🖤 Capítulo 1 ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤ
Elena ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
No recuerdo haber respirado bien desde que bajé del bus. ㅤ ㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤ
Tenía los pulmones contraídos y el corazón en la garganta. ㅤㅤㅤㅤㅤ
Afuera, el sol de la mañana apenas se colaba entre los edificios altísimos que rodeaban el centro financiero. Todo lucía inalcanzable, perfecto y frío, como si yo no perteneciera del todo. Como si alguien pudiera señalarme y decir: “ella no es de aquí”.
Y tal vez tendrían razón. ㅤㅤㅤㅤㅤ
Yo no nací para estar en oficinas como esta. ㅤㅤㅤㅤㅤ
Pero estoy cansada de vivir según lo que se espera de mí. ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ
Me paré frente al edificio Volkov, un rascacielos de vidrio que reflejaba el cielo de una forma casi insultante. Cincuenta pisos. Y cada uno más intimidante que el anterior. ㅤㅤㅤㅤㅤ
El letrero dorado decía: VOLKOV GROUP, como si esas letras supieran lo que significaban: poder, dinero, jerarquías, secretos.
ㅤㅤㅤㅤㅤ
Respiré hondo. Sentí el cosquilleo del miedo en los dedos.
Y entré. ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤ
--- ㅤㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤ
—Buenos días —dije en recepción, mi voz algo temblorosa. ㅤㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤ
—Nombre, por favor —respondió la recepcionista sin mirarme mucho. ㅤㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤ
—Elena Marín. Vengo por el cargo de ejecutiva de apoyo. ㅤㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤㅤ
Me pidió cédula, revisó en el sistema y me entregó un carnet provisional.
Todo pasó tan rápido que apenas me di cuenta cuando ya estaba dentro del ascensor, subiendo como un cohete hasta el piso 28.
La gente a mi alrededor iba vestida de forma impecable: tacones de diseñador, relojes costosos, bolsos que yo solo había visto en revistas. ㅤㅤㅤㅤㅤ
Y ahí estaba yo… con mi bolso de segunda, mis uñas apenas pintadas y un blazer que me quedaba bien solo si no respiraba muy profundo.
El ascensor se abrió y me sentí tragada por una dimensión paralela.
Todo olía a madera fina, café importado y poder.
No a oficina normal.
A oficina de otro mundo.
Una mujer de unos cincuenta se acercó a mí con una carpeta en mano y un andar que imponía respeto.
—¿Elena Marín?
—Sí, señora.
—Soy Andrea. Asistente personal del CEO. Me encargo de supervisar tu integración. Ven conmigo.
La seguí como un soldado sigue al general.
Me condujo por pasillos de cristal, alfombras suaves y cuadros abstractos que seguramente costaban más que mi carrera entera.
Pasamos frente a oficinas con puertas cerradas. Otras estaban abiertas y mostraban gente tecleando frenéticamente.
Todos parecían tener algo urgente que hacer.
Y nadie se reía.
—Vas a asistir directamente al CEO, Alexander Volkov. Él no es paciente. Ni amable. Ni flexible. —Andrea me miró fijo—. Pero si haces las cosas bien, esto puede abrirte muchas puertas.
Asentí. Tragué saliva.
Lo que no dije es que ya sabía todo eso.
Había investigado cada artículo, cada rumor, cada publicación donde salía su nombre.
Alexander Volkov: graduado con honores del MIT. Millonario antes de los 30.
Una mente brillante.
Y un carácter que podía destruirte con una frase mal dicha.
—Esta es tu oficina —Andrea señaló una puerta a la derecha—. Él está al otro lado del vidrio. Si te llama, responde rápido. Si te escribe, no tardes. Si te pide algo, hazlo sin quejarte. ¿Entendido?
—Entendido.
Me dejó sola. Cerró la puerta.
Y por primera vez, sentí que estaba parada en el borde de un abismo.
Solo que no sabía si tenía alas… o si me iba a estrellar.
---
Pasó una hora. Luego dos. Revisé la agenda del CEO como me indicaron. Organicé los correos entrantes por prioridad.
Cada clic en el computador me parecía una prueba.
Cada segundo de espera, una tortura.
Y entonces, lo vi.
No escuché la puerta. Ni sus pasos. Solo sentí su sombra.
Y cuando levanté la vista, ahí estaba.
Alexander Volkov.
Era más alto de lo que imaginé.
Traje n***o, camisa blanca perfectamente ajustada. Sin corbata.
Cabello oscuro, ligeramente desordenado, como si acabara de pasar la mano por él sin preocuparse.
Y esos ojos...
Grises. Intensos.
No fríos. No aún.
Solo… difíciles de leer. Como un enigma que no quería ser resuelto.
Me puse de pie tan rápido que golpeé la rodilla con el escritorio.
Mi voz se atascó en la garganta.
—¿Usted es la nueva? —preguntó con tono grave. Sin expresión en el rostro.
—Sí, señor. Elena Marín. Es un placer…
Él me interrumpió con la mirada.
No dio la mano.
No sonrió.
—Espero que sepas lo que estás haciendo. No tengo tiempo para entrenarte. Ni para que cometas errores.
Y se fue.
Así.
Sin un segundo más.
Sin siquiera cerrar la puerta con cuidado.
---
Me quedé paralizada unos segundos.
La computadora seguía encendida. El cursor parpadeando.
Pero todo dentro de mí se había detenido.
Su presencia... era como una tormenta silenciosa.
No levantaba la voz. No necesitaba hacerlo.
Era el tipo de hombre que camina en silencio, pero deja temblando todo a su paso.
No era guapo en el sentido clásico.
Era peor.
Era atractivo de una forma peligrosa.
De esas que te hace olvidar por qué viniste y para qué estás aquí.
No podía permitir eso.
No yo.
No otra vez.
Respiré hondo. Volví a sentarme.
Escribí una nota mental: No te enamores de tu jefe. Ni aunque tenga esos ojos. Ni aunque huela a menta, cuero y tormenta.
Pero muy en el fondo, aunque me negaba a admitirlo…
Ya era demasiado tarde.