25- Ningún polvo vale esto.

2300 Words
TRACE ¿Hasta dónde llegarías por deseo? Crees que sabes la respuesta, pero ahora tienes claridad. Un momento de calma. Estás pensando con claridad, sopesando el bien del mal con mano cuidadosa. Pero el deseo no es tan quieto ni deliberado. El deseo es un infierno, furioso, y tu estás ahí perdido en el calor del momento, con solo las demandas de tu miserable cuerpo clamando por satisfacción. Cantando más fuerte. Ahogando todo menos el apretado nudo de tu torrente sanguíneo. Ese dulce dolor entre tus muslos. Deseando. Necesitando. Lo que sea necesario para estar satisfecho. ¿Me lo rogarías, lo que se necesita para saciar ese deseo? Dedos rápidos que te llaman. Una lengua lenta y escrutadora. El empuje áspero de una polla despiadada. Si creo, que lo harías. Y una vez que hayas probado ese placer. ¿Cómo podrías renunciar a el? ¿Sacrificarías tu cordura, cruzarías limites que juraste que nunca romperías? Lo hice. Por ella. La aguda necesidad en su voz mientras rogaba por su placer. La resbaladiza presión de su liberación. La gloriosa visión de ella de rodillas ante mi: ojos cargados de rendición; boca adorando ansiosamente mi polla. Ella me consumió, en cuerpo y alma. Y ahora pagaré el precio de mi debilidad. Pero ella también lo hará. Sus palabras pueden ser falsas, pero su cuerpo no puede mentir. El deseo es lo único verdadero que queda entre nosotros. Un impecable deseo, aún atando nuestros destinos. Una cadena. Una maldición. Un arma. El deseo fue mi perdición, ¿pero ahora? El deseo será su ruina. JESSA —Me lo has quitado todo, Jessa— dice lentamente, dejando clara cada palabra. —Mi reputación. El legado de mi familia. Pero sea lo que sea que te haya pagado, espero que haya valido la pena. No sabes lo que les hago a mis enemigos. Pero te juro que estás a punto de descubrirlo— Esas palabras dan vueltas incesantemente en mi cabeza mientras veo a Trace Rosberg marcharse furioso. Yo. Trace. Terminamos. No solo eso, Trace Rosberg, el hombre del que creía que me estaba enamorando, me amenazo. Esas palabras me hacen estremecer más y más, cada vez que las repito en mi cabeza. Si, tiene todas las razones para estar molesto. Acaba de perder el negocio familiar por culpa de su socia intrigante, Christina. Además de eso, lo que hice probablemente sea poca cosa. Pero aún así lo hice. Conseguí el trabajo como su asistente, trabajé con él día tras día, me acosté con él…Todo el tiempo ayudando a Christina en la búsqueda de una manera de derribar a Trace. Sin embargo, en algún momento, las cosas cambiaron. Perdí mi corazón por el frío Trace Rosberg. Y al final, no pude darle a Christina la información que ella estaba buscando. Alguien más debe haberlo hecho. ¿Pero a juzgar por la forma en que me miró? No le importa que no haya sido yo. No sabes lo que les hago a mis enemigos. Pero te juro que estas a punto de descubrirlo. Soy peor que nadie para él. Soy su enemiga. El aire fresco se apodera de mis pulmones y me trago el sollozo desesperado en mi garganta. Tengo que encontrar una manera de arreglar las cosas. De alguna manera. Como si esto fuera posible. Girando sobre mis talones y levantando la falda de mi vestido, subo corriendo las escaleras, de vuelta a la fiesta. La gente está vestida con sus mejores galas, bebiendo cocteles y charlando, casi como si nada hubiera pasado. El mundo se está desmoronando. ¿Cómo puede celebrarlo? Veo a Christina en el salón principal, sonriendo triunfalmente. Esta charlando con nada menos que con Emiliano Wilder. Se me pone la piel de gallina al verlos allí, juntos. No puedo evitar sentir que están tramando algo. Me acerco a ella y me interpongo entre ellos mientras están juntos, con las cabezas inclinadas el uno hacia el otro, riendo. —¿Cómo lo descubriste? — Me mira sorprendida, y su sonrisa se disuelve en una mueca de suficiencia. —Oh, cariño. Tengo mis costumbres. Me di cuenta de que estabas cayendo ante los encantos de Trace, probablemente antes que tú. Así que hice un plan B— Un plan B. Siento que me arde la cara. Me sentí mal por haber jugado con Christina, enamorándome de Trace cuando se suponía que debía trabajar para ella. Pero todo este tiempo, Christina me estaba jugando a mí. —Lo que sea que tengas sobre él, no es suficiente. Podría haber una muy buena explicación…— Me interrumpe con una risa. —Exactamente lo que esperaría que dijera uno de los fervientes seguidores de Trace. No puede hacer nada mal. Pero te prometo que no es todo lo que crees que es. Te estoy haciendo un favor, Jessa, cariño. Ya lo verás— Su tono condescendiente me desgarra, haciéndome sentir mal. Intento pensar en una respuesta ingeniosa, pero termino tragando aire, en silencio. finalmente, dejo escapar. —Estas arruinando toda su vida—Ella inclina la cabeza hacia mí. —Ese es el punto— Se encoge de hombros mirando a Emiliano, quien asiente: —Realmente no me importa si su vida esta arruinada. Todo lo que me importa es cobrar mi sueldo. Y ahora lo haré, gracias a ti— Los dos estallan en carcajadas. Mientras tanto, aprieto los dientes, incapaz de ver nada gracioso en esto. Gracias a mí, Trace está fuera, y… yo también. Se me revuelve el estómago. Necesito alejarme lo más posible de ellos. De todos. Siento que todos me miran como si fuera un patético espectáculo de terror. Me doy la vuelta y me abro paso entre la multitud, deteniéndome solo cuando alguien me llama por mi nombre. Miro y veo a Fernanda, la diseñadora jefe de Rosberg Cross, de pie en una mesa alta con varias personas del departamento de arte. Estoy tan agradecida por la compasión en sus ojos que cuando me tiende la mano, la agarro como un salvavidas. Pero cuando pregunta: —¿Qué pasó? — me estremezco. No quiero, no puedo, revivirlo. —Parece que Trace esta fuera— digo. —No sé todos los detalles…— Alrededor de la mesa, las mandíbulas caen. —¿Está fuera? — jadea Fernanda. —Entonces, ¿Quién está dentro? ¿Christina? ¿Qué significa eso para todos nosotros? — Niego con la cabeza para indicar que no lo se. No se nada. Ahora mismo, hay muchas cosas en el aire. No sabes lo que les hago a mis enemigos. Pero te juro que estas a punto de descubrirlo. Mas escalofríos. señalo la salida. —Tengo que…— —¡Vaya! Escucha esto—  Toda la atención se desvía de mi hacia Dan, el jefe del departamento de arte. Tiene la nariz metida en el teléfono. —Acabo de recibir un mensaje de texto de mi amigo de seguridad en Rosberg Cross— dice moviendo los pulgares. —Y le dijeron que estuviera atento a Trace Rosberg. Bueno, ¿adivinen quién acaba de aparecer… y fue arrestado de inmediato? — Mas jadeos. Mandíbulas en el suelo. Esto no está sucediendo. Tengo que volver a la sede. Fernanda todavía me sostiene del brazo, pero rápidamente me desenredo y fuerzo una sonrisa. —Tengo que irme. Tengo…dolor de cabeza— —¡Oh, bien! ¡Mejórate! — me grita, pero no miro atrás. Salgo corriendo y pido un taxi, dirigiéndome a la sede del centro. Mi corazón late aceleradamente. Sigo revisando mis mensajes, como si Trace fuera a molestarse en enviarme mensajes. Como si siquiera fuera a mirarme de nuevo, después de lo que hice. Soy su enemiga. Cuando el taxi se detiene en la acera, salto y entro corriendo, solo para encontrar el edificio más vacío que nunca. Solo hay un guardia de seguridad allí, el tipo que debe ser amigo de Dan. Digo con las palabras atropelladas: —Trace. Quiero decir, ¿el señor Rosberg? ¿Dónde está? — El hombre sonríe con suficiencia. —En la cárcel. Te perdiste un buen espectáculo— Oh, no. Esto no está bien. Peor que eso, todo es culpa mía. Salgo corriendo, frenética, mientras levanto la mano para llamar otro taxi. Me deslizo en el asiento trasero y grito: —¡Comisaria! — Solo cuando el conductor me mira como si estuviera loca y dice. —¿Que comisaria? — me doy cuenta de que estoy metida en un lío. Necesito calmarme. Pensar. —Eh, ¿adónde llevarían a alguien arrestado? — Se encoge de hombros como diciendo: Tu suposición es tan buena como la mía. No pudo hacer esto sola. Necesito ayuda. Trace necesita ayuda. Alguien que pueda… De repente lo entiendo. Alejandro Coleman. Su abogado. He hablado con él un par de veces, obviamente sobre asuntos más corporativos y no penales. Pero él debe ser mejor en eso mejor que yo. —De acuerdo. Solo… Espera— saco mi teléfono y encuentro su número en mis contactos del trabajo. Contesta al tercer timbre. —Coleman— —¿Hola, Alejandro? — Soy Jessa Winters. Una de las asistentes de Trace Rosberg— Hay una pausa. —¿Cuál es el problema? Estoy seguro de que es un problema, ya que me llamas cerca de la media noche de un viernes por la noche— —Trace ha sido arrestado— Otra pausa más larga. —Lo siento. ¿Qué dijiste? Parece que dijiste que Trace fue arrestado— —Si. Es un gran lío, pero su socia hizo que lo destituyeran de su puesto en Rosberg Cross, y cuando regresó a la oficina, lo arrestaron—  Miro al conductor, que golpea el volante con impaciencia. —No sé…— —De acuerdo. Estará en Midtown South. Haré algunas llamadas e iré allí— Su respiración suena trabajosa, como si ya estuviera entrando en acción. —Gracias. Muchas gracias…— —Deberías irte a casa, Jessa— Frunzo el ceño. Como si ir a casa aliviara la enorme culpa que siento dentro. —Oh, pero si quiero ayudar de alguna manera, quiero…— —Ve a casa— Termina la llamada. Me muevo en mi asiento, mirando la pantalla, luego miro al conductor, esperando expectante la dirección. —Midtown South— digo, —Tan rápido como puedas— Diez minutos después, el taxi se detiene frente a la comisaria. Subo las escaleras y entro, e inmediatamente, todas las miradas están puestas en mí. Hay policías, criminales duros, prostitutas, todo tipo de gentuza, y soy la única en vestido de noche. Estoy segura de que Trace probablemente recibió las mismas miradas cuando entró aquí con su esmoquin. Ataco el mostrador en el vestíbulo principal. La agente detrás del él no levanta la vista de su computadora. —¿Disculpa? — Dejando escapar un gruñido de molestia, no se apresura a mirarme. —¿Puedo ayudarte? — —Si. ¿Trajeron a Trace Rosberg? — Una mirada soñadora se dibuja en su rostro, una que la mayoría de las mujeres tienen al mencionar el nombre de Trace Rosberg. —Oh, sí. oh, si— Suena como si acabara de quedarse dormida en una fantasía que los involucra a los dos. Supongo que no puedo culparla. Trace Rosberg solo es suficiente para mojar las bragas, pero el chico malo Trace Rosberg esposado es probablemente de otro nivel. Ahora, soy yo la que está molesta mientras agito mi mano frente a su cara. —¿Puedo verlo? — Ella niega con la cabeza. —Lo siento. Está en una reunión con su abogado— Levanto una ceja. —¿Quieres decir que Alejandro ya está aquí? — Ella asiente. Bien, eso está bien. Se va a encargar de todo esto. Todo va a estar bien. Aún así, estoy tan llena de energía nerviosa que empiezo a caminar de un lado a otro, dejando un rastro en el vestíbulo. Después de unos minutos, soy consciente de que todos me miran. Me retiro a una silla vacía en la esquina e intento quedarme quieta, pero no puedo dejar de golpear el suelo con el pie y morderme la uña del pulgar. Solo cuando estoy arrancando la uña del dedo pulgar se abre la puerta y aparece Trace. lleva la pajarita desatada, el pelo un poco desaliñado, los ojos cansados y la barba incipiente en todo su esplendor. Le sigue un hombre con traje oscuro a medida y un corte de pelo severo que tiene que ser su abogado. Mi corazón da un vuelco. Me levanto de un salto. Me mira por un instante, no, medio instante, antes de caminar hacia la puerta. Totalmente despectivo. ¿Así que así es como va a actuar? ¿Me va a ignorar? ¿Su enemiga? —¡Trace! — grito, odiando lo desesperada que se ha vuelto mi voz. Se gira luego le murmura algo a Alejandro, quién asiente y cruza la puerta. Luego acorta la distancia entre nosotros. Abre la boca para hablar, pero ya sé que no me gustara lo que tenga que decir. Así que hablo primero, mis palabras se detienen y comienzan, nerviosas y entrecortadas. —Mira. Lo sé. Lo sé, me odias. Pero solo quiero que sepas. Nunca quise lastimarte…— —No te odio— Su voz es de acero. Me congelo. —¿No? — Niega con la cabeza, casi imperceptiblemente. No le quito los ojos de encima, pero ya se… Todos nos miran. Antes de que el alivio pueda llenarme, dice: —Odiarte significaría que siento algo por ti. Y no es así. Solo eras un juguete divertido. Eso es todo— Se frota la nuca mientras mira a su alrededor, luego baja la voz. —Ningún polvo vale esto— Luego empuja la puerta y sale a la noche, dejándome sola.
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