JESSA
—¿podrías parar de mirarte como si estuvieras a punto de ir al paredón de fusilamiento? —
Mirando por la ventana de su apartamento, esperando que Elías se acerque por la calle, digo:
—No estoy…— Me detengo cuando vislumbro mi reflejo en el cristal. Bien. Tal vez sí.
Intento relajar mi rostro, parecer feliz y divertida, y ser el tipo de chica con la que cualquier chico quiere tener una cita. Pero no. Dudo entre sentirme algo estreñida y sentirme completamente pesimista.
—¡Uf! — suspiro—¿Por qué no cancelé?
Fernanda me entrega mi bolso y mi teléfono. —Deja de preguntar. De todos modos, es demasiado tarde —dice con una sonrisa alentadora. Estoy segura de que no puede esperar a que me vaya porque nunca más tendrá que oírme mencionar todo este desastre de la cita con Elías. —Y deja de deprimirte— añade, dándome un codazo burlón. —Al menos conseguirás una comida gratis. Será divertido—
Asiento. Tiene razón. Necesito tenerlo en cuenta. Elías es agradable, divertido, dulce y… No es Trace.
El intercomunicador vibra. Debe haberme perdido su llegada. Fernanda se acerca y dice:
—¿Elías? —
—Así es. Hola Fernanda—
—Baja en seguida— se gira hacia mí.
Me aliso la falda y me echo el pelo por encima del hombro. —¿Cómo me veo? —
—Super sexy—
Le doy un pequeño abrazo y bajo las escaleras. Elías está esperando en la entrada, con un suéter informal y jeans. Se ve absolutamente increíble, y se me ocurre, no por primera vez, que si no hubiera conocido a Trace primero, estaría perdidamente enamorada de él. Pero cuando me ve y toma aire, no siento nada.
Maldito Trace. Espero que esto no signifique que me haya arruinado para todos los demás hombres.
—Te ves preciosa, Jessa —dice, tomándome la mano.
—Gracias— digo, esperando que ya no me haga ningún cumplido. Ojalá y fuera un idiota. Creo que eso me haría la vida más fácil. Porque ya sé, incluso antes de poner un pie en el restaurante, que esta es nuestra primera y única cita.
No es que Elías sea aburrido. Todo lo contrario. Me pregunta sobre mi vida, y está muy interesado, y es divertido y autocrítico cuando habla de sí mismo. Solo me hace sentir peor saber que la Jessa de hace un mes se lo debería estar pasando genial. En cambio, mientras me acerca la silla para sentarme en este elegante restaurante francés en Tribeca, me siento miserable.
—¿Estás bien? — me pregunta mientras se sienta frente a mí.
Levanto la vista del menú, donde estoy tratando de decidir entre el salmón y el cerdo. Aunque no he comido nada en todo el día, no tengo apetito en absoluto.
—Oh, claro. ¿Por qué? —
—Solo estas callada—
—Lo siento. Supongo que estoy cansada. Fue un día ajetreado en el trabajo— Entonces me doy cuenta de que podría haberme perdido algo. —Lo siento. ¿Me hiciste alguna pregunta? —
Asiente. —Te pregunte cuando serán tus vacaciones—
—Oh— Recuerdo vagamente que me dijo algo sobre que iba a Costa Rica por una semana al final del mes. O… ¿Ya estuvo allí el mes pasado? Oh, Dios, soy una conversadora horrible.
Sonrió. —Empecé hace menos de un mes. No creo que tenga vacaciones pronto—
Se inclina hacia adelante. —De acuerdo. Pero cuando tengas vacaciones, ¿Cuál es el primer lugar al que iras? —
Inmediatamente recuerdo mis últimas vacaciones, una mini escapada de fin de semana con Trace en los Hamptons. Trace y yo estamos en una cala aislada de la costa.
—Nunca he escuchado nada más sexy que el sonido que hiciste cuando te corriste—
La lujuria me invade cuando me agarra la pierna, envolviéndome más fuerte a su alrededor.
—Déjame oírlo de nuevo. Tan fuerte como quieras, Jessa. No hay nadie que te escuche—
Sin dejar de lamerme los pezones, me frota contra su polla. Primero suavemente, subiendo por su m*****o desnudo, golpeando todos los lugares correctos. Puedo sentir su calor, incluso bajo el agua. No puedo evitar mecerme sobre él. Más fuerte, más rápido.
Agarro mechones de su cabello mientras él lame con avidez mis pechos. Me sujeta por la parte baja de la espalda, deslizando mi entrepierna hacia arriba y hacia abajo sobre el…
—¿Jessa? —
Sin aliento, miro a mi alrededor por un segundo, sorprendida de verme rodeada de mesas y camareros en lugar de mar azul y sol. Trago saliva, segura de que mis pezones sobresalen duros, a través de mi blusa. —¿Sí? —
—Solo preguntaba si te gustaría empezar con una botella de vino— Trace la habría pedido sin preguntar.
—Oh, eh. Claro—
Mi cuerpo está tan caliente. Me abanico la cara con el menú, pero eso no hace nada para extinguir el infierno dentro de mí. Me aparto de la mesa.
—Disculpa. Solo necesito ir al baño—
No calculo su reacción mientras salgo corriendo, pero cuando llego al baño y recupero el aliento, hago una mueca. Ya había usado la excusa del baño una vez, cuando Trace me compró un vibrador personal para usar en el almuerzo de negocios con Elías. Eso había sido muy vergonzoso. Y aquí estoy, a punto de avergonzarme una vez más. Maldito seas, Trace. Lo odio de verdad. Y aún así…
Solo pensar en él, el recuerdo de su toque perverso me hace doler, resbaladiza entre mis muslos.
¡Para, Jessa! Me abanico la cara frente al espejo, luego saco mi lápiz labial y lo vuelvo a aplicar. No me veo terrible. De hecho, me veo increíblemente sexy. Y Elías es genial. increíble. Necesito bloquear las últimas semanas con Trace y concentrarme en mi cita.
¡Puedes hacerlo, Jessa! ¡Ten fe en ti misma!
Después de esa pequeña charla motivadora, me siento mejor. Me doy la vuelta para irme, justo cuando otra mujer entra al baño. Tiene veintitantos, es una belleza con aspecto de modelo, con una melena oscura, vestida con un vestido ceñido y tacones de aguja.
—Lo siento— digo, moviéndome para dejarla acercarse al lavabo, donde se vuelve a aplicar el lápiz labial con cuidado. Entonces mis ojos se dirigen al collar que lleva en el cuello. El collar de aspecto muy familiar.
Hago una pausa, golpeada por el recuerdo. Trace, inclinándose para murmurar al oído. “Voy a follarte con ese collar”
Niego con la cabeza. Tengo que dejar de ver a ese hombre en cada pequeño recordatorio. Excepto…Cuando miro más de cerca a la mujer, no es solo mi imaginación sedienta la que juega trucos conmigo. Es la viva imagen del collar de diamantes que Trace me hizo usar. Una gargantilla de diamantes, con un increíble diamante amarillo colgando en el centro. El que tenía la inscripción “Pétalo” escondida en la parte posterior cuando lo use por primera vez, pero le faltaba la inscripción cuando fue subastado con fines benéficos por una suma vertiginosa en la gala. Lo miro boquiabierta hasta que la mujer me ve en el espejo.
—¿Puedo ayudarte? — pregunta con un tono cauteloso en la voz.
—Eh, no— digo, forzando una sonrisa. —Solo estaba admirando tu collar—
—Oh, gracias —dice con indiferencia. —Es bonito, ¿verdad? Un poco llamativo, pero no es como si fuera a decir que no a los diamantes, ¿sabes? —
Me estremezco al pensar en esta mujer usando algo tan hermoso y ni siquiera apreciándolo.
—Fue un regalo de mi novio— continúa, mirando su reflejo. —Un trofeo para su trofeo—
Mi corazón se hunde. —Tu novio… ¿Trace? —
Sus ojos se entrecierran con sospecha. —No. Creo que te has equivocado de persona —dice con un movimiento de su cabello oscuro. —Disculpa—
Solo me doy cuenta de que le estoy bloqueando la salida cuando pasa a mi lado, dejándome en una nube de perfume espeso. Intento deshacerme de mi inquietud mientras regreso a la mesa. El collar había sido subastado en la gala, razono conmigo misma. Ese novio suyo debe haberlo comprado. No hay nada extraño en eso.
Pero antes de volver a la mesa, vuelvo a ver a la mujer. Se ha reincorporado a su mesa y está sentada frente a un hombre de cabello oscuro, vestido con un traje n***o. Él levanta la vista para llamar al camarero, y veo su rostro: sorprendentemente guapo, pero con un toque brutal: una nariz rota en alguna pelea, hace mucho tiempo; el tenue contorno de una cicatriz a lo largo del pómulo.
Me estremezco. Hay algo magnético en él. Algo memorable. Algo… peligroso. Y sé en un instante que nunca lo vi en la gala. Porque lo recordaría, porque durante meses, ningún hombre me ha fascinado realmente desde que Trace entró en mi órbita. Por ejemplo, Elías.
Al regresar a nuestra mesa y Elías me sonríe, el pensamiento se solidifica en mi mente. Esto no tiene sentido. ¿Esperar que, de alguna manera, Elías diga o haga algo para iniciar una chispa y me enamore perdidamente de él? Eso es solo una tonta ilusión. Mi corazón y mi atención todavía pertenecen a Trace.
Me deslizo en el asiento y encuentro que Elías ya me ha servido una copa de vino. La bebo de un trago, observando al hombre y a su novia, juntos. La joya en el centro de la gargantilla brilla a la luz de las velas. ¿Cómo lo consiguieron? ¿Y por qué siento que tiene algo que ver con los secretos de Trace?
—¿Todo bien? — me pregunta Elías.
—Oh, sí. Aparto la vista de la pareja y me obligo a concentrarme en él. —¿Por qué? —
—Solo pareces distraída—
—No lo estoy—
Mentirosa.
Por el rabillo del ojo, veo a la mujer y al hombre llamativo levantarse para irse. Necesito averiguar más, así que rápidamente me devano los sesos.
—¿Sabes qué? — suelto de repente. —Tienes razón, algo anda mal. Estoy… Umm, me está dando una migraña. Me quedo muy distraída cuando me empiezan— añado rápidamente. —Es como una señal de advertencia de que las cosas se van a poner difíciles. Lo siento mucho, el momento es terrible, pero debería llegar a casa y tomar mi medicación antes de que me haga efecto—
No está mal, para una excusa de una fracción de segundo. Mi madre solía tener migrañas cuando era niña, así que conozco el procedimiento. Por suerte funciona.
—Oh, no—
El rostro de Elías se arruga con preocupación.
—¿Por qué no lo dijiste? Lo dejaremos para otra ocasión—
Su actitud tranquila, serena y relajada me hace sentir aún peor por haberle mentido.
—Gracias por entender— le digo mientras pide la cuenta, sin perder de vista a la pareja que se dirige a la salida. —Iré a buscar un taxi—
Me apresuro a seguirlos mientras Elías se acomoda. Por suerte, ha empezado a llover y todavía están en el vestíbulo del restaurante, evitando el aguacero mientras la mujer se queja a gritos de que se ha arruinado el pelo.
Respiro hondo. El solo hecho de estar cerca de este tipo me está poniendo nerviosa, pero tengo que saber más, especialmente después de que Trace sospechará tanto del collar en la gala, antes de que todo se fuera a la mierda.
Me acerco a ellos casualmente. —¡Oh, hola de nuevo! — Exclamo, como si fuera una total coincidencia que estuviera aquí. Me vuelvo hacia el tipo. —Estaba admirando el collar de tu novia antes. Es taaaan bonito. ¡Es una mujer afortunada por tener un novio tan generoso! —
Bueno, estoy exagerando, haciéndome la tonta, pero quiero que hablen. Sonrió radiante. —¿Dónde lo conseguiste, si no te importa que pregunte? ¡Necesito darle algunas pistas a mi hombre para mi cumpleaños—
El hombre me devuelve la mirada, evaluándome fríamente. Inhalo bruscamente mientras su mirada me recorre, casi depredadora.
—¿Es algún tipo de broma? — pregunta.
Parpadeo. —No, de verdad me encanta. Yo…—
Me interrumpe, con una voz perfectamente serena, pero fría de todos modos. —Sería prudente que no hicieras preguntas donde no debes. Ya sabes lo que la curiosidad le hizo al gato, Jessa—
Abre la puerta y sale, subiéndose a un elegante coche n***o que se acaba de estacionar. La novia me mira confundida y luego corre tras él.
—¡Vaya! — Me doy la vuelta. Elías está allí de pie, con aspecto de estar confundido. —¿Cómo sabe Nero Morelli tu nombre? —
—¿Nero quién? — pregunto.
—El tipo con el que acabas de hablar —dice, lanzando una mirada ansiosa a la calle. —También conocido como el heredero de la familia criminal más grande de la ciudad. Al menos, eso es lo que dicen los rumores. Ese tipo es una mala noticia. ¿De verdad no sabias quién era? —
Niego con la cabeza, pero el hombre se me queda grabado en la memoria.
Nero Morelli.
Cuando ese tipo amenazante vino a mi apartamento, tenía un mensaje para Trace: Dile que Nero Morelli no es un hombre al que hagas esperar.
¿Ese era Nero Morelli? Es un mafioso. Peligroso. Y sabe mi nombre. Sabe dónde vivo. Y Trace está involucrado en algún tipo de negocio con él.
Miro por la ventana salpicada por la lluvia hacia la calle. La ventanilla del coche está bajada y Nero me mira fijamente, con una expresión ilegible. El coche se aleja.
Un escalofrío recorre mi espalda que no tiene nada que ver con la lluvia fría.
¿Qué demonios ha estado escondiendo Trace?