En medio de una de las habitaciones más importantes de la nació de Rubí estaba su reina, una mujer implacable, letal y que podía llegar a ser extremadamente cruel con cualquiera que la contradijera o que entorpeciera sus asuntos.
Su más leal hombre, Zacarías, le escuchaba firmemente. Cada cosa que la reina Ágata escupía con rabia el la analizaba, comprendía y seguía a muerte; así que en ese mismo momento, Zacarías estaba dispuesto a seguir aquella orden que estaba había declarado frente a él con voz majestuosa pero peligrosa:
«Ve a dar un mensaje a Margaret de los Zafiro».
Aquella era una misión peligrosa y riesgosa a niveles preocupantes. un soldado de Rubí en territorio enemigo no podía resultar en nada bueno, mucho menos tratándose de Zafiros. Pero aún así, Zacarias, un apuesto hombre de cabello rubio y una mirada pícara pero justa, se encaminó a su destino, veloz con su corcel de pelaje oscuro, fuerte como su voluntad y lealtad a su hermosa pero aterradora reina.
Y para cuando respiró el tenso aire en medio del mercado de la nación enemiga, los pacíficos pero mentirosísimos Zafiro, este hombre respiró profundo y guardó la calma mientras la gente lo acorralada en el centro y lo rodeaban con miradas acusadoras, listos para atacar.
—¡Buenas tardes, Zafiros! —gritó, encantador— Deseo hablar con su reina.