CAP. 137 - HA MUERTO LA PRIMERA RATA Las huellas frescas ondulaban por un zanjón seco, medio disimuladas entre piedras sueltas y matorral bajo. El Cabo García, con la vista incisiva por los años, levantó la mano y todos contuvieron el paso. Algo se movía delante. Algo que respiraba como si supiera que lo andaban buscando. Y entonces, el aire se quebrantó. Un disparo seco, tajante, vino desde la arboleda más espesa. Uno de los vecinos, Tomás, un peón de finca y amigo de toda la vida de Diego, cayó con un grito, la pierna teñida en sangre. El grupo se dispersó, buscando cobijo detrás de los algarrobos, mientras otro disparo acariciaba el sombrero del Cabo. - ¡Cubran a Tomás! ¡Viene desde el este! -vociferó García, sacando su arma con decisión. La refriega fue tensa, breve pero fiera. Nad

