Capítulo 5.
Ayuda.
POV Adrián.
—Bien, levántate, te ayudaré. —Me mira tan asustada, su maquillaje corrido por su mejilla. —No te tocaré, no tienes de qué preocuparte, solo levántate, te quito el vestido y me marcho. —Me mira dudosa. —Estoy esperando. —Digo en tono fuerte, ya que estoy perdiendo la paciencia que me queda.
—Bien, bien, solo no te enojes, por favor. — Se levanta y se acerca a mí colocándose de espaldas; puedo ver el nudo con hilo que le hicieron, busco una tijera y corto el hilo, bajando el cierre. Mi pulso se acelera al ver la lencería que tiene puesta, el cuerpo de una mujer y la mentalidad de una niña; con esto me alejo de ella.
— Solo pórtate bien, no me hagas las cosas difíciles y todo saldrá bien. Tienes 5 minutos para bajar y lávate la cara.
—Sí, joven Adrián.
—Adalia—
Lo miro y puedo notar su mirada en mis labios; de alguna forma se contrae saliendo de la habitación.
—5 minutos. —Es lo último que dice al salir. Me quito el vestido buscando en la maleta mi ropa, pero lo que veo son vestidos muy cortos o elegantes, ropa interior que nunca había visto. Me siento en el suelo sin poder entender. ¿Qué debo usar? Mis lágrimas se calman cuando una señora mayor entra en la habitación y yo me alejo mirándola con temor.
—No tengas miedo, ven, vine a verte, supuse que no sabrías qué colocarte. Soy Carmen, la encargada de la casa y cuidaré de ti; solo siéntate en la cama y yo te buscaré algo apropiado para la cena.
—Gracias —es lo único que puedo decir.
—No agradezcas, cariño, estoy aquí para ayudarte, y a tu esposo no debes temerle, él es un buen hombre. Yo he sido su nana desde que estaba muy pequeño y déjame decirte que, a pesar de su carácter, es un hombre muy bueno. Sabe que tanto tú como él están obligados en esta situación, solo que llegaste en un mal momento para su vida; ama a una mujer y recién se comprometieron, debes entenderlo, solo ten paciencia, todo mejorará.
—Entiendo, yo podría irme si él quiere.
—No es tan fácil, tú ahora eres su responsabilidad. Mira, perfecto, esto te quedará muy hermoso. — Trae para mí un vestido color melón muy hermoso; me ayuda a vestir junto a unos tacones a juego. —Ve con tu esposo; yo terminaré de acomodar tus cosas en el closet, prepararé la pijama y un baño para ti.
—Gracias, gracias por ayudarme.
—Ve, ve, no lo hagas esperar.
Salgo caminando por el corredor bajo unas enormes escaleras, ¿son las mismas que subí? Quizás no lo recuerde, ya que subí muy rápido. Al llegar, camino por una de las entradas hasta la sala, salgo y busco el comedor hasta que lo encuentro y él está centrado en una llamada muy calurosa. Me quedo parada esperando sus órdenes para sentarme; tengo miedo de hacerlo y que me regañen por eso, no sé cómo actuar. Con mi tía, la comida la recibía en mi habitación, un baño y la cama; a veces ella no se molestaba en cocinar, así que me tocaba esperar a que se durmiera para hacerme de comer, cosa que se me da muy bien, ya que en el restaurante siempre miraba a los chefs cocinar y no es tan difícil.
—¿Te quedarás ahí? —dice levantándose. Es tan intimidante, camina hacia mí colocando sus manos en sus bolsillos.
— Solo espero que me des permiso, no quería interrumpir tu llamada. —Mis nervios se hacen presentes al verlo recorrerme con su mirada.
—Ven, acerca. — Lo pienso antes de dar un paso y camino lentamente a él; abre una silla para mí y la ajusta, asustándome por su cercanía y la fuerza en que me acomoda en la mesa. —Ese es tu lugar en la mesa. —Se sienta y yo me mantengo en silencio. —Ya informé al personal de tus alergias y de tu dieta. Toma todas tus vitaminas y no dejes de alimentarte y, sobre todo, hazle caso a Carmen; ella te ayudará a desenvolverte en la casa.
—Sí, joven, ¿puedo preguntarle algo?
—Sí, ¿qué pasa?
—¿Alergias? No creo tener ninguna.
—Pues las tienes y me sorprende que sean tantas. Eres tan delicada, un simple error y volverás a la clínica en menos que nada.
—¿Puedo saber cuáles son?
— ¿De verdad no lo sabes? — Niego con la cabeza. — Dios, ¿dónde te tenían? Eres tan inocente, sin ideas de cómo protegerte por ti misma; yo no soy niñero, mi abuelo definitivamente estaba completamente loco. —Agachó mi mirada y una joven trae para mí un plato con mi comida. —Eres alérgica a las fresas, maní, avellanas, cerezas, soja, almendras, pescados, camarones, ajonjolí, picantes, las aspirinas, ¿lo entiendes?
—Sí, las fresas, maní, avellanas, cerezas, soja, almendras, pescados, camarones, ajonjolí, picantes, las aspirinas, lo tengo, gracias. —Él me mira como si lo que hubiera dicho fuera imposible de creer. —¿Dije algo malo?
—No, solo que no puedo entender cómo memorizaste todo eso en el mismo orden que lo dije.
— Lo que pasa es que trabajé en un restaurante y una pastelería; tomar las órdenes se me hacía muy fácil, o los números de alguna forma son mi fuerte.
—¿Trabajabas en ambos lugares?
—Así es, joven, de 6 AM a 6 PM en la pastelería y de 6 PM a 10 PM en el restaurante. Mi tía decía que era muy necesario el dinero, por ello tomé dos trabajos de manera que me pudiera alcanzar para pagar todas las cuentas, ya que mi tía está muy enferma y no puede trabajar. —Él me mira atento a lo que le digo.
—Bien, Adalia, estás acostumbrada a estar despierta temprano; pensé que sería un problema.
—¿Debo trabajar, joven Adrián? Yo puedo ayudarlo si necesita; no quiero ser una molestia para usted.
—No, no es necesario, lo que necesito es que desarrolles eso que guardas ahí dentro, así que mañana te quiero despierta temprano, lista en la sala para que hablemos, ¿de acuerdo?
—Sí, joven.
Terminamos de comer y puedo ver que él se levanta. No le dije que me ajustó mucho a la mesa y con eso se me dificulta salir. Trato de moverme cuando caigo al suelo y él sostiene mi cabeza entre sus manos.
—¿Qué haces?
—Lo siento, yo trato de levantarme. —Me siento nerviosa y él me mira fijando su mirada en mis ojos tan penetrante, luego en mis labios y prosigue a mis piernas desnudas ante él. Me baja colocando mi cabeza sobre el suelo y extiende su mano para ayudarme a levantar. —Gracias —le digo acomodando mi vestido. — Buenas noches, joven Adrián.
— Buenas noches, Adalia, solo ten cuidado, no te vayas a caer de nuevo.
—Sí, señor.
Camino tan avergonzada a mi habitación donde Carmen dejó todo para mí. Me voy a la ducha y tomo un baño; al salir, tomo mi pijama y me cambio, subiendo a la cama.
*
Despierto temprano como de costumbre, camino a la ducha y lavo mis dientes. Al salir, mi vestido ya estaba en la cama; me cambio con un vestido vino tinto, corto de seda, como todos los demás, ya que el joven Adrián mandó a sacar todo lo de algodón de la habitación y la mayoría de la casa. Al estar lista, envuelvo mi cabello como de costumbre al saber que no saldré de casa; lo enrollo en una cebolla, sin maquillaje. Bajo a la sala y está totalmente sola; lo espero sentada en el sofá y, al verlo entrar, me levanto para recibirlo.
—¿Adalia?
—Buenos días, joven, lo espero como me lo indicó. —Él mira su reloj y mi atuendo.
— Buenos días, Adalia, bien, ya que estás aquí, siéntate; en unos minutos vuelvo.
—Sí, joven. —Así como me lo indica lo hago y me siento por varios minutos hasta que lo veo entrar.
Estamos en la sala de estar donde veo a varias personas acercarse a nosotros; él sonríe, le da la bienvenida a la casa, todos toman asientos y me miran con curiosidad, donde se enfoca en mí tomando de mi mano la cual recibo sin decir una sola palabra.
— Adalia, ellos serán tus profesores, te enseñarán todo lo que haga falta para convertirte en una mujer profesional y sin temores. Ella es Samantha Flore, tu sicóloga; Luis Casas, tu tutor, enseñándote todo lo que no aprendiste en la escuela; ella es Marina Castillo, una gran amiga de mi madre, te impartirá clases de etiqueta. Te convertirás en una mujer nueva con mucho valor y educación, y todo esto lo hago por ti. Necesitas saber todo esto si te vas a enfrentar a mi mundo. Aprende todo tal cual. Yo debo ir a la oficina, así que te dejaré en manos de ellos y de Carmen; esto es para ti.
—¿Qué es? —le digo algo insegura.
—Es un celular, Luis te enseñará a usarlo; con él me comunicaré contigo solo si necesitas ayuda en algo. Te dejaré para que se organicen.
—Gracias. —Le expreso con una sonrisa y él me mira serio, pero con una mirada diferente.
—De nada, solo haz lo que te diga y todo saldrá bien.
—Sí, joven.