Mi sobrina

2432 Words
Hoy, a mis treinta años, me siento más mayor que nunca. Mi sobrina, mi pequeña Daniela, cumple dieciocho años. Sé que hay casos más extremos, de menor diferencia de edad entre tíos y sobrinos, pero me sigue alucinando que la hija de mi hermana sea ya tan mayor. Esta tarde le daremos la fiesta que se merece y yo me luciré con mi súper regalo. Siempre me ha adorado, desde pequeñita, pero a partir de hoy, estoy seguro de que mucho más. Hemos estado unidos toda la vida, desde que nació. Mi hermana se quedó embarazada con diecisiete años de un chaval que apenas conocía y decidió seguir adelante con el embarazo sin decirle nada. Aquello fue muy duro para la familia, porque no atravesábamos un buen momento económico y una boca más nos iba a complicar la vida, pero todos la apoyamos. Yo tenía solo doce años, pero tuve que espabilarme, aprender a cambiar pañales y a preparar biberones. Esto último fue más doloroso, porque suponía que mi hermana había dejado de darle el pecho a la bebé y a esa edad tan complicada, las tetas de mi hermana me traían loco. Eran enormes, más todo lo que crecieron durante la lactancia. Mi hermana siempre había sido muy pudorosa, pero durante aquella etapa se sacaba un pecho en cualquier parte, con total naturalidad. Yo actuaba como si nada, pero almacenaba esas imágenes en mi memoria para la noche. No me siento muy orgulloso de eso, pero en aquel momento disfrutaba de lo lindo. Aquellos tiempos de escasez ya pasaron, tuve suerte con algunos negocios y actualmente dirijo cinco empresas de éxito. No soy multimillonario, pero tampoco es una exageración decir que estoy forrado. No soy un derrochador, pero me gusta que mi familia disfrute de todo lo que no tuvimos, especialmente Daniela, que durante sus primeros años no estrenó tantos juguetes por su cumpleaños o Navidad como nos hubiera gustado. Cada año la intento sorprender con algo mayor, así que los dieciocho tenían que ser apoteósicos. Siempre fue una niña buena, cariñosa y ahora es una joven de la que sentirse orgulloso. A las cinco de la tarde llego a casa de mis padres y voy de cabeza a por mi sobrina. La abrazo, le canto cumpleaños feliz, le tiro de las orejas y me la como a besos. Ella me corresponde a todos los gestos de cariño, hasta que me mira muy seria, con los ojos entrecerrados. - Has venido con las manos vacías. - ¡Eso es lo que tú te crees! En cuanto apareció mi madre con la tarta, todos cantamos y ella sopló las velas, le entregué un papel doblado que guardaba en mi cartera. Al leer lo que ponía no supo como reaccionar. Le había dado un vale por una moto, el regalo que llevaba pidiéndome desde hacía años, pero que mi hermana me tenía terminantemente prohibido, pero una vez cumplidos los dieciocho ya no lo podía evitar. Me abrazó exageradamente fuerte. Temí por la integridad de sus pechos, aun más grandes que los de su madre, y pensé para mí que todavía estaba en mi lista de pendientes el catar unos así, pero es que no eran muy comunes. - Muchas gracias, tío, estaba convencida de que me volverías a sorprender, pero no tanto. - No hay de qué, cariño. Te mereces eso y muchísimo más. - ¿Sabes una cosa? - Dime. - Por un momento pensé que era un vale por el fin de semana en un parque de atracciones que me debes desde que tengo uso de razón. - ¡Qué fuerte, Daniela, ya no me acordaba de eso! ¿Sigues queriendo ir? - No te quepa la menor duda. - Pues borra de tu agenda todo lo que tuvieras planeado para el próximo fin de semana, porque va a ser épico. Han pasado unos días y me encuentro delante de la puerta de mi hermana y su pareja esperando a que baje mi sobrina para pasar tres días y dos noches de pura locura en el parque de atracciones prometido. Hemos acordado llevar poco equipaje, nada más que lo justo, para poder ir en mi moto. A los cinco minutos baja Daniela, me da un beso, mete la bolsa con sus cosas dentro de una mochila grande que he traído, nos colocamos el casco y arranco. Vuelvo a sufrir por sus tetas, porque aunque no llegan a ser exageradas, de verdad que son muy grandes, perfectas, y van a ir apretadas contra mi espalda durante todo el trayecto. Me regaño a mí mismo por estar pensando en eso, es la segunda vez en poco tiempo. Intento quitarle importancia porque llevo un mes sin follar, todo un récord para mí, pero es que he estado hasta arriba de trabajo. Justo empezaba mi mes de vacaciones y si no llega a ser por esta aventura improvisada, todavía estaría en mi cama acompañado por una o dos de mis amigas habituales. Llegamos al cabo de una hora y vamos directamente al hotel a dejar las maletas, no hay tiempo que perder. Al reservar le pregunté si le parecía bien compartir habitación y le pareció buena idea, así que allí estábamos, poniéndonos ropa más cómoda. Cuando salió del cuarto de baño casi me caigo de culo. Llevaba una camiseta blanca de tirantes, de alguna que otra talla menos a la suya y sin sujetador debajo. Mi primer instinto fue decirle que así no podía subir a la montaña rusa, pero yo no soy ese tipo de tío y ella ya es mayorcita, así que me callé. Ese primer día fue la bomba. Nos montamos en todo varias veces, nos pusimos hasta arriba de comer y asistimos a los espectáculos nocturnos que pudimos antes de volver al hotel. El único inconveniente fue justo el que había previsto. La cola más grande de todo el parque era la que llevábamos nosotros detrás. Los melones de Daniela se convirtieron en la principal atracción. Fue así desde que salimos del hotel, pero se multiplicó al pasar por el primer trenecito acuático. Esa camiseta ya no dejaba nada a la imaginación, ni siquiera para su propio tío. Recuerdo que le empezaron a crecer las tetitas siendo muy niña y con ellas la habitual vergüenza, así que hacía como diez años que no veía esos pezones. Habían crecido, evidentemente, y eran oscuritos, como a mí me gustaban. Hice un esfuerzo sobrehumano por no mirar porque una erección con los pantalones deportivos que llevaba hubiera captado la atención de la otra mitad del parque. Ella actuaba como si nada. Es una jovencita muy inteligente, sabía de sobra lo que estaba sucediendo, de la misma manera que sabía que iba a suceder. Daba la sensación de que disfrutaba. Una vez más, no quise meterme. Por la noche estábamos los dos reventados, así que decidimos ir directos a dormir después de cenar. Daniela se puso un top y un pantaloncito que dejaba medio culo a la vista. Agradecí estar tan cansado como para no darle importancia y aproveché su destape para dormir en calzoncillos y camiseta corta. Se tumbó boca arriba y yo me coloqué de lado mirando hacia ella, era mi posición natural. Justo al apagar las luces cambió de posición, dejando nuestros cuerpos en una cucharita perfecta. - Buenas noches, tito. - Buenas noches, Daniela. Descansa. Me desperté muy empalmado y muerto de vergüenza. No me atrevía a abrir los ojos por si veía a mi sobrina observando el enorme bulto en mi entrepierna. Al final los acabé abriendo ligeramente, de forma casi imperceptible y me arrepentí al instante, aunque no los cerré. Daniela salía del lavabo, recién duchada, con una toalla diminuta envolviendo su cuerpo y lo primero que hizo fue clavar sus ojos en mi tranca. La miró durante bastante rato y no pudo evitar morderse el labio. Dudo mucho que fuera virgen, pero seguro que nunca había visto una así. Cogió su neceser y antes de volver al cuarto de baño se quitó la toalla mirando hacia mí y se dio media vuelta para irse caminando mientras meneaba el culo. Sabía que estaba despierto, era una provocadora. Pensé que tendría que hacer ver que esto tampoco había sucedido, de la misma manera que pensé que sus tetazas eran tan imponentes que nunca me había dado por fijarme en su trasero, que era también un prodigio de la naturaleza. Decidimos tomarnos el segundo día con más calma para no llegar tan cansados a la noche y el último día desfasar en el parque acuático. Y así fue. Repetimos en nuestras atracciones favoritas, comimos con calma y ella se fue a ver una película del parque mientras yo volví al hotel a echarme una siesta. Aunque su vestimenta había sido mucho más recatada que la del día anterior, yo seguía muy cachondo. No recordaba haber acumulado nunca tanta excitación sin llegar a descargar, que era lo que estaba a punto de suceder. Lo tenía todo en mi mente: sus grandiosas tetas contra mi espalda, su culazo contra mi rabo al dormir y su perfecto cuerpo desnudo. Me sentía fatal por lo que estaba haciendo, pero mucho peor era un dolor de huevos, que era justo lo que me acariciaba mientras bombeaba mi falo sin parar. Estaba a punto de correrme, recordando cada parte de su anatomía, hasta que recordé que tenía el móvil lleno de fotos del día anterior. La elección fue sencilla, un primer plano de los pezones de mi sobrina tras su transparente camiseta y mi semen comenzó a salir a chorros. No exagero si digo que fue la mayor descarga de mi vida. A la mierda los remordimientos, ya tendré tiempo de sentirme mal. Ahora a disfrutar de la tarde. Me encontré con Daniela donde habíamos quedado. Se despidió de unos chicos con los que hablaba, cosa que no me hizo ninguna gracia, me contó que la película era malísima y acordamos otra tarde tranquila y cenar pronto en el hotel. Después de eso estuvimos charlando durante bastante rato. - ¿Hoy también te vas a hacer el dormido? - ¿Cómo dices? - Va, no te hagas el tonto. Sí, estabas empalmado, pero es algo natural, os pasa a todos. - Es cierto, pero somos familia, hay cosas que no deben suceder, ya sabes a qué me refiero. - Aunque tengamos la misma sangre, eres un tío joven, pero te comportas como un viejo gruñón. - Pero si siempre hemos sido como colegas. - Ya, colegas que nunca hablan de sexo. - Porque eres una cría . Bueno, lo eras. - Exacto. Hace mucho que no tengo nada de niña. - Me alegro, Sabri, pero prefiero no saber. - ¿No saber a cuántos me he follado? - Por ejemplo, sí. - A cuatro, ¿tú? - No te voy a contestar. - ¿Más de quinientas? - ¿De dónde sacas ese cálculo? - Tito, estás buenísimo, eres encantador y tienes un montón de pasta, sé que las tías se pelean por ti igual que sé que son más de quinientas. - Es posible, sí. - ¿Las dejas satisfechas? Porque los de mi edad son un desastre. - Solo te responderé a esa última pregunta: sí, todas quedan más que satisfechas. Después de esa conversación, lo siguiente que vi fue a mi sobrina abalanzarse sobre mí intentando besarme. Me resistí, le dije que estaba loca y que eso no iba a suceder nunca, no podía pasar. Era tan obvio porque no podíamos hacerlo que me confundía el hecho de que pareciera no comprenderlo y aprovecho esa confusión para llevar una de sus manos a mi paquete. No sé quién de los dos gritó más sorprendido, yo por el movimiento inesperado o ella por el pedazo de polla que estaba sujetando. En cualquier caso la sorpresa le duró poco, porque empezó a pajearme por encima del pantalón. Le supliqué que parara, le dije que quería pero no podíamos, que íbamos a destrozar a la familia y la buena relación y complicidad que habíamos tenido siempre, pero no entraba en razón, repetía que el sexo por diversión no puede estropear nada, al contrario. Puede que tuviera algo de razón, pero mi conciencia mandaba y tenía que parar, o por lo menos ofrecerle un acuerdo. - Está bien, Daniela, te fascina mi polla, lo entiendo. Voy a dejar que termines lo que has comenzado y después te devolveré el favor, pero eso será lo único que suceda. - Lo acepto. De momento. Así que me rendí, me quité el pantalón y deje que disfrutara. Lo hacía bien, muy pero que muy bien. Si no fuera por mi "siesta" de hacía unas horas, ya me hubiera corrido. Entonces se quitó el top y me pidió que no me estuviera tan quieto. Fingiendo desgana me llevó uno de sus gigantescos pechos a la boca y la mano que tenía en su espalda la introduje en su diminuto pantalón para amasarle bien sus nalgas. No voy a mentir, aquello era como estar en el paraíso y la corrida era inminente. Debió notarlo, porque en un movimiento rápido se desprendió de mis manos y se clavo mi estaca entera en la boca justo a tiempo para tragarse toda mi leche. Le había vuelto a dar el biberón a mi sobrina, en el fondo tenía gracia. Aunque yo seguía fingiendo que aquello me parecía fatal, así que prescindí de adornos y calentamientos y coloqué mi cabeza directamente entre sus piernas. Hacía tiempo que no degustaba una v****a tan joven, tan apetitoso, dulce y perfectamente depilado, pero no me podía recrear ni hacer que disfrutara más de la cuenta o estaba perdido. Ella creía que era un experto y le iba a demostrar que tenía razón. Lamí repetidas veces su rajita empapada, acaricié y besé sus muslos suaves, introduje con delicadeza un dedo, después dos y succioné su clítoris hasta llevarla al éxtasis. Fue rápido, incluso más de lo que esperaba. De un momento a otro pasó de acariciar mi pelo a apretar con las dos manos mi cara contra su v****a. Durante un buen rato sostuvo con fuerza mi cabeza entre sus piernas, estaba eufórica. Y yo tenía los labios y la lengua cubiertos de los fluidos de mi pequeña Daniela. Quiso más, pero le dije que teníamos un trato y aceptó. - Escúchame, Daniela, mañana haremos ver que esto no ha sucedido, pasaremos otro gran día y volveremos a casa. - De acuerdo, tito. - El miércoles por la tarde iremos juntos a comprar tu moto. Y ya veremos lo que sucede.
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