JESSA
Pensé que el orgasmo me relajaría. Estaba equivocada.
Oh, al principio, me siento relajada, feliz, mientras nos subimos al coche y nos dirigimos a su casa de fin de semana. Pero luego gira hacia un camino sinuoso que conduce a una extensa mansión con vistas al océano. El lugar es tan grande, los jardines tan exuberantes y cuidados, que, al principio, creo que es un complejo turístico.
Pero no. Es todo suyo. Bueno, suyo, y del grupo de personal que claramente mantiene el lugar hermoso. Las rosas cuelgan de las tejas grises, las ventanas brillan y cada porche tiene un acogedor banco o columpio con almohadas perfectamente mullidas. Esa es a la vez informal y absolutamente intimidante, el tipo de lujo discreto que requieres dinero y buen gusto para conseguir.
—Claro, te sentaste todo el verano mientras crecías, sudando— bromeo, recordándole sus palabras anteriores.
Trace se rie con suficiencia. Se detiene en la entrada y se estaciona, luego me conduce a través de la puerta principal. Por supuesto, el lugar también es increíble por dentro. Todo es de madera pálida y suaves texturas, blanco, crema y azules a juego con el océano. Mas allá de la enorme y amplia escalera que sube al piso de arriba, toda la parte trasera de la casa son ventanas que ofrecen una vista impresionante de la playa.
—Wow— suspiro felizmente, asimilando todo. Claro, podría intentar parecer tranquila, pero un lugar hermoso como este merece ser admirado. Miro a mi alrededor. —¿Somos las únicas personas aquí? —
—¿Quieres serlo? — Toma mi mano y me acerca más para darme un beso apasionado. Salgo sin aliento, con la cabeza dando vueltas. Él sonríe.
—Tengo a mi increíble personal de cocina preparándonos la cena, pero no te preocupes, tienen el resto del la noche libre. No querría que te oyeran gemir— añade seductor, y me sonrojo. —Hice que te prepararan una suite— continua, llevándome arriba. Me muestra una habitación con una hermosa vista al agua. —Deberías tener todo lo que necesitas. Puedes enjuagarte y cambiarte para la cena—
Hago una pausa, mirándolo con recelo. —¿Me dejarás ducharme sola? — pregunto. —¿Sin frases seductoras, sin intentar meterte ahí conmigo? — Señalo con el dedo burlonamente. —Tienes trabajo por el que te etapa escabullendo—
Trace se ríe. —Atrapado— admite, —Solo un par de llamadas. Pero no te preocupes, tendrás toda mi atención por el resto de la noche—
—Vete— lo despido, sonriendo. —Solo piensa en mí desnuda y enjabonada mientras estás en esas llamadas—
Trace gruñe, pero me deja. Me tiro en la enorme cama y sonrió con satisfacción. A decir verdad, me alegro de tener un momento a solas, para procesar todo lo que esta sucediendo. La presencia de Trace es abrumadora. Una fuerza a tener en cuenta. Como la gravedad, atrayendo todo a su alrededor hacia su camino. Y aunque nuestra tarde en el agua fue tierna y sorprendente de maneras que nunca esperé, todavía siento que necesito recomponerme y volver a la tierra.
Puede que no sea el hombre que pensaba que era. Mientras me ducho en el enorme baño, no puedo evitar pensar sobre lo que dijo Christina. Me usara y luego me dejara ir. Una parte de mi se ha preparado para el regreso del bastardo multimillonario, pero Trace parece serio acerca de mostrarme una faceta diferente de él. Si hubiera querido usarme sin vergüenza para tener sexo, podría haberme seducido en la ciudad. ambos lo sabemos, lo habría dejado voluntariamente. No tenía que traerme aquí para pasar un fin de semana juntos, pasar todo ese tiempo conmigo. confiarse sobre su pasado y descubrir el mio.
Es como si estuviera viendo como sus muros se derrumban, poco a poco. La forma en que habla de su familia, sus miedos, sus cargas…
Me pongo un vestido largo de tirantes y me miro al espejo, una nueva calidez se extiende por mi pecho.
Hasta el fin de semana, Christina había tenido razón en todo lo que Trace hacía. No he dudado de que lo conoce mucho mejor que yo. Pero ahora, tengo que admitirlo…estoy empezando a hacerlo.
¿Y si se equivoca sobre el? ¿Y si se equivoca en todo?
Abajo, la casa está tranquila y en silencio. El sol se está poniendo, pero veo las luces parpadeando en la oscuridad del exterior, así que salgo al patio, donde hay una mesa iluminada con velas con vistas al océano. Trace me espera allí, luciendo absolutamente irresistible en una camisa blanca abotonada, con las mangas arremangadas sobre sus antebrazos bronceados. Su cabello esta húmedo por la ducha y está bien afeitado, y cuando me acerco para saludarlo con un beso, percibo el nuevo aroma de su colonia, el olor que parece envolver mis sentidos. Embriagador.
—¿Tienes hambre? — pregunta, y asiento. Es la verdad, después de todo. Simplemente no menciono que tengo hambre de él.
—Bien. hice que mi chef preparara su pasta especial— dice, apartando mi silla. —Es la mejor que he probado fuera de Italia. Lo encontré en un pequeño restaurante en Jersey y le ofrecí un ojo de la cara para que viniera a cocinar para mi—
—Se ve increíble— digo con sinceridad, contemplando el banquete. Pasta, ensalada, panecillos recién horneados… Pensé que estaba tan nerviosa que no podía comer nada, pero ahora me doy cuenta de que estoy lista para una comida.
Devoro un panecillo mientras Trace nos sirve vino. La fresca brisa de atardecer nos rodea y el sonido de las olas rompiendo contra la orilla reproduce una banda sonora relajante.
Tal vez sea el entorno o los carbohidratos, pero finalmente me relajo. Esta noche, nada tiene que importar excepto nosotros dos. Quien sabe cuándo tendré la oportunidad de volver a disfrutar de una cita como esta. Así que dejo que mis nervios y mi ansiedad se desvanezcan. Trace también parece más tranquilo.
Me cuenta más sobre su familia, sobre los Hamptons, sobre como solía pasar los veranos. Me cuenta que su padre siempre estaba absorto en el crecimiento del negocio y que su madre era un poco sociable, así que pasaba la mayor parte del tiempo con niñeras y en un internado en Vermont.
—¿Y volverse loco en las vacaciones? — pregunto con una mirada significativa. He visto los titulares.
Trace esboza una sonrisa tímida. —Mi juventud rebelde— dice.
—Entonces, ¿Dónde encaja la familia Cross? — pregunto. Estamos inclinados uno hacia el otro, con las piernas enredadas debajo de la mesa. —¿Eran cercanos? —
—Eran como una familia, sí. Charles Cross era el mejor amigo de mi padre—
—¿Y Christina? — pregunto con cuidado.
—Crecimos juntos— Trace toma un sorbo de vino casualmente. —Heredo la mitad del negocio cuando fallecieron, pero es muy sociable, así que suele encargarse de nuestra agenda de eventos, las apariciones benéficas. Le encanta todo eso—
Lo miró fijamente. Tiene que haber algo más detrás de esta historia. Si, como dice Christina, él va tras todas las mujeres… ¿Por qué no ha ido tras ella? —Es muy hermosa—
—Lo es— La comprensión deber surgir en ese momento, porque dice: —Salimos brevemente. Muy brevemente, hace años. Pero solo éramos dos niños tonteando. No era nada serio— me tranquiliza.
—Desde entonces, puede que nos hayamos distanciado, pero…Es como familia. Siempre la cuidaré—
Asiento lentamente. Por primera vez, me pregunto cómo reaccionaría Trace si supiera la verdad. La verdadera razón por la que vine a trabajar para él.
Malinterpreta mi silencio. —¿Celosa? — bromea, y niego con la cabeza.
—No—
Culpable>>
Se acerca a la mesa y toma mi mano. —Deberías saber esto, no soy el tipo de hombre que oculta las cosas— dice, trazando un círculo en mi palma. —No hay nadie más, no ahora mismo. solo tú—
Exhalo con un escalofrió mientras el traza más arriba, por la parte interior de mi muñeca, y a lo largo de mi brazo desnudo, hasta mi clavícula. Su toque es como fuego, encendiendo algo en lo profundo de mí. Deseo.
—¿Estás lista para el postre? — pregunta, con sus ojos oscuros fijos en los míos. Lo sé, ya no está hablando de la cena.
—Si— susurro. —Por favor—
Sonríe, pero esta vez no hay filo en su sonrisa. Un hambre que reconozco. La siento tambien acumulándose dentro de mí. creciendo, mientras me toma de la mano y me lleva de vuelta adentro.
Lo sigo sin decir palabra por la casa y subo las escaleras. La anticipación crece, zumbando en mis venas, mientras me lleva a su dormitorio.
Alfombras lujosas. Muebles elegantes. Vistas oscuras al océano. Apenas registro nada, estoy tan concentrada en él… y en la épica cama tamaño King en medio de la habitación.
Trace me atrae hacia él. Me besa lenta y profundamente, saboreando mi boca hasta que me siento débil y mareada en sus brazos.
—¿Confías en mí? —
Lo miro, a la promesa de placer brillando en sus ojos. Asiento lentamente.
—Dilo—
La orden me emociona. El Caleb serio y dominante ha vuelto, y Dios, me encanta.
—Si— susurro, —Confió en ti—
Y lo hago: aquí adentro, al menos. En esta habitación, sé que puedo ponerme completamente a sus capaces manos. Él es quién manda. Tiene el control total.
Trace se acerca al armario y saca dos corbatas de seda. —Ven aquí— Me acerco a él inmediatamente y Trace sonríe ante mi obediencia. —Buena chica— murmura, con aprobación, y siento otra emoción. Quiero complacerlo.
—Súbete a la cama— me dice. —Recuéstate—
Hago lo que dice. Trace se inclina y me da un beso apasionado en la boca. Luego toma mis muñecas y las sujeta por encima de mi cabeza. inhalo de golpe.
Sonríe, atándolas cuidadosamente con una de las ataduras. —Mírate…— reflexiona, mientras sus ojos me recorren. —Toda atada para mí, como un regalo de Navidad—
Pasa la atadura alrededor de una barra en la cabecera, asegurando mis manos en su lugar.
La euforia me inunda. Pruebo las ataduras. Están tensas, casi incómodas. No puedo liberarme.
De alguna manera, saber que estoy completamente a su merced envía una ráfaga de calor húmedo entre mis muslos. Me estremezco.
Trace me da un beso en la sien y luego me saca la otra atadura. —Cierra los ojos— ordena con voz sedosa, pero rotunda.
Hago lo que dice, y entonces siento la seda contra mi cara. Me la ata como una venda, la seda fresca y agradable contra mi piel ardiente. Oscuridad.
Los latidos de mi corazón parecen más fuertes, resonando en mis oídos mientras me adapto a la tenue luz. Con mis brazos sobre mi cabeza atados y la visión perdida, me siento más vulnerable que nunca.
No puedo moverme. No sé qué está planeando a continuación. Tiene el control total.
—¿Trace? — pregunto con voz interrogativa.
No responde.
Entonces siento la presión de su tacto de repente, en mis caderas. El calor se filtra a través de la fina tela de mi vestido. Pasa sus manos, fuertes y autoritarias, por la parte superior de mis muslos. Sus dedos se hunden bajo mi falda, provocándome. Me estremezco.
—Vamos a quitarte esto de encima— mi vestido se ata a mis hombros. Trace se deshace rápidamente de las cuerdas. Tira del hacia abajo sobre mi cuerpo, un susurro de seda que pronto desaparece dejándome al descubierto ante la noche. Y a él.
Oigo una risita. —¿Sin bragas? Me sorprende, señorita Winters— sonrió bajo la venda.
—Tal vez no me conoces tan bien como crees—
De repente, siento una punzada de dolor: Los dedos de Trace, apretados sobre mi pezón dolorido. Jadeo.
—Ya basta de tu boca inteligente—
Siento su otra mano en mis labios, silenciándome. El toque se convierte en una caricia, y luego abre mi boca y desliza su pulgar entre mis labios. La intrusión es tan erótica que gimo.
—Las únicas palabras que quiero oír de ti esta noches son “Si, Trace” “Mas, Trace” “Por favor”—
—Yo…—
Me pellizca el pezón de nuevo, con fuerza. Trago saliva. —Si, Trace— digo obedientemente.
—Bien—
Sus manos se vuelven relajantes, acariciadoras. Recorre mi cuerpo, acariciando cada centímetro de mi durante lo que parece una hora…Jugueteando con la curva de mis pechos, jugando con mis pezones, rodeando mi estómago y sumergiéndose entre mis muslos para rozar mi clítoris.
Gimo, arqueándome en sus manos, pero nunca es suficiente. El roce es tan ligero que desaparece en un instante. Vuelve a bajar por mis muslos, sobre mis pantorrillas, volviendo a subir hasta… Ahí.
Gimo más fuerte mientras explora la humedad en mi centro, empujándose justo dentro de mí. No es suficiente.
Otra caricia a mi clítoris y luego se va de nuevo, acariciando mis pechos hasta que sollozo de necesidad.
Esto es el cielo.
Esto es puro tormento.
Una y otra vez, toca mi cuerpo, llevándome al borde del placer, pero nunca lo suficiente. Suaves caricias, toques delicados, volviéndome loca en la sedosa oscuridad, haciéndome maldecir su nombre.
—Trace…— Lucho contra mis ataduras mientras se adentra entre mis piernas de nuevo, frotando mi clítoris en círculos lentos e hipnóticos. —Trace, por favor—
—¿Qué pasa, cariño? — Trace arrulla, con esa nota de placer en su voz diciéndome cuanto esta disfrutando esto. Mi perdición.
—Por favor, te necesito—
—¿Necesitas que, exactamente? — Trace hace una pausa mientras me retuerzo. Dios mio, está intentando matarme.
—Te necesito— consigo decir. —Dentro de mi—
Sumerge un dedo en mi humedad, lo flexiona solo una vez. —¿Así? —
Me aprieto con fuerza a su alrededor.
—Mas. Por favor—
—¿Esto? —
Añade otro dedo, más grueso ahora, pero los mantiene tan quietos dentro de mí, negándome la fricción que tanto necesito.
—¡Por favor! — Estoy sollozando ahora, arañando mis ataduras, sin pensar, y no me importa.
Chasquea la lengua, regañándome. —Te lo he dicho, Jessa. Usa tus palabras. No te tocare hasta que me digas exactamente qué quieres que te haga— Sus manos me dejan, vacías y jadeantes. Su aliento caliente en mi oído. —Di. Cada palabra—
Mi cuerpo se tensa, zumbando de necesidad. Algo se rompe dentro de mí. No puedo contenerme más. Cualquier ultimo atisbo de vergüenza o miedo desaparece ante mi ansia desesperada.
—¡Fóllame! — grito, sin vergüenza. —¡Follame, úsame, haz lo que quieras, solo lléname. ¡Necesito tu polla! —
Hay silencio.
Mi estómago se encoge, el miedo se arrastra en los bordes de mi deseo, entonces siento que el colchón se hunde. El peso de Trace se asienta a mi lado. Siento su toque en mis muñecas, y de repente, están libres.
Me quita la venda de los ojos. Jadeo. Esta desnudo aquí en la cama conmigo. desnudo y magnífico. Lo asimilo todo en un instante. Los planos de su pecho musculoso, la cresta de su abdomen. Su polla dura y tensa.
Trace se pone un condón y separa bruscamente mis muslos. —No hay vuelta atrás— dice, con sus ojos grises oscurecidos e intensos fijos en los míos. —Una vez que reclame este dulce coño…Eres mía. ¿Entiendes? Mía—
Asiento temblorosamente abrumada por verlo. La promesa de lo que está por venir. Luego, sin otra palabra ni advertencia, embiste dentro. Jadeo, luchando por adaptarme a la densa invasión. No va despacio ni espera a que me estire a su alrededor. Trace me sujeta y me folla hasta la medula.
Oh, Dios mío.
Me llena, tan profundo que casi no puedo soportarlo, pero no tengo opción. Sus manos están apretadas en mis muñecas, su peso me empuja contra el colchón, su boca muerde mi hombro con un mordisco agudo. Está en todas partes, a mi alrededor, dentro de mí. Me abruma por completo. No hay espacio para pensar, ni siquiera para respirar. Todo lo que puedo hacer es aguantarlo hasta le último centímetro.
Mierda.
Todavía me estoy tambaleando cuando se aparta y me embiste de nuevo. Mas fuerte. Mas profundo.
Grito.
El placer ya está aumentando en mí, una dulzura espesa que no puedo contener. Es increíble, la sensación de él, la fricción perversa, provocando electricidad en mis venas.
—Maldita sea, Jessa— gime, levantándose.
Tiene la mandíbula apretada. Sus ojos feroces a la luz de la luna. —Maldita sea, estás tan apretada—
Embiste de nuevo, y me aprieto a su alrededor, encontrando un ritmo ahora, levantándome para recibirlo con cada nueva embestida devastadora. Pero justo cuando creo que he encontrado el equilibrio, me empuja hacia debajo de nuevo. Su mano en el pecho, sujetándome, indefensa. Fallándome sin piedad, sin respiro. Obligándome a tomarlo como el quiere. Obligándome a rendirme por completo a la gruesa e implacable embestida de su polla.
Una y otra vez, se adentra en mí. haciéndome tomar cada centímetro. Jadeando. Gimiendo. Suplicando en voz alta. Ya ni siquiera me reconozco, estoy sollozando sin pensar, aferrándome a su espalda. Pellizcando, arañando, retorciéndome en un desastre resbaladizo mientras grito por él, tan cerca que puedo saborearlo. Tan cerca del borde.
—¡Trace! — canto, arqueándome para recibirlo. —¡Oh, Dios, ¡Trace! —
—Mírate nena— gime, mirándome con ojos llenos de lujuria. Desesperada por mí. Tan dulce. Tan húmeda—
—¡Si, oh, Dios, ¡sí! —
Sigue golpeando, sus embestidas profundas y seguras, y todo lo que puedo hacer es dejarlo. Suplicar por más. —¿Te gusta esto, cariño? — pregunta Trace.
—Lo necesitas, ¿verdad? Necesitas cada centímetro—
Se lanza contra mí de nuevo, y yo aúllo de placer. Está llegando a su punto máximo, serpenteando por la parte posterior de mi columna, sujetándome a su merced. Ansioso por liberarse.
—Oh, Dios, no pares— le suplico. —¡Por favor, no pares! — y no lo hace. Me penetra implacablemente, hasta que no puedo soportarlo más. Mi orgasmo me recorre, una cresta de placer tan fuerte que me deja sin mente, sin huesos en sus brazos. Trace gime, aferrándose a las sábanas, y se deshace dentro de mí, jadeando en busca de aire.
Me quedo allí, aturdida. Nunca antes había conocido un placer como este, ni siquiera de cerca. Los otros hombres…No son nada comparados con Trace. Nada.
Pero ahora que sé lo que es perderme en sus brazos, perder la noción del todo excepto del exquisito placer y la desesperada y vertiginosa liberación, no puedo evitar preguntarme.
¿Cómo poder soportar estar sin él otra vez?