Eve
Llevaba cinco minutos de retraso.
Y eso no me gustaba en lo más mínimo. Llegar tarde no era parte de mis costumbres, y mucho menos cuando se trataba de mi lugar de trabajo. Pero hoy había sido inevitable, el profesor Knox nos había retenido más de lo normal, visiblemente de mal humor, repartiendo indicaciones con una seriedad por demás de la habitual, como si cada palabra le costara el doble de esfuerzo.
Ahora, con toda la información sobre la mesa, era fácil unir los puntos. Había hecho un esfuerzo consciente, y casi doloroso de ver, por no mirar a mi amiga durante toda la clase. Y teniendo en cuenta lo que Clarice nos había contado días atrás sobre lo que había o ya no entre ellos, era evidente que su malestar tenía nombre y apellido.
Clarice.
O más bien, la falta de ella.
Desd
