LA RAZÓN A UN LADO

987 Words
[SOFÍA] ¿Qué es lo que estamos haciendo? No lo sé. La única certeza que tengo en estos momentos es que sus labios están devorando los mios sin piedad. Nuestros pasos se vuelven errantes y yo pierdo la noción del lugar donde nos encontramos. Siento mi espalda chocar con algo frio y me doy cuenta de que se trata de la pared de revestida en mármol oscuro que forma parte de la decoración de esta elegante discoteca. Quisiera tener la fuerza para detenerlo, pero sentir su cuerpo rozando el mio me provoca infinitamente. Sobre todo, cuando su excitación se hace tan evidente. —Francesco —pronuncio con mi voz temblando. —Sofía, por favor, no me pidas que me detenga ahora —me pide con un tono suplicante y sonrio sobre sus labios. —No lo voy a hacer, pero esto no puede seguir aquí, nos están viendo —hablo agitada. Su mirada verdosa y llena de deseo se clava en la mia y luego solo toma mi mano. —Ven conmigo —declara y yo solo sigo sus pasos mientras intento que mi mente no me juegue una mala jugada. Me guía a través de pasillos apenas iluminados, entre luces que parpadean y sombras que se mueven con el ritmo de la música. No sé si el pulso acelerado es por la caminata apresurada o porque aún siento su boca sobre la mía, su respiración mezclándose con la mía, como si no hubiera suficiente aire en este lugar para los dos. Cruzamos una puerta oculta tras una cortina negra y subimos por una escalera de servicio. Cada paso parece alejarme más de la versión de mí que sabe poner límites. Ahora solo soy piel y deseo, envuelta en una adrenalina que no tiene nada que ver con motores o velocidad. Llegamos a una habitación privada, pequeña, con una ventana que da a la pista de baile, cristales oscuros que nos esconden del mundo. Apenas cierra la puerta tras de sí, Francesco se gira, y lo veo como nunca antes: vulnerable, encendido, al borde de algo que tampoco entiende del todo. —Sofía... —dice mi nombre como si le doliera. No sé si quiere disculparse o advertirme. Tal vez yo también debería decir algo, cualquier cosa que nos salve de esto antes de que sea demasiado tarde. Pero me quedo en silencio. Porque lo deseo. Porque lo he deseado desde antes de saber que estaba mal. Sus manos me tocan con urgencia, pero con una reverencia que me desarma. Como si me pidieran permiso y al mismo tiempo no supieran cómo detenerse. —No es parte del plan —susurro contra su cuello. —Tal vez deberíamos dejar de fingir que lo es —responde, y entonces todo lo demás desaparece. Sus manos recorren mi silueta por encima del vestido n***o que llevo puesto, y mi piel se rinden a sus caricias. Ya no recuerdo mi nombre ni lo que me trajo aquí, solo puedo sentir que me muero cuando ahora sus dedos se escabullen por debajo de la falda de mi vestido. Sus dedos se deslizan con cuidado, casi con reverencia, como si temieran romper el delicado equilibrio entre lo que somos y lo que deseamos ser. Mi respiración se acelera, y siento que mi corazón late tan fuerte que podría escuchar su eco en susurros apenas audibles. —Sofía —murmura Francesco, con una mezcla de duda y necesidad en la voz—, no sé cuánto más podré contener esto. Lo veo a esos ojos verdes que reflejan una tormenta contenida, una lucha entre la razón y el deseo. En el instante que sus dedos mueven a un lado mi ropa interior y rozan mi intimidad, todo el mundo exterior desaparece, y sólo existimos nosotros dos, atrapados en esta atmósfera cargada de secretos y promesas no dichas. —Quizá no debamos contenerlo más —respondo, con un temblor que apenas consigo disimular. Sus labios rozan mi cuello, y la piel se me eriza. El tiempo parece ralentizarse mientras nos dejamos llevar por la inevitabilidad de lo que nos pasa. Sus manos con rapidez levantan mi vestido mientras que las mias desabrochan su cinturón con urgencia para luego desabotonar su pantalón y luego bajarlo solo lo suficiente junto con su boxer y así liberar su hombría. Un leve gemido se escapa de sus labios al sentir mis manos tocandolo, y el beso se vuelve más urgente. Tanto que nos cuesta respirar. Siento como se separa un poco de mi boca, y a pesar de mi frustración todo cobra sentido cuando él rebusca en el bolsillo de su pantalón y saca un preservativo que se coloca con prisa. —No puedo aguantarme más estas ganas de ti —me dice y luego solo me vuelve a besar mientras que entra en mi de la manera más provocativa del mundo, una que jamás habia experimentado en mi vida. Sus movimientos son salvajes, como si llevara siglos esperando por esto y yo solo me aferro a su espalda mientras trato de mantenerme en pie. —Lo estamos jodiendo todo —digo en medio de gemidos. —Ya no hay marcha atrás… que se caiga el mundo si quiere. Sus palabras me hacen sonreír, pero apenas estoy pudiendo pensar cuando cada movimiento es mejor que el anterior. Mi cuerpo se llena de una carga de adrenalina que no puedo resistir y su frente ahora apoyada sobre la mia me hace abrir mis ojos para encontrarme con ese bosque verde que ahora se quema de deseo. —Dejate llevar conmigo… —me pide y vuelve a darme un beso más que pareciera ser el detonante más perfecto de nuestro c****x. —¿Qué hicimos? —pregunto a la nada, o a él… —Lo que nos moríamos por hacer y no nos atrevíamos —responde agitado y estas palabras duelen porque sé lo que me trajo hasta este momento.
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