Capítulo 3

1569 Words
¿Has escuchado sobre el Ave Fénix?. Me imagino que sí, quién no ha escuchado sobre El ave Fénix, conocido por ser esa criatura que supuestamente renace de sus propias cenizas. Nosotros lo asociamos con los problemas y así cuando salimos de ellos renacemos, no necesitamos morir, solo comenzar de cero, en mi caso todo mi ser falleció, mi alma quedó en pedazos, mi corazón no solo estaba roto, no quedaba nada de él. Esta es mi historia, una que tal vez toque algo dentro de ti, viajando a la actualidad me encuentro en una casa muy humilde, como lo dije he viajado y no porque sea una turista sino porque estoy huyendo, pero eso más adelante lo sabrás. Después de mi dulce pesadilla, como cada noche me despierto sudando, todavía está oscuro, miro mi celular viejo de teclas, para lo que me sirve. Veo la hora y son la tres de la madrugada, así que ni el gallo ha cantado. Me acomodó para ver si puedo lograr dormir, pero nada, así que me levanto cansada de estar en la cama dando vueltas. Escribo una nota para los dueños de la casa, la dejo en la mesa de la pequeña sala, tomando mis cosas, salgo de la casa hacia la parada de buses. Tomo el bus que me llevará hacia otro destino, algo que sé hacer muy seguido, nunca me quedo mucho tiempo en un lugar ya sea en un pueblo o en ciudad, lo máximo que me he quedado es un mes. Busco cualquier trabajo disponible, un sitio donde quedarme y cuando tengo el dinero necesario simplemente me voy dejando una nota. ¿Qué dice la nota? Bueno, todas las notas son distintas, ninguna dice lo mismo Depende de cuál fue mi historia, así es lo que dice. “Me he tenido que ir, ya que recibí una llamada de mi madre que tuvo un accidente, me hubiera gustado despedirme, pero no podía interrumpir su descanso y al ser una emergencia tenía que salir de inmediato”. ¿Cómo es que llego a esas casas? Fácil, con mentiras, que en partes son verdaderas, peleas con mi madre porque tiene un esposo abusador y no puedo soportar ver como la golpea, así que decidí salir de casa y hacer mi vida aparte. Aunque depende de las personas, todas mis mentiras varían. Así que aquí estoy viajando a la ciudad de San Gabriel, tuve que tomar tres buses, entre más lejos viajo mucho mejor. Son las siete de la noche, no creí llegar tan tarde, así se me dificulta buscar un lugar donde quedarme, tendré que buscar una posada. La verdad nunca me había pasado esto y era porque nunca había viajado tanto, mi trasero está dormido y no se diga mi v****a, en verdad no la siento bueno, lo que siento es como si me hubieran puesto de esa anestesia que te ponen para quitarte alguna muela. Aunque es mucho mejor que se te duerma el trasero y la v****a a que se te duerma un pie. Veo como las calles comienzan a quedar solas mientras busco un sitio, lo malo que cuando llegas a un sitio desconocido, no sabes donde quedan los locales grandes ni las tiendas grandes, bueno ni siquiera las pequeñas empresas ni las pequeñas tiendas, en fin no sabes donde queda nada. Me sentía perdida, era algo normal, un sitio nuevo, un lugar que no conoces personas nuevas, me sentía desorientada, ya debería estar acostumbrada. En las ciudades nadie te ayuda, ya que son grandes, no es como que todos se conocen, no como en los pueblos, cantones o caseríos, barrios como algunos les llaman. Que ahí todos se conocen y al ver a un extraño cualquiera te ofrece ayuda después de echarse el chambre claro. De repente me encuentro alejada del centro, si camino más me puedo salir de la ciudad y a esta hora no me puedo dar ese lujo. Me acerco a un pequeño chalet que todavía está abierto, hay jóvenes jugando en las máquinas que tiene el local, otros tomando cervezas o fumando y algunos adultos disfrutando de las ricas tortas. ¡CARAJO! Mi estómago gruñe como si tuviera una manada de lobos en batalla. Tengo una maldita hambre, no he comido en todo el día, solo unas frutas que compré al cambiar de bus. Me acerco al chalet y las personas me sonríen y saludan muy amablemente, claro ya no estamos en el centro, aquí las personas son más humanas. Bueno, algunas no todas en todas partes, existen el corazón amable y el corazón egoísta. —Buenas noches para aquí o para llevar —me saluda una mujer con una sonrisa muy encantadora, no es de esas sonrisas falsas que se nota que es practicada, la de ella es una sonrisa natural. —Para comer aquí —le digo tratando de sonreír de igual manera, pero me temo que mi sonrisa fue más falsa y eso que quise evitar. —¿Qué va a querer? — me pregunta y me quedo viendo como tonta sin saber que es lo que venden a demás de tortas, que fue lo que vi que comía una pareja. —¿si gusta le traigo el menú? —me dice viendo mi cara de Póker. —Por favor —le digo, se da media vuelta y sale hacia una mesa donde tienen los menús, salsa de tomate, sal, azúcar y un montón de cosas. —Aquí está, me avisa cuando esté lista para tomar su orden. Con eso se va y yo me dispongo a ver el menú siendo sincera, todo se me antoja, pero no puedo gastar mucho, así que pido un burrito, unos tacos al pastor, y un licuado, con eso calmaré a los lobos que llevo dentro. También pido unas empanadas y un atol chuco para llevar; llevar a saber donde. Ya que no sé a donde ir. —Disculpe señorita. —llamo a la mesera que me atendió. —¿dónde puedo encontrar una posada?. — me mira con el ceño fruncido y con el dedo índice en el labio, como si pensara. —La verdad no sé niña —me dice después de un rato. —¿no eres de aquí? — me pregunta y yo niego con la cabeza —Vine hoy a la ciudad, pero no conozco a nadie, mis padres fallecieron y vengo a buscar a unos tíos que ni ellos me conocen y ni yo sabía de su existencia, me perdí después de bajar el autobús y no tengo donde pasar la noche. —le digo haciendo mi cara de niña sufrida, aunque esa es la única cara que tengo. —Por Dios, cuanto lo siento, si quieres puedes pasar la noche en mi casa, solo tendrás que esperar que cerremos —me dice con esos ojos tan bellos que demuestran un destello de lástima y tristeza. —no soy una persona mala —me dice creyendo que desconfío de ella —yo también perdí a mis padres, sé lo que se siente —y ahí la razón de su tristeza, hoy me siento mal por mi estúpida mentira. —Estaría en deuda contigo y muy agradecida, por un momento pensé que dormiría en la calle —digo haciendo mi cara de tristeza —de nuevo — lo digo en un susurro, pero no tanto para que me escuche. —¿Cómo? ¿Ya te has quedado dormida en la calle? —me dice tomando haciendo y yo solo asiento con la cabeza —oh por Dios lo sien… —no termina de hablar cuando una señora muy mayor la llama. —¡Rosa! —le grita y ella se levanta como resorte y sale hacia donde la señora. Me quedo afuera esperando, ya que comienzan a limpiar y ordenar todo, los jóvenes se quedan en una esquina con cervezas y música a todo volumen, parece que la noche para ellos empieza. Yo no tuve eso, no tuve esa libertad de salir con amigos, de tomar una cerveza porque yo lo deseara de escuchar música a todo volumen, no tuve adolescencia. —Nos vamos. —me dijo Rosa la mesera con esa sonrisa natural. —sí, claro — le digo caminando a la par de ella —Por cierto me llamo Rosa —me dice extendiendo la mano. —Fernanda —le sigo aceptando su saludo, si lo sé ese no es mi nombre, sino el de mi amiga. —Bueno, ¿entonces?. Comienza a platicar Rosa preguntándome sobre la muerte de mis padres y una mentira lleva a otra soy buena, para eso con el tiempo aprendí. Caminamos hasta su casa platicando, la verdad es una chica muy agradable, es muy bella, es de piel canela, tiene el cabello n***o rizado, ojos marrones y me lleva una cabeza, si soy pequeña, pero por desnutrición y por eso creen que soy una niña aunque sea ya mayor de edad. Vive con una hermana mayor, muy parecida a ella, la diferencia es la estatura, su hermana es más pequeña, me presenta y platica un poco sobre las mentiras que he dicho que para ella es la historia de mi vida. Después de dos horas de plática, tomamos un té que me relaja y por fin duermo toda la santa noche. Hay dulces pesadillas, pero no me despiertan, a veces pienso que ya no me afectan tanto.
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