—¡Fernanda!. — Me llamaba Rosa. — Ya me voy a trabajar, quedas en tu casa, te dejé el desayuno en la mesa.
Me senté en la cama y le di una sonrisa —Gracias Rosa, eres muy amable — ella sonrió y negó con la cabeza.
—No hay de que, puedes quedarte el tiempo que necesites hasta que encuentres a tus tíos — me dijo mientras terminaba de arreglarse.
—Te tomaré la palabra, pues no conozco a nadie en este lugar, pero primero buscaré un trabajo para ayudarte con los gastos. — Le dije sacando los pies de las sábanas.
—Está bien, si quieres trabajar, pero por los gastos no te preocupes, gracia a Dios, unos tíos se encargan de ayudarnos. — Dijo tomándome de una mano, seguía con esa sonrisa con la que la conocí tan encantadora como ella.
Salió de la casa, me levanté de la cama para tomar el desayuno, después me di una ducha de media hora, quería quitar todo lo sucio que tenía el día anterior.
El humo de los buses, el polvo que levantaba y el sudor no me había bañado desde que salí de aquella casa, después salí alrededor buscando algún sitio para trabajar, pero nadie necesitaba, rendida de caminar, me dirigí hacia el chalet donde Rosa trabajaba, al llegar me sonrió.
—¿Cómo te fue?. — Pregunto acercándose a la mesa donde tome asiento.
—No encontré trabajo, pero todavía no me rindo — le dije con una sonrisa — vine almorzar para seguir en la tarde.
—Pues no sé qué tipo de trabajo buscas, pero la hermana de mi patrona busca una ayudante, trabaja a dos cuadras, tiene un chalet más grande que este, necesita una ayudante para pelar y partir fruta.
Le sonreí — Bueno, entonces solo almorzaré e iré a hablar con ella, entre más rápido encuentre un trabajo será mucho mejor para mí.
—Me parece bien, ¿qué te traigo?
Después de pedir mi almuerzo y comer salí al lugar que me dijo y en efectivo la señora buscaba una ayudante, en ese mismo instante me contrató.
Comencé a pelar una cierta cantidad de fruta para una ensalada, luego me enseño como debía de cortar la fruta y la verdura que la tenía como muestra, aunque siempre la vendía cuando algún cliente la pedía.
La señora tenía un talento para decorar las frutas «mu kimono» al arte de decorar frutas.
—Por definición se denomina Mu kimono al arte de decorar frutas y verduras mediante el tallado de estas. Para ello se utilizan diversas técnicas y del mismo modo que para esculpir una estatua, diversas herramientas que en este caso serán cuchillos especiales extremadamente afilados, más parecidos a los utilizados a esculpir madera que a los que se pudieran utilizar para comer o cocinar. — me decía mientras decoraba una fruta que parecía una flor.
Tenía unas manzanas que formaban cisne y mi asombro fue grande, ¿cómo podía crear tantas cosas solo con fruta y verduras? Eso es un talento, dije para mí misma, yo no tengo ni uno pensé.
No sabía tocar un instrumento, no tenía el don de dibujar como algunas personas no le hacía a ningún deporte, era un caso perdido.
Mi tarde fue tranquila, más que todo solo la veía y atendía a los clientes.
—La mayoría se rinde a la segunda semana. — me dijo mientras terminábamos de limpiar y guardar.
—Yo nunca me rindo, pero le soy sincera, en algún momento tendré que irme, estoy buscando a unas personas. —Dije otra vez mi mentira —cuando las encuentre no sé si me permitan seguir trabajando aquí, pues no sé si están en esta ciudad.
Comencé a narrar la misma historia que le dije a Rosa, si era hermana de la patrona de Rosa era obvio que no podía inventar otra mentira, si me descubrían todo se iba al carajo gracias a mi poca inteligencia nunca me había pasado.
La señora fue tan amable y buena que me sentía tan mal por mentirles, pero me recomponía rápido, terminamos de limpiar y ordenar, caminé hasta el chalet esperando encontrar a Rosa y mi suerte estaba mejorando bastante, ahí estaba ella esperándome.
—Veo que te dio el trabajo —me dijo al ver mi ropa un tanto sucia.
—Así es, la verdad me encanto lo que hace, mañana tendré que madrugar. — Mencione mientras le hacía un puchero — con lo que amo madrugar. — ella comenzó a reírse
—Con el tiempo te acostumbras. — caminamos platicando sobre todo lo que hice, al igual que ella me platicó sobre su día que era muy interesante.
Ya que tuvo que presenciar una pelea, un par de borrachos que se besaron, una novia celosa, tóxica, lunática que hizo un show, unas señoras que fueron a pelear a un hombre. Una era la esposa y la otra la amante.
No parábamos de reír, creo que era la primera vez que reía después de tantos años.
—Necesito ir al baño — dije mientras seguía riéndome — no aguanto mis costillas — me agarraba de mi v****a para no orinarme.
Esta era una nueva faceta, el compartir y reír el de tener una amiga si la podía llamar así.
—Te apuras que si no terminaré orinándome en mi pantalón — dijo mientras cruzaba las piernas.
De suerte la casa de ella no estaba lejos, si lo hubiera estado las dos nos terminaríamos orinando en el pantalón.
—Creí que no alcanzaría llegar.— le dije cuando salí del baño
—Igual yo — dijo corriendo dentro del baño sin cerrar la puerta. — ¡ahhh! — Soltó aquel suspiro lleno de placer. — qué bien se siente. — dijo cerrando los ojos mientras lo disfrutaba.
Nos habíamos aguantado tanto que llegar y soltar aquello fue tan placentero.
Esas risas que terminan llevándote al baño era de las que siempre espere.
Quería correr cómo lo hacían aquellas jóvenes que contaban chistes, anécdotas con sus grupos de amigas.
—¡wow!— dije al escuchar que nunca terminada — parece que tu vejiga es grandísima.— las dos comenzamos a reír, pues ella seguía orinando.
No tenía idea de dónde salía tanta orina.
Nuestra risa fue en aumento cuanto Rosa Soltó unos gases.
Aquello que sonaba como si estuvieran disparando me provoco unas pequeñas carcajadas que al final terminaron en esas risas incontrolables.
Estaba llorando de risa por primera vez.
—Nunca me había reído tanto. — Dijo saliendo del baño cuando logró tranquilizar la risa. — Me duele la quijada y las costillas. — se tiró conmigo al suelo, yo no me había podido levantar y estaba igual que ella, no aguantaba mi estómago, de suerte había orinado de primero.
—Ya somos dos, no recuerdo cuando fue la última vez que reí tanto, ni recuerdo si hubo una primera vez —dije recordando como siempre.
—¿ya cenaste? —me pregunto y yo negué con la cabeza.— bueno, entonces vamos a ver que hacemos de cena o calentamos algo. — me dijo levantándose del suelo y dándome la mano.
—Hagamos unos sándwiches, son más rápido y llenan. —le dije buscando en las gavetas.
—Está bien. — dijo abriendo la refrigeradora para sacar tomate, el jamón y el queso amarillo.
Los Sándwiches que yo preparaba llevaba cebolla frita y mostaza, el pan medio tostado.
Lo untada con kétchup y mayonesa, le agregaba la cebolla que está llena de mostaza, le ponía el queso amarillo, unos tomates en rodaja, la lechuga, a veces le ponía un huevo estrellado.
Ese día lo preparé sin huevo, añadí el jamón que también lo ponía a freír, me gusta más así, le ponía el otro pan y listo para comer.
Preparamos las dos bolsas de pan para sándwich, ya que su hermana Cristal nos acompañó.
Terminamos en el baño de nuevo al contar lo que nos había pasado. Su hermana sí terminó orinándome en los pantalones.
Tal vez no era tan gracioso esa razón por la que reíamos.
No nos contaron ningún chiste, solo fue algo que sucedió sin planearlo.
Tal vez ellas eran muy alegres y sus risas contagiosas.
Rosa me estaba mostrando el video donde dos jóvenes estaban peleando, me dio el teléfono de ella, ya que ahí lo había grabado.
En el video se podía ver bien cuando uno de ellos lanzaba un golpe que fue esquivado por el otro, golpeando a una joven que estaba detrás.
Aquella imagen quedó en mi memoria la joven cayendo al suelo levantando los pies como muñeca de trapo.
No era bueno reírse del mal ajeno, pero ver como la curiosidad de estar frente a una pelea te lleva a esas consecuencias.
—Por estar donde no la llaman. — Hablo Rosa y comenzó a reír.
Su ropa interior se vio cuando cayó, las personas a su alrededor en vez de ayudarla también se burlaron de la pobre joven.
Aquellos que peleaban ni siquiera le pusieron atención.
Pobre chica le reiniciaron la memoria.
Aun así, no dejaba de reír.
—Tengo otro. — Paso al siguiente video, eran dos hombres ya pasados de copas.
Uno de ellos acariciaba a su compañero de tragos, mientras que él otro se negaba a sus toques.
No se escuchaba lo que ellos conversaban por la música al fondo, de un momento a otro se estaban besando.
Me quedé sorprendida, para mí era algo nuevo.
Caminamos mientras me mostraba más videos como esos, cosas que pasaban en el chalet.
Al final le entregué el celular y seguimos platicando.
Fue ahí donde nuestras risas se salieron de control.
—¿Qué buscas?.— le pregunte.
—¿tienes mi celular? — Creí que bromeaba, así que solo solté una pequeña risa.
No dije nada, ya que ella lo tenía en la mano. — No lo encuentro, ¿qué lo hice?.
Ella lo buscaba en todos lados teniéndolo en la mano, encendió la pantalla para buscarlo en su bolsón, asta que se dio cuenta.
Comencé a reír apuntando su mano. — ¿Qué es eso objeto en tu mano?. —Pregunte con burla.
Golpeó su frente mirando el celular.
—Me siento tan estúpida, ¿en qué momento me lo diste?.
Apenas conocí a esa chica y estaba riendo con ella, por algo que acualquiera le puede pasar, estaba disfrutando, en verdad lo hacía.
Aquella risa era natural, el dolor en el estómago de tanto reír las lágrimas que salían de los ojos.
Esa no era yo, yo no solía reír con las personas por simples cosas.
Me gustaba mantenerme alejada de las personas y al margen de todo.
—Ya basta en serio que me duele el estómago —dijo Rosa tirándose en el sofá.
—Yo no espere que me causara el mismo efecto al contarle a tu hermana —le dije sentada en otro sofá.
—No creí que me fuera a orinar en el pantalón. —dijo cristal, quien se dio un baño y se puso ropa limpia, aunque a Cristal no le había causado el mismo efecto.
Para ella aquello que le decíamos no fue gracioso al mostrarle el video todo cambio.
Al final no podíamos dejar de reír; sin embargo, teníamos que madrugar.
Aun con pequeñas risas nos acostamos casi obligadas.
Me quedé en la cama junto con Rosa, ya que no había más camas.
Ese día fue donde todo cambió en mi vida triste y sola, así empezó una felicidad que nunca pensé que la tendría, viendo a Joel frente a la cama.
—Me encanta verte sonreír, pero tu felicidad no está completa. —yo no dije nada, solo fruncí el ceño, otra vez con las frases sin terminar. —mañana será mucho más mejor.
Con eso desapareció y yo me entregué a los brazos de Morfeo igual que Rosa.
Mis dulces pesadillas se hicieron presente, como cada noche.
Me desperté a las tres sudando y con el corazón acelerado, esta vez no iba a permitir que me agobiara, cerré mis ojos pidiendo volver a dormir, necesitaba dormir aunque sea una hora más y así fue por primera vez volví a dormir, pero las pesadillas no volvieron, este sueño era diferente.