¿Necesitas ayuda?

642 Words
—Te dije que era un puto inútil.— Hudson sonrió triunfal sentándose en el banquillo. —No se esperaba el pase y lo sabes.— coloqué la gasa empapada en desinfectante sobre la herida de su labio. —Joder...—murmuró molesto. —Ya sé que tenéis problemas personales, pero eso no puede afectar al juego.—ni yo misma creía esas palabras. —Te lo han contado ¿verdad?— asentí sentándome a su lado.— Parezco el malo de la película, pero deberías verle a él. Fijé mi vista en Ares, que practicaba pases con otro chico, todos terminaban con la pelota en el suelo o fuera del campo. —Quizá necesite algo de práctica.— reconocí lo obvio. —Lo que necesita es un puto milagro.—gruñó Hudson. —Cuida tus palabras.— los dos nos giramos para ver a mi padre.— Ya tendría que haberse terminado el entrenamiento.—miró su reloj.—¡Todos a casa! Daniel se despidió lanzándome un beso, antes de ir al vestuario con el resto. Mi padre le devolvió el beso por mí y siguió guardando sus cosas. —Espera, entrenador.—hice una señal a Ares para que viniese.—Estos dos han tenido una pequeña pelea. —¿Sí?—mi padre levantó una ceja y los implicados asintieron.—Esto tenemos que solucionarlo...— tomó una de las cuerdas del material y ató cada extremo a las muñecas de Ares y Hudson.— Estaréis corriendo alrededor del campo hasta que la entrenadora os mande parar.—dio un par de palmadas y ellos echaron a correr.— Te veo luego, cielo. —añadió antes de irse. —Adiós, entrenador.—oí la voz de Erin. Ella acababa su ensayo de teatro al mismo tiempo que yo el entrenamiento, así que aprovechaba para que me llevase en coche a casa, ya que yo no tengo coche. Como dice mi padre "el secreto no está en tener cosas, sino en conseguir amigos que las tengan". —¿Qué está pasando aquí?— preguntó sentándose junto a mí. —Es complicado.— los dos competían por ser el más rápido. —Acabo de hacer la interpretación del color naranja, puedo con esto.— reí, quizás debería apuntarme a clases de teatro en lugar de a esto. —Hablemos de otra cosa, por favor.—puse los ojos en blanco. A partir de la quinta vuelta los dos estaban agotados pero seguían tratando de quedar un paso por delante del otro. —Vale, hablemos de lo bien que le queda esa camisa a tu padre, cómo marca sus brazos cincelados por los ángeles...— era consciente de que lo hacía para molestarme, pero lo conseguía.— De acuerdo, ¿qué me dices de Ares? —Es penoso recibiendo pases.— naturalmente, ya que nunca le pasaban el balón. —No me refería a eso, yo hablaba de sus ojos azules, de esa media sonrisa adorable...— miramos a Ares que se arrastraba tras Hudson, sudando por cada poro de su cuerpo, respirando como el padre de Luke Skywalker, con el pelo empapado sobre su frente y escupiendo en el suelo.— Mejor no le mires ahora.— ambas reímos. Por fin, Hudson bajó el ritmo, ambos se arrastraban por el campo penosamente, sin competir. —¡Ya es suficiente!— yo también quería irme a casa. Ares se desató la cuerda y fue hacia los vestuarios sin decir nada. —¿Necesitas ayuda?—preguntó Hudson doblando la cuerda. Tenía que guardar un montón de material, mi cerebro decía que no debería aceptar su ayuda, pero mis brazos gritaban que no querían volver a cargar el bidón de agua. —Sí, —respondió Erin.—yo voy a arrancar el coche.—se fue dando saltitos, esa escusa era terrible.
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