Perséfone me veía con confusión, sus ojos me desconocieron por completo y esto me dolió en el alma. Traté de poner mi mejor sonrisa y contener las lágrimas que amenazaban con salir.
— Mi amor, soy mamita — su ceño se frunció — ¿Acaso no me recuerdas?
— Yo no tengo una mamá, solamente mi papá es el que está conmigo — ella miró todo el cuarto — ¿En dónde está mi papito? ¿Acaso me ha abandonado? ¡Quiero a mi papito!
Los gritos de Perséfone demandando un padre que no tenía fueron tan grandes que logró aturdirme por un momento.
— Perséfone, por favor ten calma y habla conmigo — la intenté sujetar, pero ella me empujo — soy mamita, por favor ve mis ojos.
— No, no, no. Usted no es mi mamita — sus lágrimas bajaron por mis mejillas — ella me abandonó hace tiempo y me dejó solo con mi papito, d
