La petición tan inusual de Perséfone me dejó una mezcla de sentimientos, desde la vergüenza hasta la tristeza. No es normal que una niña hable sobre la muerte con tanta libertad y eso era algo que me calaba hasta en lo más profundo de mi ser. — Cariño, no digas esas cosas por favor — me senté en la camilla y la miré con dolor — sabes bien que eres lo único que tengo y no podría soportar que te fueras al cielo con tus abuelitos, eres lo único que tengo en esta vida. — Justo por eso, mamita — sus ojos me vieron con amor — no quiero que te quedes sola si es que acaso me llego a ir al lado de los abuelitos. Soy una niña muy inteligente ya que tú me lo has dicho muchas veces y me lo creo completamente, justo por eso es que sé que mi condición es delicada, desde que tengo uso de razón hemos id

