Capítulo 10.
Emociones.
Después de comer me siento en el sofá a leer un libro; las horas pasan y la hermosa noche se hace presente, deslumbrándome con su hermoso brillo. Me acerco al balcón y puedo observar la hermosa ciudad con sus luces que, junto a las estrellas, hacen un impactante paisaje. Escucho la puerta y puedo notar que él ha llegado y me adentro cerrando la puerta del balcón. Puedo verlos sentarse frente a su computador mientras tomo asiento al otro lado mirándolo. Tomo el celular y ordeno la cena que en pocos minutos llega; ordené sushi, ya que moría por comerlo. Puedo ver que sigue enfocado en su trabajo mientras yo muero porque me preste atención. El sonido del timbre me aleja de mis pensamientos; me acerco abriendo la puerta donde un joven me la entrega.
— Buenas noches, hermosa, tu sushi está listo, ¿dónde quieres que lo deje? —dice mirándome fijamente.
— Pasa y déjala en la mesa. — El chico pasa sin dejar de mirarme; no logra notar la presencia de Lucas, quien permanece distante, acomoda todo y yo me acerco a mi bolso sacando la propina.
—Gracias, estoy disponible las 24 horas por si me necesitas —dice fijando su mirada en mis piernas.
—Creo que ya es suficiente, puede irse —dice Lucas levantándose.
—Sí, señor, disculpe, no me di cuenta de su presencia, lo lamento.
El chico sale mirándome con vergüenza y yo me acerco, tomando su mano. Al verlo acercarse a la puerta, cierro la puerta y lo llevo al sofá donde cenamos en silencio. Yo tomo un poco de sushi y se lo doy en la boca, como hacíamos en la secundaria. Después de la cena lo veo levantarse e ir a la habitación donde se mete a la ducha; puedo notar que no me mira en todo el momento que lleva aquí. Yo subo a la cama y me acuesto a ver la televisión. Unos minutos después puedo verlo salir del baño con su mono sin camisa, dejándome apreciar sus fuertes músculos; se acerca a la cama, toma una almohada y sale de la habitación.
— ¿De verdad piensa dormir en la sala? — No dice ni una sola palabra. —Bien, ¿no me quieres hablar? —Pues, no lo hagas—le digo muy molesta.
En realidad, no pensé que se molestaría por las coqueterías de ese chico. Pasan tres horas y él no vuelve a la habitación; salgo a ver qué hace y está dormido en el mueble con su computador sobre su pecho. Voy a la habitación, tomo una sábana de la cama y regreso a la sala, quitando su computador, lo cierro colocándolo en la mesa, tomo la sábana y lo cubro. Lo veo dormir; su bello rostro es muy hermoso y no puedo evitar acariciar su cabello, pasando mi mano con cuidado por su cabello por unos minutos. Me he arrodillado para acercarme; sin poder evitarlo, siento la necesidad de darle un beso en la frente. Me levanto para irme cuando siento su agarre en mi mano que me atrae hacia él con fuerza. Caigo sobre él mientras nos miramos a los ojos, siento su agarre en mi muñeca suavizarse, toca mis mejillas mientras me acaricia, pasa su mano derecha por debajo de mi camisón acariciando la piel de mis caderas.
—¿Por qué estás tan enojado? —le digo acariciando su cabello.
—¿Quieres que te sea honesto? No lo sé, Amalia, cuando te vi coquetear con ese chico, sentí la necesidad de desaparecerlo del faz de la tierra. —Dice acariciando mis mejillas.
—Hazlo, Lucas —le digo mientras paso mi pulgar por sus labios acariciando el de él. Me acerca besándome con esas ganas que hacen mi corazón latir con frenesí, mientras me sostiene de las caderas, presionándome contra su cuerpo. Con la respiración agitada, me alejo un poco para mirarlo.
— Ven a la cama no tienes por qué dormir en el sofá — Le digo tomando su mano para ayudarlo a levantar
—¿Amalia?
—¿SÍ? —¿Qué ocurre? —Siento como me envuelve entre sus brazos, cargándome, para darme el abrazo que tanto necesitaba. Me lleva a la habitación donde me quita el camisón y me cubre con las sábanas. Acostándose a mi lado, me acuesto en la cama y hago que se acueste sobre mi vientre, abrazando mis caderas como un niño pequeño. Lo cubro con las sábanas y acaricio a él tratando de dormirlo; él levanta la cabeza y deja sobre mi abdomen un pequeño beso, haciéndome estremecer por completo. Lo sigo acariciando hasta que lo veo quedar dormido. Estoy admirándolo mientras duerme; mis lágrimas caen por mis mejillas al verlo a mi lado tan cerca, pero no es mío, le pertenece a otra que duerme con él cada noche, sintiendo sus caricias, el deseo que emana de él cuando le hace el amor, su olor a perfume y sus besos que curan el corazón. Cada lágrima que cae por mi rostro es evidencia de cuánto lo amo y cuánto me duele haberme dado cuenta tan tarde. Lo acaricio mientras se pueda, ya que no sé si será la última vez; entonces disfrutaré este momento y lo conservaré en mi mente y mi corazón para siempre.
—Te amo —le digo besando sus labios.
Me acomodo en la cama tratando de calmar mis sentimientos encontrados por este momento, sigo acariciando de él hasta quedar dormida.
*
Lucas
Abro mis ojos y la veo ahí dormida a mi lado; me acerco y le doy un beso en los labios. ¿Qué me ha hecho? Me tiene hipnotizado con su belleza que me vuelve loco. Al tenerla tan cerca de mí, puedo decir que fue la mejor noche de mi vida hasta ahora. Tenía desde que volví a casa que no descansaba tan bien como anoche. Me siento también que no puedo evitar sentirme emocionado por empezar este día. Acariciando sus mejillas, puedo verla abrir esos hermosos ojos que me vuelven loco. Se levanta dejándome apreciar su hermoso cabello, aunque puedo notar sus ojos un poco rojos, como si estuviera llorando.
—Buenos días, hermosa —digo acariciando su cabello—. ¿Te sientes bien?
— Buenos días, estoy bien, un poco cansada, pero bien. —Se acerca, acomodándose sobre mi pecho.
—¿Quieres quedarte en la suite? Tengo una reservación para desayunar con un nuevo socio, quien coordinará todo para la llegada del envío; puedo volver por ti después de eso.
—Lucas —dice mirándome soñolienta. —Quédate conmigo un poco más, ¿sí? Luego te acompañaré a ese desayuno.
—Como digas. —Algo en mí quería complacerla; aunque su padre me pidió que me alejara de ella, simplemente no puedo hacerlo. Solo ella puede decidir con quién estar; si ella me quiere a su lado, ahí voy a estar.
Puedo verla acariciar mi abdomen con sus uñas recorriéndome a su antojo; me acomodo dejándola a un lado y me subo mirándola mientras ella continúa pasando sus manos por mi pecho sin dejar de mirarme. Puedo ver que muerde sus labios; me alejo un poco para poder apreciar sus hermosas piernas. Realmente tiene un hermoso trasero y unas muy llamativas piernas. Se gira quedando de espalda y yo me acomodo haciéndole un pequeño masaje.
—Vaya que eres bueno —dice mientras acomoda su cabello a un lado.
—¿Por qué eres tan hermosa? —La veo girarse para mirarme fijamente.
—Lucas, ¿yo te gusto?