Hoy es el primer día de rebajas y tengo el encargo de mi mujer de conseguir un vestido rebajado que vimos el viernes pasado. Esta mañana no trabajo, y un tanto a disgusto me someto al trauma de hacer la conocida cola a las puertas de los grandes almacenes. Luego haré que me compense de alguna manera.
Faltan treinta minutos y ya hay varios metros de cola; yo he venido con tiempo para asegurarme que conseguiré el botín, quizás si lo consigo mi esposa me de algún premio para recompensar mi esfuerzo.
En pocos minutos la cola se prolonga largamente detrás de mi. Súbitamente, alguien me coge del brazo: me vuelvo y sorprendido me encuentro a una mujer joven. Sin mediar palabra me da dos besos en la mejilla y me saluda como si yo la estuviese esperando. Tras unos instantes de duda la reconozco como Lucía, amiga de mi mujer.
En voz baja me comenta:
—Menos mal que estabas aquí…me he ahorrado hacer un buen rato de cola.
A mí no me parece adecuado que se cuele en la fila. Sin embargo, me conformo porque así al menos tendré a alguien con quien hablar durante la espera.
A estas horas de la mañana ya hace bastante calor. Lucía parece venir bien preparada. Tiene una cola que le recoge el cabello en lo alto de la nuca, viste un vestido de tirantes muy finos hecho de tela estampada con pequeñas florecillas muy vaporoso.
Después de unos minutos la cola ha crecido enormemente. De pronto la hilera humana hace un extraño movimiento, como un acordeón…se acorta y ensancha. Enseguida quedamos todos apelotonados y apretujados. Lucía se ha quedado justo delante de mí. Ha encontrado en la mujer de su costado una nueva compañera de conversación, que seguro resulta más amena que la mía
Tal y como estamos, no puedo evitar el contacto directo de mi cuerpo con el suyo. Al principio no se ni tan siquiera como y donde poner las manos. No quiero que piense que soy un aprovechado y la ando sobando aprovechándome de las circunstancias.,
Sin embargo, ni Lucía ni el resto de la gente parecen darle ninguna importancia, y supongo es lo habitual en estas situaciones…muchos apretujones y mucho contacto corporal. Yo poco a poco me voy excitando, no acostumbro a tener el cuerpo de una mujer joven y hermosa pegado al mío... salvo el de mi esposa. El roce ocasional hace que se me ponga dura.
Ya que a ella no le importa nada en absoluto que su culo se encaste en mi entrepierna, decido sacar partido de la situación. Dejo caer mi brazo a lo largo del cuerpo. Enseguida se queda pegado al culo de Lucía, justo en la raja. Con la muñeca empiezo a rozar muy levemente en sus redondeadas curvas. Primero un cachete, luego sobre la raja… girando un poco el brazo y luego el otro cachete.
Voy a aprender de memoria como son las curvas de su culo rotundo. Doblo un poco la muñeca hacia arriba y el dorso de la mano se adapta perfectamente a la curva inferior del culo, donde empieza la pierna. Le acaricio esta zona como antes pasando de una parte a la otra, entreteniéndome un poco más cuando pasa por encima de la raja.
Lucía sigue charlando con la otra chica que hay a su lado, aunque de vez en cuando mueve las caderas lo que interpreto como que quiere de participar activamente en el sobe que le estoy dando a su precioso culito.
Yo ya tengo una erección de campeonato, dadas las circunstancias no dudo ni un instante en ponerla apretando sobre su culo. Con los movimientos de la gente, mis frotamientos pasan totalmente desapercibidos y estoy disfrutando como un loco.
Lucía me pregunta por la hora, a duras penas consigo sacar la mano para mirar el reloj.
—Faltan todavía quince minutos para que abran — le digo.
—Bueno, todavía tenemos que esperar un poco— dice ella, mientras que yo le estoy apretando el culo con la mano.
Animado por su complicidad y colaboración, soy más osado, bajo la mano, toco su culo y pellizco su vestido tirando de él hacia arriba.
Este sube poco a poco dejando sus piernas y el principio de su culo al aire. Mi mano se desplaza hacia abajo y se coloca en la entrepierna. El dedo gordo queda en contacto con las bragas en la zona de su almejita.
Lo muevo un poco y presiono hacia arriba. Un estremecimiento recorre el cuerpo de Lucía.
Al apretar noto como su braguita de algodón se humedece. Consigo poner mi dedo medio dentro de sus braguitas y enseguida lo pongo encima de sus labios, que palpo húmedos.
Lucía separa un poco más las piernas y mueve sus caderas haciendo salir su culo hacia atrás. Ahora puedo maniobrar mejor y empiezo a frotar sus labios y a continuación el clítoris.
Lucía deja algunas frases a medias o las palabras le salen entrecortadas. La otra chica le pregunta si le pasa algo y ella responde que no, que debe ser el calor.
Yo sigo con mis caricias y le soplo discretamente en la desnuda nuca. Los pelillos sueltos que no están recogidos en la cola se mueven levemente. Cuando los movimientos y los ruidos de la gente me lo permiten me acerco y susurro en el oído de Lucía cosas tales como:
—Me encanta sobarte el culo, notas como la tengo— y —que almejita tan rica tienes…quieres que te la meta aquí mismo?
Luego le soplo por el cuello, mientras mi mano sigue con el masaje sobre sus labios y sobre todo en el botoncito duro y erizado que ha aparecido entre ellos.
Tengo miedo de que al separarse toda esta gente aparezca una mancha en mi pantalón, pues con esta erección no sería estaño que me estuviese humedeciendo también.
Llega el momento en que Lucía colabora conmigo en las caricias moviendo acompasadamente sus caderas adelante…y atrás...adelante...atrás.
Al principio muy despacio, pero cada vez más deprisa. Hay un momento en que llego al convencimiento que nos van a descubrir, van a hacer un corro y vamos a quedar en medio, aislados y en evidencia.
Afortunadamente esto no sucede, Lucía se sigue moviendo y yo le froto suavemente, pero con energía.
Un gran estremecimiento recorre todo su cuerpo y un grito involuntario se escapa de su boca. Los demás vuelven sus caras hacia nosotros, yo me quedo totalmente inmóvil, ella explica con serenidad:
—¡¡¡Es que alguien me ha pisado!!!— y todo vuelve a estar bajo control.
Yo respiro aliviado, con un bulto descomunal debajo del pantalón.
Distraído como estoy, no ve doy cuenta de que ya abren las puertas. Antes de que pueda darme cuenta me siento empujado y arrastrado por la avalancha humana. En segundos pierdo de vista a Lucía y me encuentro desplazado en un rincón del hall.
Me recupero y me lanzo yo también a la caza de la ganga, esto es, a por el encargo de mi mujer. En la sección de mujeres me hago con el preciado botín.
Al pasar con delante de los probadores, oigo que alguien me llama, me vuelvo y veo la cabeza de Lucía asomar por un lado de la cortina.
—Ven.
Me acerco, al llegar delante de ella, abre un poco más la cortina y me pregunta:
—¿Qué tal me sienta? ¿Me lo quedo?— Supongo que se refiere al pareo que lleva, pues por arriba no lleva nada y me enseña sus tetillas que se muestran levantadas y coronadas por un pezón erizado.
Esta vez no estoy dispuesto a quedarme con la miel en los labios de nuevo. De un salto me meto en el probador y cierro bien la cortina. La beso apasionadamente mientras le toco las tetas. Lucía me corresponde abrazándome con fuerza y diciéndome al oído:
—Si, cariño...métemela aquí mismo...no puedo esperar más...mi almejita está deseando que la acaricies...que te la comas…que te la folles...o que le hagas lo que quieras...ven tómame...
Yo bajo la mano buscando su ansiada conchita, me encuentro que no tiene bragas, su chocho está ardiendo, jugoso y tan sensible que al pasar el dedo hago que un fuerte gemido se le escape.
Me desabrocho el cinturón y dejo caer el pantalón al suelo, mi v***a aparece por primera vez en escena, grande, dura y ardiente. La encaro hacia su chochete impaciente, empujo y meto la punta.
Hacer el amor de pie no es lo mío, así que hago que se dé la vuelta, que se incline hacia delante y me presente su hermoso culo. Ahora sí, la encaro y de un empujón la meto dentro.
Empezamos un mete y saca frenético, dando yo empujones con mis caderas y Lucía dejándose empujar y luego echándose hacia atrás. Las paredes de madera del probador parecen que se van a caer y creo que toda la hilera de probadores se mueve acompasadamente con mis embestidas.
A Lucía le llega el orgasmo de forma violenta y se le escapa un fuerte grito que seguro todos han oído.
Ella saca la cabeza por un lado de la cortina para decir a las curiosas:
—Es que por fin he encontrado lo que buscaba...y además me sienta de maravilla.
Mientras dice esto yo me corro dentro de su chocho entre contracciones y temblores. Pasados unos instantes, sale Lucía del probador atándose el pelo y recomponiendo el vestido, yo un instante después.
Nos encontramos de nuevo en la caja. Nos intercambiamos los teléfonos y nos despedimos. Cuando mi esposa me encargue la próxima vez ir a comprar a las rebajas no pondré ninguna pega, quizá se repita mi buena suerte.