El chándal de fiesta

298 Words
Llegué a casa de Erin y llamé al timbre, pero fue Daniel quien abrió. —¿Se puede saber qué llevas puesto?— ella aún estaba medio maquillada, con el pelo recogido, descalza y el vestido sin abrochar. —¿Te gusta?— reí estirando mi chándal, parecía al borde del infarto. —Por supuesto que no, me da arcadas.— ella fingió estar a punto de vomitar. —Veo que quieres morir sola y rodeada de doce gatos.— Daniel me recorrió con la mirada, desde el gorro hasta las deportivas más destrozadas que tenía. —En realidad, soy más de perros.—tengo que admitir que Erin había calculado el tiempo perfectamente, cuando llegaron las once ella estaba preparada para salir por la puerta. —Hola, chicos.— Daniel y yo saludamos de vuelta a la madre de Erin, en realidad no la conocía demasiado, la mayoría del tiempo que había hablado con ella era en el coche mientras nos llevaba a algún sitio. Me concentré en responder todos los mensajes acomulados en mi móvil, y en menos de media hora habíamos llegado. La casa de London era impresionante, sobre todo por el detalle de que estuviese tan lejos de las otras. —¡Adiós!— todos nos despedimos de la madre de Erin, que ni siquiera preguntó a qué hora pensábamos volver a casa. Yo tuve que esperar hasta que mi padre se quedó dormido porque jamás me habría dejado venir, la vida es injusta. London no mentía cuando dijo que no estaríamos solos, aquella casa estaba repleta de gente de todo tipo. Seguimos el sonido de la música como si fuese un camino. Según entramos alguien nos ofreció bebida misteriosa en vasos de plástico rojo. Aquella noche está un poco borrosa en mi memoria.
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