Capítulo 3

2126 Words
Él conduce en silencio. Sabe muy bien que estoy muy molesta, y supongo que por eso mismo se esfuerza por cerrar la boca. Le dije lo único que necesitaba saber, y es mi dirección. Esa libreta nadie puede leerla, la única persona que sabe que existe y lo que hay en ella es Cam. No quiero que nadie vea lo exigente que soy respecto a los chicos, y menos que vean las atrocidades que escritas respecto a mi ex novio. Ni siquiera sé por qué saqué esa libreta en particular para anotar lo que James me decía. Debo estar muy enferma. Se detiene frente a la casa y apaga el motor. Yo trago saliva e intento no mirarle. -          Linda casa – dice. -          Gracias por traerme – tomo mi mochila y me deshago del cinturón de seguridad. -          Cuando quieras. -          No. Es la primera y la última vez, pero gracias de todos modos – lo miro e intento sonreír, pero él se ha puesto muy serio. -          No quise dejarte en vergüenza – se aclara la garganta – ¿Qué dice la libreta que te afecta tanto? -          Ya te dije que es personal. -          Está bien. Lo siento – hace una mueca – no creas que soy un cretino – ríe. -          Muy tarde, ya lo creo – abro la puerta y me bajo. -          ¿Cuándo nos veremos otra vez? -          Vamos a la misma escuela James, supongo que nos veremos todos los días – frunzo el ceño y cierro la puerta. Él sonríe y abre la ventanilla. -          Me refiero a que cuándo tendremos otra ci… otra salida, para conocernos. -          No lo sé, esta fue suficiente por toda la semana. Pero yo te aviso. -          Seguro – asiente – buenas noches. -          Sí, buenas noches. Arranca el deportivo y desaparece en la calle. Extrañamente cansada, abro la reja, camino hasta la puerta y doy cuatro golpes suaves. Mi madre abre y me mira ceñuda, pero no está enojada sino extrañada. Mira su reloj de pulsera. -          Son las ocho – me deja pasar – Creí que llegarías más tarde. -          Dijiste que querías que llegara temprano – bufo encaminándome hasta la cocina. Ella me sigue. Me dejo caer en una de las sillas. Mi madre es joven, pero sumamente temperamental. Tiene el cabello n***o; antes lo tenía rojo. Se lo ha teñido tantas veces que me faltan dedos para enumerar. Cuando no va al trabajo suele usar pantalones de cuero n***o, o jeans rasgados. Camisetas de bandas de rock o unas que dejan a la vista su ombligo, lo bueno es que tiene buen físico y no me avergüenza. Pero no siempre ha sido excéntrica. Antes de que papá nos dejara ella era mucho más centrada. Solía vestirse muy femenina y mantenía un bonito color chocolate en el cabello. Pero eso fue hace diez años atrás. Porque cuando papá se fue ella comenzó a trabajar en su propio vivero. De eso vivimos y de los reemplazos que hace ella en la escuela primaria como maestra de matemáticas. Porque no siempre la contratan. Claro que para trabajar se viste normal, pero sigue teniendo una personalidad muy excéntrica. -          ¿Cómo estuvo tu día en la escuela? – pregunta mientras me sirve puré de papas y carne mechada. -          Interesante – hago una mueca no muy convencida. Ella se sienta frente a mí – ¿Qué no estabas de muy mal humor hace un rato? -          Ah – pone los ojos en blanco, yo río – Ralph me tiene enferma de los nervios. Quiero despedirlo, pero no encontraré a nadie tan honesto como él en todo Washington. -          ¿Qué hizo esta vez? – pregunto. -          Dejó entrar al perro en el invernadero, arruinó las hortensias – hace una mueca – lo bueno es que un viejo rico ha comprado treinta cerezos hoy, dice que tiene un patio muy amplio y los quiere poner ahí. Es nuevo en la ciudad y quiere ambientar su hogar un poco… -          ¿Te dijo su nombre? -          Paul, creo – se encoge de hombros, restándole importancia – ¿Qué hay del chico con el que haces tu proyecto? ¿Es nuevo? -          Sí, ha llegado hoy. Es un completo desastre – hago una mueca de desagrado. -          ¿Terminaron el trabajo? -          No, es de cinco semanas. Debo conocerlo y hacer un ensayo sobre él… ¿Puedes creerlo? -          ¿Y es guapo al menos? – ríe. Solo consigue que me ruborice un poco. Bebo de mi vaso para disimular. -          Nada de otro mundo – me encojo de hombros. -          Te has puesto roja como un tomate Teffy, debe de ser guapísimo – sigue riendo. Yo pongo los ojos en blanco. -          Mamá basta – digo entre dientes. -          Te apuesto lo que quieras a que terminarás besándolo en algún momento – me apunta con el dedo – se dará la ocasión, créeme. -          Mamá por favor, ¿Es necesario que hablemos de esto? Con suerte se un par de cosas sobre él. Además no encaja ni por si acaso con… – me detengo, he ido demasiado lejos. Ella no conoce la existencia de mi lista – mi prototipo – vuelvo a beber. -          ¿Tienes un prototipo? – me mira con extrañeza – no puedes ser tan exigente hija… tu misma dijiste que era un buen muchacho y no negaste que fuera guapo, tampoco negaste que existe la posibilidad de que se besen en el futuro. -          Ni soñando – frunzo el ceño – jamás besaría a un cretino. -          No puede ser tan malo. Debes aprender a tener mejores relaciones con la gente. ¿Cuándo fue la última vez que trajiste a casa alguien que no sea Cam? -          Unos meses… -          Siete, Steffanie, siete meses, ya casi no tienes amigas después de lo que pasó. ¿Tan mal te dejó M…? -          ¡YA BASTA NO QUIERO HABLAR DE ESTO! – me pongo de pie. Ella pone los ojos en blanco. -          Hija no es el único hombre que pasará por tu vida, ya supéralo, eres joven – se pone de pie y me mira a los ojos – aprovecha las oportunidades… - me toma de los hombros – solo digo que tener amigos, o novio o lo que sea no está mal. No todas las personas son iguales… no todos los hombres son malos. -          Iré a hacer mi tarea – digo con un hilo de voz. No me gusta hablar de estas cosas. No me gusta hablar de él. -          Cambia la cara ¿Sí? – levanta mi mentón para mirarme. -          Es la única que tengo. -          No es cierto, hace un rato estabas roja y queriendo sonreír por tu nuevo compañero – ríe. Gruño. Levanto mi plato y me voy directo a mi cuarto. Definitivamente hablar con mi mamá no me ayuda en nada. Siempre terminamos en el tema de  “Los hombres no son todo iguales, ni todos malos” Pero ella no conoció del todo a M… Mi cuarto es bastante amplio. La cama es grande, llena de almohadas de todos los colores. El cobertor es blanco con encajes. Tengo dos armarios, llenos de fotografías que a veces odio. (Solo a veces, pero se ven tan bonitas ahí que no las quito). La ventana es grande. Va desde el piso al techo. No tengo balcón porque me asustan. Las cortinas son color calipso, tengo un escritorio de madera blanca y una laptop rosa sobre él. Las paredes están repletas de pósters de bandas y actores. Rihanna ocupa el primer lugar en mis paredes, luego Beyoncé y Maroon five. Entre los actores está principalmente Johnny Depp, aunque antes tenía más pósters de él. Pero a mi madre le encanta y me ha quitado algunos. Dejo mi mochila en el perchero y me saco los zapatos. Cierro las cortinas y me siento frente a la laptop. Mi cuenta de f*******: tiene una solicitud de amistad, con el nombre de: J. A. Fenton. Miro ceñuda la petición de amistad y antes de aceptarla abro su biografía. “Es James” Sonrío sin querer y acepto la solicitud. Después de todo, no pierdo nada, y me entero de más cosas sobre él, así no tenemos que pasar tanto tiempo juntos. Tiene más amigos que yo. Pero muy pocas fotos de él. Su biografía es mucho más interesante que la mía en todos sus sentidos. Le escriben y él escribe más que yo. Y tiene admiradoras. Debí imaginarlo. “Babosas”  Me siento como una acosadora virtual y cierro la sesión. Saco mi libreta personal y la abro en la página en la que quedé. Golpeo el bolígrafo en el escritorio, intentando inspirarme un poco. Porque aunque está llena, no está completa. Pero no. No tengo inspiración ni ganas de agregar condiciones a la lista. Me siento extraña. Siento como si no faltara nada en ella. “Siempre puedes agregarle algo Teff, es tu lista” me digo mentalmente. “¿Por qué me siento así?” Despierto porque mi mamá no deja de golpear la puerta. Odio cuando hace eso, porque me levanto de mal humor. -          Ya voy – grito desde la cama. -          ¡Llegarás tarde! -          Ya escuché – digo entre dientes. -          ¡Si quieres que te lleve, mejor será que te apresures! – grita una vez más. Pongo los ojos en blanco y me pongo de pie. Cuando abro la puerta veo que mamá ya está casi lista. -          No es necesario que me despiertes con golpes en la puerta – bostezo. -          Si no lo hago no te levantas nunca, holgazana – me mira ceñuda – tienes veinte minutos o te dejaré – baja las escaleras. -          ¡Mamá en veinte no hago nada!… ¡tengo que bañarme! –le grito. -          Pues que pena – canturrea desde la cocina. Y como casi todos los días, me he tardado casi cuarenta minutos en estar lista. Mamá me deja como ha dicho que lo haría. No es justo que sea tan cruel. Bien sabe que no tengo auto, ni motocicleta, ni bici. Y que odio el autobús. Salgo de la casa esperando encontrarme a Cam y su madre, para que me den aventón. Pero la mañana está tan tranquila y silenciosa como siempre. Resoplo. La escuela queda a cuarenta y cinco minutos de mi casa a pie. Lo que quiere decir que llegaré mañana. La caminata no es lo mío. Definitivamente tendré que comenzar a levantarme más temprano para que mamá me lleve en auto. Estoy a mitad de camino, y no me quedan más que cinco minutos para que toque la campana y me den castigo después de escuela por el retraso. El deportivo rojo de James se detiene a mi lado. Baja la ventanilla y me sonríe. -          Sube – dice. Yo hago caso porque soy una buena chica. Me subo y me pongo el cinturón. -          Gracias – le sonrío. -          No hay de qué – arranca el auto – ¿No te parece divertido? -          ¿Qué cosa? -          Que te encontré… -          ¿Qué dices? -          Caminando – dice seco – te encontré caminando. -          Pues no le veo la gracia – frunzo el ceño – no creas que siempre necesitaré de un aventón tuyo para llegar a la escuela. Es solo hoy que mamá no quiso esperarme. -          Tu madre me suena a que es aterradora. -          Es simpática, algo temperamental… pero es buena – musito sin mirarlo. -          Me gustaría conocerla. -          No digas tonterías – pongo los ojos en blanco – Es solo un proyecto, no tenemos que ser amigos ni nada. Menos presentarnos a nuestras familias. -          Hablando fuera del proyecto Morgan – me mira divertido – me gustaría conocerla. -          Pues que mal, porque no pasará. -          Deja de ser tan pesada ¿Quieres? – ríe. -          No soy pesada… solo soy… -          Antipática – dice entre dientes. Golpeo su brazo – ¡Oye! Estoy conduciendo, no hagas eso. -          No soy antipática – me cruzo de brazos. -          De acuerdo, lo siento. Pero te comportas muy a la defensiva todo el tiempo. Es como si no quisieras que nadie traspase esa barrera para acercarse a ti. Tienes una respuesta para todo, es hiriente intentar hablar contigo. -          ¿Y qué hay de ti? Eres igual, no te quejes – gruño. Él suspira. -          Perdón Señorita pesada. -          Agh ¿Quieres parar el auto? Iré caminando. -          Tú no me mandas – ríe – así que cierra esa linda boquita y disfruta de estar en mi perfecto auto y mi perfecta compañía. -          ¿Qué dices? – lo miro ceñuda. “¿Dijo Linda boquita?” el estómago me da un giro, y me siento atontada. -          Que mi compañía es perfecta, ¿no lo habías notado todavía? -          No… lo otro… -          Que mi auto es perfecto, todos lo saben – se detiene en el aparcamiento de la escuela. Me mira sonriendo. -          Dijiste otra cosa… -          ¿Qué te quedes callada? – junta las cejas y ladea la cabeza. -          Lo otro – musito. -          Que no me mandas… ¿Debo repetirte toda la conversación? – hace una mueca. -          Olvídalo – me quito el cinturón y abro la puerta. Pero él me detiene tomando mi muñeca. -           Dije que tu boca era linda, ¿Eso querías que repitiera? ¿Contenta?... Ahora no se lo digas a nadie, porque es más linda cuando la mantienes cerrada – lo dice con tanta seriedad que me da un escalofrío. Sin saber qué decir respecto a eso, salgo del auto lo más rápido que mis pies me lo permiten.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD