1. Los hombres lloran.

1980 Words
Darien Harder Una sonrisa, mi rostro refleja la satisfacción que experimenté en el picadero, la llamada que borró el rastro de mi alegría fue después de despedirme de mi adorado Cosmo. Un incendio, esa palabra no se borró de mente y salí club, aun con el uniforme puesto, sin quitar ni el casco. Entre medio de las personas corrí sin importar quien era quién, solo deseé llegar a la habitación y comprobar por mí mismo que no eran ellos. Eso no podía ser, sería demasiado para mí. A penas tenía 18 años, estaba reconstruyendo la relación con mis padres después de dejar la casa para irme con mi esposa. Todo mejoraba, de repente pareció ser que no y se hizo peor al verificar que sí, eran ellos. Entré a la habitación de prisa y en dos camas, cubiertos de cuerpo entero, estaban mis padres. Fue un golpe brutal verlos, me arrepentí al descubrir sus rostros. Mamá tenía la mitad del rostro quemado y mi padre ya no tenía cabello por las quemaduras. Me tiré al suelo, nadie me consoló y las lágrimas aumentaron el vacío. Me quedé ahí, hasta que fui obligado a abandonar el lugar. Firmé todo el papeleo sin leer, no tenía cabeza para nada y debía pensar en los abuelos que aún seguían vivos. Llamé a Verno, no respondió a mi llamada, pero supuse que sabía de la tragedia. Minutos antes, las noticias hablaban de cómo se incendió la casa de mis padres. Estuve en la sala de espera atento a las noticias sobre mis abuelos, y no dejé de pensar en mis progenitores. Escuché sonar el celular, y tomé la llamada de inmediato creyendo que era mi hermano. —¿Verno? —pregunté. —Cariño, soy yo… miré las noticias hace un momento —escuché la voz pasiva de Luisa. —Mis padres, ellos han muerto —dije. —Cariño, no puedo ir ahora, pero estaré contigo… —Colgó después de esas palabras. Ella estaba visitando a sus padres en otra ciudad. El doctor llegó y me informó que mi abuelo falleció. El temor de preguntar por mi abuela se instaló en mi ser. —La señora Marie se salvó, pero presenta quemaduras de tercer grado. Hay pocas probabilidades de que pase la noche… —dijo el médico. No puede quedarme en el hospital, necesitaba preparar el funeral. Mi hermano seguía sin hacer presencia. Mi abuela pasó la noche, pero no salió del hospital. Estuve rodeado de conocidos, pero no eran familiares, amigos de la familia. Al final de sepultar a mi familia quedé casi solo. Hugo, el mejor amigo de mi padre, se quedó y se acercó, otra vez, me dio sus condolencias y preguntó por mi hermano, yo no sabía donde estaba. —Esto es difícil, pero aún tienes a Verno y a tu esposa. —Hugo me dio una apacible palmada en el hombro. Él fue muy bueno conmigo. —No sé qué hacer, aún soy un chico de 18 años —Miré hacia las lápidas de mis padres. —Te casaste a los 18 en contra de tus padres, ¿no crees que puedas conquistar el mundo? —Los necesito. —Los quieres contigo, pero no necesitas a nadie. ¿Qué joven con 18 años obtiene un lugar importante en la empresa de su abuelo por mérito propio? Solo tú, sigue así y llegarás muy lejos. —Gracias, Hugo. Continuó su propio camino, deseando que mi abuela mejorara. Después del entierro, fui donde el abogado, me cito y leyó el testamento de mi abuelo. Me dejó el 30% de sus acciones y a mi hermano el 20%. El resto de las acciones me pertenecían a mí. Hice un proyecto en la universidad y me ofrecieron dinero por él, pero se lo di a mi abuelo a cambio de las acciones, aunque seguía siendo muy inmaduro, por lo que mi padre manejaba mis acciones. Firmé el papeleo de prisa y fui a ver a mi abuela, no despertaba aún. Insistí en localizar a Verno, no me respondió. Luisa no se comunicó conmigo desde la llamada en la que le dije que mis padres fallecieron. Luisa era la mujer de mi vida, la conocí en la universidad y aunque ella era dos años mayor nos enamoramos. Decidí casarme con ella, por amor; muchos la señalaban al no tener la misma clase social que yo. A mis padres nos les agradó, a mi abuelo menos, pero a mi abuela sí, ella me apoyó en todo. Salí de la casa ante la negativa de mis padres, me casé y aunque ellos me quitaron el apoyo financiero, no rogué regresar. Al contrario, después de ganar la beca trabajé. Bild-Hender se fue en declive y mi abuelo me buscó para que les ayudara, gané dinero con la competencia y les ayude con ello, con mi único proyecto arquitectónico. Obtuve la mayoría de las acciones y una reconciliación con la familia. Pero todo acabó. —Debo seguir… —me animé. Conduje hasta mi pequeña casa, fue una grata sorpresa ver a Luisa ahí, hasta que miré todas sus maletas. —No recuerdo que llevaras tantas maletas —dije. Borré la distancia, e intenté besarla, empero me rehuyó. —Las maletas, son porque me voy —dijo. Me separé y la miré desorientado. —¿Eso qué significa? —pregunté. —Eres un hombre inteligente, Darien, sabes de lo que hablo. —Cariño, ¿qué pasó? —Amo a otro hombre, tú no tienes nada y necesito alguien que me de lo que merezco. —¿Estás jugando? Porque no es un buen momento… Estuvo firme en su decisión y razones. Sentí que era un sueño, eso no podía estar ocurriendo, no luego de la tragedia previa. —No me hagas esto Cariño, yo te amo. —Tomé sus manos y las besé; me arrodillé ante ella y la miré con súplica. —No me detendrás… —Desvió la mirada que le sostuve. —Esto es una broma. Si no es así, dime, ¿Quién es el otro hombre al que amas? Ella no respondió, no me miró y se separó con brusquedad. Volví a preguntar, esperé que se retractara. —Ya no te amo, Darien. Hay otro hombre que me hace feliz, solo eres un niño. —Su voz sonaba severa, no la reconocí. Tomó sus maletas y salió sin detener a mirar atrás. Terminé arrojando el florero el suelo, ¿cómo es que pasó eso junto en ese momento? La llamé, rechazó mis llamadas. Me encerré en casa hasta los dos días siguientes. Al tercero, llegó la petición de divorcio y al cuarto un grupo de abogados, quienes presentaron una orden de embargo, refuté sin lograr nada a cambio. No pude defenderme solo, su orden era legal. Fui a la empresa y no me dejaron entrar, insistí, en vano. El último lugar que quedó por ir fue la casa de los abuelos, donde también se me negó la entrada. A pesar de los guardias, entré a la fuerza para hallar una gran sorpresa. —¿Qué haces aquí, Luisa? —inquirí lleno de dudas. Ella se vio sorprendida con mi presencia. No tuvo que responder, por las escaleras apareció mi hermano mayor con una sonrisa que no desvaneció en ningún momento, vestía de n***o por el luto. —Darien, un gusto verte —dijo Verno, se posó al lado de Luisa. —¿Dónde has estado? No fuiste a enterrar a nuestros padres, la abuela está en el hospital… —dije. —También veo las noticias, hermanito. Sé todo lo que pasó y me entristece, pero debemos seguir con nuestras vidas. —¿Sabes qué pasa en la empresa? No me dejan entrar, ni aquí. —Lo sé. —Sonrió a la vez que tomó a Luisa de la cintura —Yo prohibí tu ingreso a mis propiedades. —¿De qué hablas? ¿Por qué tomas a mi esposa? —Dejará de serlo cuando firmes el divorcio. Y en cuanto a los negocios, ya no son tuyo. Todo me pertenece, incluso el dinero de tus cuentas. —Eso no puede ser… —Lo es. Y ya que estás aquí, te pido que firmes el divorcio para que Luisa y nos podamos casar. Y vete, no te quiero por aquí. Apreté los puños y me fui en cima de él, Luisa nos intentó separar y no pudo. Los guardias llegaron a intervenir. —Haz esto por las buenas, Darien —dijo Verno, tocó su nariz que botó sangre. —¿Qué clase de hermanos eres? Acaban de morir nuestros padres, ¿y me haces esto? —Este es el momento indicado para hacerlo, lamento tu dolor, pero es lo que me sirve. —¡Mal nacido! Me has robado, tú nunca trabajaste nada y ahora lo quieres todo. —Tú trabajaste por mí, hermanito. —Limpió su labio inferior con el pulgar —Firma y vete. —No puedes disponer de todo, soy el dueño legal. —Tú mismo has firmado los papeles donde me cediste todo, ni siquiera leíste los documentos que te dio el abogado. No eres tan inteligente después de todo… Me le acerqué cuando ya nadie me sujetó… —Darien… —pronunció Luisa. —¿De verdad quieres que firme el divorcio? —pregunté, ello no respondió —¿Hace cuanto me engañas con mi hermano? —¿Desde cuándo me ama a mí o desde cuándo es mi mujer? —se burló Verno. Verno le hizo una señal a sus hombres de que me tomarán. —Firma el divorcio y vete, Darien —pidió Luisa. No la reconocí —. Me voy a casar con Verno, él no es un niño como tú. Mi hermano la volvió a tomar de la cintura, se besaron delante de mí con todo el descaro posible. Se me aprisionó el corazón, mis ojos no dejaron de contemplar la hiriente escena. Ella envolvió sus brazos en su cuello, ahí no pude más. —Me dan asco, ambos son unos desgraciados. ¿Dónde está el maldito divorcio? —dije. Mi hermano sonrió al separarse de ella. Mandó por los papeles y a penas los tuve en las manos firmé. —Me voy, pero no me dejaré quitar lo que es mío —dije. —¿Planeas recuperar a Luisa? —inquirió él con burla. —No quiero a una traidora que nunca fue mía. Habló de mi dinero y lo que yo sí trabajé… Verno ordenó que me sacan, antes que sus hombres me tocara caminé a la salida. Una mujer, que trabajó para mi abuelo, intentó guiarme y le exigí que me dejara. Salí de la casa con miles de emociones inundando mi cuerpo de dolor. Evité llorar, ellos no valían la pena. Fui a un hotel, para mí desgracias las tarjetas estaban en cero. No tenía a donde ir, llamé algunos amigos de universidad, uno dejó quedarme en su casa. Esa noche, escuché a su padre pedirle que me sacara porque no quería problemas con Verno, me fui por mi cuenta. Llamé a otro y no me ayudó. No poseía muchos amigos, mi mundo era la universidad, el Turf, el trabajo y Luisa. Caminé por las calles, hasta que un grupo de hombres se acercaron con intenciones de tomarme, me resistí y fue peor porque terminé siendo golpeado entre los seis. No sabía que me dolía más, si todo lo que pasó o esos golpes físicos. Dejé de pensar, de sentir y todo se hizo n***o. Al despertar, reconocí mi alrededor. Estaba en un hospital, intenté moverme y me dolieron las costillas. No sentí mis piernas. Grité y llegó un doctor, explicó que tenía fracturado la mitad de mi cuerpo y para volver a caminar necesitaba terapia. Habló de que una mujer me llevó hasta ahí y estuvo pendiente de mí dos días, estuve dos días inconsciente.
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