? — Niego con la cabeza. Ella mintió. Me hizo quedar como un tonto. Y ahora tengo que lidiar con el maldito de Emiliano Wilder, como si no tuviera suficiente mierda entre manos para empezar. Jeremy se limpia el sudor de la frente con la toalla. —Vamos. Vamos a ducharnos y tomar unas cervezas— Si. Está claro que esto no está funcionando. Ahogar mis penas en alcohol es el siguiente paso. Concentrando todo mi odio en el saco, le doy un último puñetazo fuerte, imaginando la cara de suficiencia y de chico bueno de Elías. Nos duchamos y nos dirigimos al bar cercano, cuando veo a un tipo en la esquina encendiendo un cigarrillo. Un tipo familiar, con la complexión de un linebacker, con el pelo rubio muy corto. Aprieto mi mandíbula. El secuaz principal de Nero. ¿Por qué está aquí? ¿Me está siguiendo? Lo observo un segundo más de lo que puedo, porque Jeremy sigue en mi línea de visión y se aclara la garganta. —¿Qué? ¿Conoces a ese tipo? — Niego con la cabeza, lo agarro de la manga y le señalo el pequeño y sucio bar de la esquina, donde me he encontrado todas las noches de esa semana. El camarero Patrick, nos conoce, así que no deja de servir cervezas. Jeremy hace lo que mejor se le da, que es escanear el bar en busca de mujeres atractivas. Yo hago lo que mejor se me ha dado, al menos esta semana, beber cervezas, una tras otra, hasta que ya no puedo soportarlo. —Esa chica y su amiga no han podido quitar sus ojos de encima de nosotros desde que entramos— dice. Ni siquiera miro. He estado intentando alejar mis pensamientos sobre Jessa desde la gala. No ha funcionado. Lo único que ha ayudado remotamente ha sido lo que hay detrás de la barra. Necesito más. Mas rápido. estudio las botellas, pensando que un trago de whisky estaría bien. Pero es entonces cuando lo veo, en el espejo: el hombre de Nero, sentado en una mesa de la esquina. Así que me está siguiendo. ¿Qué demonios? —Voy a entrar— dice Jeremy, poniéndose de pie. Yo también me pongo de pie, concentrado en el matón, con los dientes apretados. Jeremy me mira. —¿Vienes? — Niego con la cabeza y señalo los baños. Luego me voy directo hacia el hombre de Nero. Está relajado allí, mirándome con una sonrisa burlona. Tengo la sensación de que él es quién entró en la casa de Jessa hace un par de semanas, asustándola mortalmente, por eso mis manos se cierran en puños mientras me deslizo en la cabina frente a él. —¿Qué quieres? — El hombre bebe su whisky y sonríe. —Solo para recordarte lo que nos debes— —Lo sé— murmuro. —¿Crees que no lo sé? — —Crees que has ganado algo de tiempo— dice el tipo, con voz tranquila y controlada. Debe conseguir eso de Nero. —No lo hiciste. El tiempo se acaba— Reprimo el impulso de usarlo como saco de boxeo. —No jod…— Antes de que pueda decir el resto de mi amenaza, levanta su corpulento cuerpo de la cabina y se dirige a la salida. —Mensaje entregado—. Lo miró fijamente, mis músculos están tan tensos por la rabia que tiemblan. Necesito calmarme de una vez. Tequila. Necesito un shot de tequila. Ahora. Voy a la barra y pido uno. Me lo bebo. Pido otro. —Las traje— dice Jeremy, momentos después. Levanto la vista. Así que lo hizo. Una rubia y su amiga morena están sentadas a cada lado de nosotros. Las he visto en el bar antes. Apenas están vestidas y bien cuidadas, probablemente casadas, con un maquillaje aplicado por expertos. Cuando hablan, sus voces son bajas y seguras de sí mismas. Les invito unos shots de tequila, puedo decir que quieren emborracharse tan rápido como yo. La rubia se inclina, susurrándome cosas al oído hasta que sus susurros se vuelven confusos. Ella es la que habla, pero no escucho ni una sola palabra. No digo mucho, si es que digo algo, hasta que pone su mano en mi entrepierna. Miro y me doy cuenta de que Jeremy se ha ido. Debe haberse llevado a la morena a casa. El camarero anuncia la última llamada y me doy cuenta de lo tarde que es. después de las dos. No importa. Estoy lo suficientemente borracho como para pensar que podría pasar la noche. Así que invito a la rubia a salir. ¿Elisa? ¿Susana? ¿Quién carajo sabe? ¿importa? A ella no le importa. Es del tipo que acepta casi cualquier cosa. Y no la “invito” tanto como para arrastrarla de su taburete y decirle que me la voy a follar esta noche. Ella se ríe en respuesta, así que la rodeo con un brazo por el cuello y la atraigo hacia mí. la llevo afuera, con una mano ya dentro de su vestido, acariciando sus tetas. Las tiene grandes. Esta buena. Es todo lo que quiero en un culo. Entonces, ¿Por qué demonios me siento entumecido? Necesito olvidar. Necesito sentir algo más que esa necesidad persistente que siento por ella. No digo su nombre. Ni siquiera puedo pensar en su nombre. Cuando la rubia y yo llegamos al callejón más cercano, la atraigo hacia mí y la beso. Huele y sabe a cigarrillos, y eso solo me hace sentir menos excitado. La atraigo más hacia mí, pasando mis manos por su culo, hundiendo mis dedos en su coño desde atrás para que gima. —¿Te gusta eso? — gruño. —Por favor— jadea. —Mierda, ahí mismo— Froto su clítoris con dedos expertos, haciéndola jadear y sacudirse contra mi mano. Solía amar esto. Solía excitarme con esto, volviendo locas a las mujeres. Se que soy bueno en eso. y ahora…Nada. Empujándola de mi boca, me abro los pantalones y la obligo a arrodillarse sobre mi polla. Ella desciende de rodillas y la lame con entusiasmo. Lame la punta ligeramente y luego me hace una garganta profunda con facilidad. Desde este punto de vista, casi se parece a Jessa. Para. No puedo pensar en eso. Por mucho que intento no pensar en ella, en cuanto lo hago, se me pone instantáneamente dura como una roca. Así que le doy la bienvenida a la tortura. Me permito pensar en Jessa, desnuda con ese collar, haciéndome la mejor mamada de mi vida. La forma en que esos grandes ojos azules me miraban, queriendo complacerme…Pienso en esas tetas alegres, en la suave sensación de su piel, su sabor, esos dulces ruiditos que hacía mientras yo recorría mi lengua sobre cada pezón. El sabor de su coño, como me sentía dentro de ella, como si hubiera muerto y hubiera ido al cielo. Y mierda, no debería estar pensando en ella. Es lo que estoy tratando de olvidar. Lo que necesito olvidar si alguna vez quiero volver a estar cuerdo. Pero no puedo. Mierda. Agarro a la rubia y la aparto de mi polla. Ella se recuesta, sorprendida. —¿Qué pasa? — —Nada— gruño subiendo la cremallera. Aunque pasa todo. La ayudo a ponerse de pie, todavía un caballero, a pesar de todo. Ella sonríe, inestable. —¿Quieres continuar esto en tu casa? — —No— respondo brevemente. Regreso a la calle y le hago señas a un taxi para ella. —¿No quieres mi número? — pregunta, pero simplemente cierro la puerta y empiezo a caminar, lleno de rabia. Con Jessa. Conmigo mismo. Ninguna mujer debería tener este tipo de poder sobre mí. Necesito poner a Jessa en su lugar, de una vez por todas. Y ese lugar es en mi cama.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD